Martes, 16 de abril de 2024

Religión en Libertad

El Papa Francisco advierte contra cierto humanismo mundano que busca ocupar el lugar de Jesucristo

Zenit

El Papa Francisco suele advertir contra la mundanidad en sus homilías
El Papa Francisco suele advertir contra la mundanidad en sus homilías
El pensamiento único que toma el lugar de Jesús, hombre verdadero, destruye la identidad cristiana. Es la advertencia del Papa Francisco durante la homilía de este lunes en la misa celebrada en Santa Marta.

Haciendo referencia a la Primera Lectura del día, del Libro de los Macabeos, el Pontífice ha comentado “la imagen de la raíz que está bajo tierra”. La fenomenología de la raíz es esta: “no se ve, parece que no hace mal, pero después crece y muestra, hace ver, la propia realidad”, ha precisado.

“Era una raíz razonable” que empujaba a los israelitas a aliarse con las naciones vecinas para estar protegidos.

“¿Por qué tantas diferencias? Porque desde que nos hemos separado nos han sucedido muchos males. Vamos donde ellos, somos iguales”, ha precisando comentado la Lectura. Y así ha explicado esta situación con tres palabras: “mundanidad, apostasía, persecución”.

De este modo, ha asegurado que la mundanidad es hacer lo que hace el mundo. Es decir: “ponemos a subasta nuestro carné de identidad, todos somos iguales”. Así, muchos israelitas “reniegan de la fe y se alejan de la Santa Alianza”, ha proseguido. Y lo “que parece muy razonable -’somos como todos, somos normales’- se convirtió en destrucción”, ha advertido el Papa.

Asimismo, ha explicado que “después el rey ordenó que en su reino todos formaran un solo pueblo -el único pensamiento, la mundanidad- y cada uno abandonara las propias costumbres.

Todos los pueblos se adecuaron a la órdenes del rey; también muchos israelitas aceptaron su culto: sacrificaron a los ídolos y profanaron el sábado. La apostasía. Es decir, la mundanidad te lleva al pensamiento único y a la apostasía. No se permiten, no se permiten las diferencias: todos iguales. Y en la historia de la Iglesia lo hemos visto, pienso en un caso, que la fiestas religiosas se les ha cambiado el nombre -el Nacimiento del Señor tiene otro nombre- para cancelar la identidad”.

Por otro lado, el Pontífice ha recordado que en Israel se quemaron los libros de la ley “y si alguno obedecía a la ley de Dios, la sentencia del rey lo condenaba a muerte”. Esta es la persecución --ha observado-- iniciando con una “raíz venenosa”.

A continuación, el Santo Padre ha afirmado que siempre le ha conmovido que el Señor, en la Última Cena, en esa larga oración, rezase por la unidad de los suyos y pidiera al Padre que le liberase de cualquier espíritu mundano, de toda mundanidad, porque la mundanidad destruye la identidad, la mundanidad lleva al pensamiento único.

“Comienza por una raíz, pero es pequeña, y termina en la abominación de la desolación, en la persecución. Este es el engaño de la mundanidad, y por esto Jesús pedía al Padre, en esa cena: ‘Padre, no te pido que los saques del mundo, sino que los cuides del mundo’. De esta mentalidad, de este humanismo, que viene a tomar el lugar del hombre verdadero, Jesucristo, que viene a quitarnos la identidad cristiana y nos lleva al pensamiento único: ‘todos hacen así, ¿por qué yo no?’”, ha explicado Francisco.

De este modo, ha invitado a pensar cómo es la identidad de cada uno, cristiana o mundana. ¿O me llamo cristiano porque fui bautizado de niño y he nacido en un país cristiano, donde todos son cristianos?, ha preguntado.

Por eso ha advertido que “la mundanidad entra lentamente, crece, se justifica y contagia: crece como esa raíz, se justifica --´pero, hagamos como toda la gente, no somos tan diferentes’-- busca siempre una justificación, y al final contagia, y muchos males vienen de ahí”.

Para concluir la homilía, el Pontífice ha exhortado a pedir al Señor “por la Iglesia, para que el Señor la custodie de todo tipo de mundanidad”, “que siempre tenga la identidad dispuesta por Jesucristo”, “que todos nosotros tengamos la identidad que hemos recibido en el bautismo, y que esta identidad de querer ser como todos, por motivos de ‘normalidad’, no surja”.

Finalmente ha pedido que el Señor “nos dé la gracia de mantener y cuidar nuestra identidad cristiana contra el espíritu de mundanidad que siempre crece, se justifica y contagia”.
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