Viernes, 19 de abril de 2024

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7111492: ocho siglos que hicieron a España

7111492: ocho siglos que hicieron a España

Angel David Martín Rubio

En el año 2011, que ahora se inicia, se cumplen 1.300 años de la batalla de Guadalete que pone fin a la España visigoda abriendo un nuevo período histórico clausurado ocho siglos más tarde con la definitiva reconquista de Granada por los Reyes Católicos el 2 de enero de 1492.

Orígenes de la expansión islámica
Es bien conocido de todos el proceso de expansión militar protagonizado por los sucesores de Mahoma, el creador de la nueva religión llamada por él Islam (es decir, resignación-sometimiento a la voluntad de Dios), denominándose muslimes o musulmanes (resignados-sometidos) a los que la seguían.
 
En las décadas posteriores a la muerte del considerado Profeta se abrió desde la península arábiga una tenaza sobre el Mediterráneo que iba a derrotar a las estructuras políticas vigentes en Oriente y Occidente (como los Imperios persa y bizantino y el reino visigótico).

En Oriente, las victorias del emperador León III (717-741) contuvieron temporalmente un avance que reanudarían después con nuevo vigor los turcos seldjúcidas mientras que en Occidente fueron frenados definitivamente en los campos de Poitiers, al sur de Francia por las tropas a las órdenes de Carlos Martel (732). A largo plazo resultaría decisiva la configuración de una zona de resistencia en el norte de España con posterioridad a la batalla de Covadonga


A diferencia de lo ocurrido con otros Imperios de la Antigüedad o de etapas posteriores, la expansión territorial del Islam no es la simple expresión de una particular potencia político-militar ni responde a la exploración de nuevos escenarios para la actividad económica. No hay nada de esto en la Arabia unificada a impulsos del Profeta, ni siquiera capacidad para mantener la unidad política y sin embargo se mantendrá durante siglos la sustancia religiosa del proceso, La religión musulmana lleva en su propia doctrina, tal como fuera establecida por su fundador, los gérmenes de dicha expansión.
 
Como afirma Robert Spencer:
 
«Dado que la carrera profética de Mahoma estuvo profundamente marcada por la sangre y la guerra, no debería sorprender que el Corán, el libro sagrado que legó al mundo el profeta del Islam, sea igualmente violento e intransigente. Efectivamente, esto es así: el Corán es el único de los textos sagrados que da consejos a sus adeptos para que hagan la guerra contra los no creyentes» (Guía políticamente incorrecta del Islam (y de las Cruzadas)¸ Ciudadela Libros, Madrid, 2007, p.43).

Auge y crisis de la España visigótica
De los territorios ocupados por los musulmanes en su primera expansión, pocos tenían una personalidad política y cultural comparable a la España visigótica.
 
«Lejos de abismarse en el largo período de anarquía que dominó a Europa a raíz de la invasión bárbara, España consigue organizar inmediatamente su vida y, antes de transcurrir un siglo, tenía en marcha una civilización que había de dar brillantes frutos en los siglos VI y VII, es decir, cuando el resto de Europa se hallaba en plena noche espiritual debatiéndose en luchas estériles y a merced del más fuerte» (FERRANDIS TORRES, Manuel, Historia general de la Cultura. I, Madrid, 1967, p.432).

Compartimos las expresiones que presentan la conciencia hispánica como forjada por las espadas en los largos siglos de confrontación con el Islam si entendemos por “forja” la maduración definitiva de unos materiales pre-existentes que tenían personalidad propia pero que, efectivamente, sin la confrontación con las huestes de Mahoma nunca hubieran llegado a ser España tal y como la hemos conocido.
 
Como resultado de los tres procesos de unificación política, religiosa y jurídica llevados a cabo entre la población de origen visigótico e hispano-romano, este período dotó a la conciencia de lo hispánico de unos perfiles nítidos (que no habían existido ni siquiera durante el Imperio romano) y que estaban destinados a tener una larga pervivencia histórica.
 
La Reconquista
Ahora bien, teniendo en cuenta la rapidez con la que se derrumbó el reino visigótico ante el empuje islámico (y recordando, por cierto, que se encontraba minado por un largo período de decadencia y por una auténtica guerra civil entre los partidarios de Witiza y Rodrigo) no era previsible que la Península Ibérica, desgajada por la fuerza de las armas de su matriz occidental, pudiera reintegrarse a su ámbito histórico de pertenencia y participar en el proceso de formación de la Europa medieval con un papel privilegiado.
 
Esto fue posible debido a la Reconquista que no es solamente la lucha que los cristianos de España (ayudados en ocasiones por sus hermanos en la fe de toda la Cristiandad) entablaron con una perseverancia de siglos para recuperar su tierra de las manos del Islam.

La Reconquista, empleando los conceptos propuestos por Sánchez Albornoz es la “Clave” del enigma histórico de España. «Ese sacrificio fue fecundo. Por dos sendas paralelas. Porque en esa batalla se forjó el “homo hispanus” que hizo la maravilla de la empresa americana, que nos dio preponderancia en Europa durante más de un siglo y que provocó la eclosión cultural española del Siglo de Oro» (De la Andalucía islámica a la de hoy, Rialp, Madrid, 2007, p.29). Palabras escritas, por cierto, por quien fuera de 1959 a 1970 “presidente” de la República en el exilio.



La idea de Reconquista aparece con toda claridad en las fuentes contemporáneas y tiene su contrapunto en una expresión empleada por un monje cordobés de nombre desconocido que en el año 754 escribía la Crónica Mozárabe. Allí se hablaba de la “pérdida de España” para referirse a la invasión islámica y a la destrucción del reino visigótico. Es decir, en los ambientes intelectuales se conservó y difundió la conciencia de que lo que se estaba haciendo era la restitución de la “España pérdida”.
 
También resulta altamente significativo el amplio consenso existente entre los mejores historiadores acerca de la naturaleza y significado histórico de la Reconquista. De hecho, alguna de las objeciones clásicas no corresponden al terreno propiamente histórico sino puramente ensayístico (por ejemplo, ni Américo Castro ni Ortega eran historiadores).
 
En 1492 los Reyes Católicos conquistaban Granada, último bastión del antaño poderoso dominio islámico sobre la Península; y sus sucesores llevarían a cabo la expulsión definitiva de los moriscos, elementos reticentes a cualquier proceso de integración. ¿Qué significado tuvieron estos hechos para la posterior historia de España?
 
Veamos en primer lugar las consecuencias que tuvieron con independencia de la opinión que nos merezcan. Siguiendo a Sánchez Albornoz (ob.cit., pp.30-31) podemos reducirlas a dos:

1. La Reconquista incorporó definitivamente a España a la vida cultural del Occidente Europeo.
 
2. La cultura hispano-islámica es un recuerdo lejanísimo del pasado español.
 
No existe una continuidad racial, social, cultural y anímica entre los andalusíes (habitantes de Al-Andalus, también llamados hispano-musulmanes) y los andaluces (habitantes de Andalucía) y no digamos de cualquier otro territorio español.
 
Serafín Fanjul (catedrático de Literatura Árabe de la Universidad Autónoma de Madrid) ponía de relieve –no sin aguda ironía− que debemos preguntarnos «si tiene una lógica mínima que gentes apellidadas López, Martínez ó Gómez, de fenotipo similar a los santanderinos o asturianos y que no conocen más lengua que la española, anden proclamando que su verdadera cultura es la árabe. Si no fuera patético sería chistoso» (¿Eran españoles los moriscos? El mito de Al-Andalus?).

Los actuales habitantes de Andalucía y de España no descendemos de los musulmanes de Al-Andalus sino de los repobladores norteños y de distintas procedencias europeas que los sustituyeron. La despoblación de musulmanes es una constante entre los siglos XIII al XVII.

