Jueves, 28 de marzo de 2024

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Felicidad y amor

por Juan del Carmelo

La esencia de Dios es el amor, Dios es amor y solo amor…, como reiteradamente se expresa San Juan: “Y nosotros hemos conocido y creído en el amor que Dios nos tiene. Dios es amor, y el que vive en amor permanece en Dios, y Dios en él” (1Jn 4,16). Para seguir avanzando en el contenido de esta glosa, hay que tener presente también otra premisa básica, y esta es que nos dice que Dios nos creó: “Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra”. (Gn 1,27). Pero a diferencia de los ángeles que los creo espíritus puros sin mezcla alguna de materia, a nosotros nos creó materia y espíritu.

 

Si partimos de la base de que Dios es solo Espíritu puro como lo son los ángeles, que carecen de cuerpo material, hemos de llegar a la conclusión que nuestra imagen y semejanza con Dios solo se refiere a nuestra alma, no a nuestro cuerpo material. Salvo los cuerpos de Adán y Eva que directamente fueron creados por Dios, partiendo del polvo y de una costilla de Adán. Todos los demás seres humanos, corporalmente hemos sido engendrados por nuestros padres terrenales. “Entonces Yahvéh Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente”. (Gn 2,7).

 

Por lo tanto, solo es nuestra alma la que tiene la semejanza con Dios y no nuestro cuerpo y si ya hemos dicho anteriormente, que Dios es amor y solo amor, hemos de llegar a la conclusión de que también la esencia de nuestra alma es el amor. Porque nuestra, alma es el fruto de un soplo de amor divino. Al crear el alma humana, el Señor, no solo la formó básicamente de amor, sino que además como expresión de este amor, la dotó de una serie de anhelos e instintos. Concretamente en cuanto a nuestros deseos, el más destacado, es el que todo tenemos de un anhelo, de una felicidad que desconocemos. La felicidad si se trata de la felicidad que esperamos obtener de Dios, está emana directamente del Amor de Dios, forma parte de su esencia.

 

Y si solo se trata de la que denominamos felicidad humana, la única que al margen de la divina, podemos hallar en este mundo, esta, está también íntimamente unida al amor. El amor siempre genera felicidad, y esta generación de felicidad crea en el ser humano un anhelo o deseo de felicidad constante. Su vida en este mundo la pasa buscando felicidad. Pero aquí abajo no la encuentra, porque la felicidad que demanda su corazón, es una felicidad que no encuentra en este mundo, es la felicidad que demanda su alma, la que solo encontrará el día que retorne a su Creador. 

 

            Existen pues, dos clase de felicidades; la que genera, o se genera en la relación de amor de nuestra alma con el Señor, y la felicidad material, que siempre tiene su origen en el placer material Nuestro cuerpo humano, también nos demanda siempre, un algo que nos da placer y que equivocadamente, llamamos amor, mancillando la pureza de este vocablo. Desgraciadamente, el vocablo amor, se utiliza masivamente, para designar el origen de muchas clases de felicidades materiales humanas. Hace ya algún tiempo, al amor que emanaba de Dios, se le denominaba “Caridad”, así por ejemplo seguimos denominándolo al hablar de las tres virtudes teologales: Fe, Esperanza y Caridad, pero el término “caridad”, ha degenerado en su significado y ahora más bien se viene aplicando, casi exclusivamente para individualizar al amor fraternal, y se ha perdido el significado original que hacía solo referencia al Amor de Dios.

 

            Pero centrándonos en el Amor de verdad, el que se genera en el Señor, y del cual nacen todos los demás amores espirituales humanos, hemos de tener en también en cuenta, otra afirmación muy importante de San Juan, en el sentido de que si nosotros amamos es porque Dios nos amó primero, es decir nosotros no generamos amor, solo, lo recibimos de Dios, lo que nosotros llamamos amor  a Dios,  es solo un reflejo del amor que Dios nos tiene, Él nos lo demuestra y nosotros como en un espejo lo reflejamos hacia Él. "… quien teme no ha llegado a la plenitud en el amor. Nosotros amemos, porque él nos amó primero” (1Jn 4,19). