Sábado, 20 de abril de 2024

Religión en Libertad

Un diccionario díscolo

Alberto González Rodríguez



Por invitación de su Director Técnico, Jaime Olmedo Ramos, cursada en 2008, he tenido el honor de colaborar, junto con otros muchos historiadores y especialistas españoles y extranjeros de todas las maneras de pensar, como autor de las reseñas de varios personajes extremeños, en la redacción del Diccionario Biográfico Español; la magna obra recién aparecida en la que se recopila la historia de España a través de 40.000 de sus nombres relevantes de todos los tiempos, y que constituye la más acabada expresión de la memoria histórica de nuestra Patria. 
 
Pero como lo que ahora entienden por memoria histórica quienes pretenden que la historia sea lo que ellos quieren, y no lo que fue, que son los mismos para los que las ideas de España como patria común, sus hazañas, símbolos, héroes, valores y cuanto contribuye a cimentar el sentimiento de españolidad y el orgullo de nuestro pasado, son cosas que hay que borrar para sustituirlas por lo que impone la dictadura del pensamiento único, el Diccionario ha sido objeto de un rechazo frontal por parte de los iconoclastas del radicalismo izquierdista.
 
Así que, en operación impulsada desde altas instancias gubernamentales y partidistas, hay que desprestigiar, y luego eliminar, el Diccionario. A la campaña desplegada a tal fin solo le falta el anuncio ordenando que: "Por resultar perjudicial para la democracia y la memoria histórica oficial, quemen el Diccionario Biográfico Español. Gobierno de España".  
 
El pretexto sobre el que se ha montado el finiquito del Diccionario es el artículo referente a Franco, redactado por el eminente historiador y prestigioso catedrático, especialista en el personaje, Luís Suárez, por considerarlo laudatorio. Y junto con él, también por los dedicados a José Antonio Primo de Rivera, los Reyes Católicos, Felipe II, el Cardenal Cisneros, Hernán Cortés, y otros igualmente tachados de dictadores y fascistas.
 
De los artículos referentes a Azaña, Santiago Carrillo, La Pasionaria, Indalecio Prieto, Largo Caballero, Margarita Nelken, André Marty, y demás compañeros del mismo perfil, nada que objetar, salvo considerarlos parcos; porque su imagen de demócratas modelo del pacifismo, la tolerancia, la honestidad y buen hacer, está certificada por esa izquierda que determina quién es bueno y quién es malo.
 
El argumento para exigir la revisión del Diccionario, la rectificación de los artículos reprobados, o directamente su eliminación, es la gran falacia de que, en aplicación de una memoria histórica revisionista y partidaria, en ningún país se permitiría publicar la menor referencia de personajes semejantes. Gran falacia, porque, salvo de los grandes genocidas como Stalin, Hitler, o Mao Tse Tung, todas la naciones se enorgullecen, con sus luces y sus sombras, de sus grandes hombres. Muchos de ellos figuras recias responsables de guerras, decisiones y hechos duros, pero inseparables de su pasado y su grandeza. Gran falacia, porque por esa razón estarían proscritos de la historia universal desde Alejandro Magno y Anibal hasta Napoleón y Bismark, pasando por Truman y Churchill, figuras que sin embargo sus patrias ensalzan como pilares y referentes de su pasado. 
 
De lo que queda claro que lo que los inquisidores del Diccionario Biográfico Español pretenden no es un ejercicio de imparcialidad histórica, sino, sencillamente, en ejercicio de dirigismo dictatorial --este sí que inconcebible en ningún país demócrata y libre-- ahormarlo desde el gobierno al doctrinarismo de su ideología, de acuerdo con los dictados de esa ley de memoria histórica hecha para dividir a los españoles en buenos y malos según su dictamen.
 
Apartar la obra de la circulación; secuestrarla, meterla en el calabozo después de bien apaleada, y si es el caso, ajusticiarla, como se hacía antes en ciertos regimientos con los mulos díscolos. Porque para los ideólogos gubernamentales de la citada memoria histórica, tal obra es un mulo díscolo que ha osado cocear sobre un objeto no fijado por su acemilero. ¡Ahí es nada, salirse del carril de la cultura y la historia oficiales!
 
Y contra los libros y el pensamiento libre, el castigo es conocido desde antiguo. Ser arrojados al fuego por los barberos, venteros, zapateros, galeotes y yangüeses de turno

Publicado en Diario Hoy
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