Es cierto que algunos monumentos supervivientes o formas artísticas (pensemos en el arte mudéjar) pueden llevar a conclusiones equivocadas pero no confundamos el impacto visual con la realidad. Lo mismo cabría decir de las expresiones lingüísticas o de otras formas culturales

El mito de las tres culturas
Por cualquiera de los dos capítulos el balance de la Reconquista es altamente positivo
Sin la España de los Reinos cristianos y la Reconquista:
 
«La imagen de esa España enteramente islamizada que triunfaba en mis sueños era cruelísima. Nunca se había descubierto el sepulcro de Santiago, no había surgido la leyenda del Apóstol Caballero, no habían tenido lugar las peregrinaciones a Compostela y la cultura de la Europa cristiana no había pasado el Pirineo. No se habían escrito ni iluminado las maravillas de los llamados Beatos. No se habían construido nuestros templos prerrománicos en tierras cantábricas, ni los de estilo mozárabe al sur de los montes, ni después las iglesias y monasterios románicos y góticos. Nunca se habían alzado las grandes y bellas catedrales de Santiago, Zamora, Salamanca, León, Burgos, Toledo, Barcelona, Sevilla… No se habían escrito el “Poema del Cid”, ni los otros cantares de gesta. No se habían redactado los fueros municipales que garantizaron las libertades de ciudades y villas de los reinos cristianos, ni habían surgido las Cortes, embriones de Parlamentos. Y no podríamos recrearnos leyendo al arcipreste de Hita, a don Juan Manuel, al Canciller Ayala, etcétera» (SÁNCHEZ ALBORNOZ, Claudio, ob.cit., p.29).

Además, hay que poner en duda la entidad de la pérdida cultural sufrida por España al amputarle la presencia musulmana

Comparando la España islamizada con el balance general de lo que ha significado la aportación de lo islámico al progreso cultural de la humanidad, el balance es altamente positivo aunque resulta dudoso que esto se deba a las propias capacidades de lo importado por los musulmanes.

Lo cierto es que la cultura española pre-arábiga tenía tal potencia que la presencia islámica apenas pudo eclipsarla y, en buena medida, bebió de sus fuentes. Pensemos en hechos como el empleo en arquitectura del arco de herradura, la subsistencia de los sistemas de comunicación romanos o la organización administrativa, la continuidad de técnicas agrícolas romanas que los invasores adoptaron…

Arcos de la Catedral de Córdoba y del Acueducto romano "de los Milagros" (Mérida)


Pero lo cierto es que Al-Andalus no era un paraíso terrenal. Aquel lugar idílico en el que habrían convivido los fieles de las tres culturas (algo que todavía se utiliza como reclamo turístico) es algo sin ningún fundamento en los textos originales escritos por los protagonistas.

Al-Andalus fue, antes que nada, un territorio sometido al Islam con las consecuencias que eso suponía: «aplastamiento social y persecuciones intermitentes de cristianos, fugas masivas de éstos hacia el norte (hasta el siglo XII), conversiones colectivas forzadas, deportaciones en masa a Marruecos (ya en tiempos almohades), pogromos antijudíos (v.g., en Granada, 1066), martirio continuado de misioneros cristianos mientras se construían las bellísima salas de la Alambra…» (FANJUL, Serafín, ob.cit., p.270-271).

Las tres culturas vivían en un régimen de “getho”, de apartheid real. Eran comunidades yuxtapuestas, no mezcladas con regímenes jurídicos, económicos y de rango social distintos y con periódicas persecuciones muy cruentas como la sufrida por los cristianos en tiempos de Abderramán II o por los judíos en el siglo XII.

Por todo ello, se ha calificado acertadamente como mito la idea-fueza de un Al-Andalus construido a imagen y semejanza de las reivindicaciones de los islamizantes de hoy.

Por eso no basta con ofrecer una reconstrucción histórica de lo sucedido, de la que ya disponemos aunque no llega a nuestros estudiantes y a nuestros ciudadanos. En la medida que España no vuelva a ser lo que era para nuestros antepasados, una idea-fuerza, un proyecto sugestivo de vida común y eso no se concrete en medidas concretas de naturaleza cultural y política no nos extrañe que se repita la historia y, como ocurrió en la España del 711, la traición y la falta de conciencia de la propia identidad vuelvan a abrir el portillo al invasor
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