Martes, 23 de abril de 2024

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Gracias a San Josemaría

Gracias a San Josemaría

por Juan García Inza

 

            Asistí ayer a una conferencia pronunciada por el Dr. Lomas    en la que se hizo una exposición clara, valiente y justa de la figura del Fundador del Opus Dei, y lo que ha supuesto para la Iglesia, y de un modo especial para los sacerdotes seculares.  Quiso dejar bien claro que San Josemaría, y la Obra de Dios por él fundada, sufrió desde el principio, y sigue sufriendo, una fuerte incomprensión, una intolerancia casi enfermiza, y una falta de justicia y caridad impropia de los que se llaman cristianos, navegamos en la misma barca, y a veces tienen la mano puesta en el timón.

            Me alegré porque ya es hora de decir la verdad, con toda caridad, pero con desparpajo. Me hizo retrotraerme a mis inicios. Cuando yo tenía 16 años mi padre me regaló un pequeño libro llamado Camino. Fue la primera noticia que tuve de su autor. Aquel lenguaje claro, directo, normal, profundo, sugerente, etc., me hizo mucho bien. Era algo muy distinto a los libros que yo había conocido hasta el momento, que olían a anticuario. Descubrí un nuevo modo de sentirme cristiano. Al año siguiente entré en el Seminario con la ilusión de ser cura. Me sentía feliz, pero choqué con una mentalidad que yo ya consideraba superada. Es la miseria humana y la falta de estilo que todavía se vivía antes del Concilio. En el Seminario encontré mis primeras cruces. Todo aquel espíritu que yo había descubierto en aquel pequeño librito parece que no servía, que era poco menos que una herejía. Incomprensiones, críticas, marginaciones… Cuando empecé a dirigirme espiritualmente con un sacerdote del Opus Dei, debía hacerlo a escondidas. Parecía que estaba haciendo algo incorrecto de lo que nadie se podía enterar. Fue motivo de sufrimiento, pero con paz.

            Resultó que en el Concilio Vaticano II se decían cosas que a mí me sonaban. Era el lenguaje que había captado en los escritos del Fundador del Opus Dei, en sus predicaciones, y en la Dirección espiritual. Fue un gozo saber que no andábamos tan descarriados como nos hacían creer. Empecé mi vida sacerdotal. Yo ya sabía que los que seguíamos el mismo espíritu, por cierto muy normal, éramos arrinconados como en un gueto sin aspirar a nada más que a servir en donde nos dejaran ejercer el ministerio. Por cierto que no aspiraba a más. Los compañeros que salían a ampliar estudios fuera de la Diócesis (Salamanca, Comillas, Roma…) iban con gastos pagados y con todas las bendiciones. Cuando yo dije de ir a ampliar estudios de Derecho Canónico a la Universidad de Navarra me costó esperar un tiempo y correr yo con todos los gastos los cuatro años que allí estuve hasta que me doctoré. Al volver, lo estudiado me servía a título particular, como si no hubiera hecho nada. A los veinticinco años   de tener el título de Dr. en Derecho Canónico se me pidió que me incorporase al Tribunal Eclesiástico como Juez Diocesano. Para muchos supuso esto como un regalo poco menos que gratuito… Pero tengo que decir que me he sentido siempre en paz, sirviendo y obedeciendo.

            Ahora soplan otros aires. Juan Pablo II abrió puertas y ventana en la Iglesia, y bendijo ampliamente todos los Carismas de la Iglesia. Pero todavía hay una oposición  casi maníaca, diabólica, contra todo lo que no sea lo mío, y de un modo especial hacia la figura del hoy San Josemaría Escrivá de Balaguer. Los santos lo han aguantado todo. Dice él en uno de sus escritos: Pero no olvidéis que estar con Jesús es, seguramente, toparse con la cruz. Cuando nos abandonamos en las manos de Dios, es frecuente que El permita que saboreemos el dolor, la soledad, las contradicciones, las calumnias, las difamaciones, las burlas, por dentro y por fuera: porque quiere conformarnos a su imagen y semejanza, y tolera también que nos llamen locos y que nos tomen por necios… El corazón necesita, entonces, distinguir y adorar a cada una de las Personas divinas… Y se entretiene amorosamente con el Padre y con el Hijo y con el espíritu santo; y se somete fácilmente a la actividad del Paráclito vivificador, que se nos entrega sin merecerlo (Homilía “Hacia la santidad”, año 1973)

            Hace unos días tuve la oportunidad de rezar ante el sepulcro de San Josemaría en Roma. Le di las gracias por mi vocación de sacerdote diocesano, y le pedí ayuda para que todos los sacerdotes busquemos solamente la santidad amando a Dios y al prójimo.  Felicidades al Opus Dei por este día de fiesta.

Juan García Inza

juan.garciainza@gmail.com

 

 

 

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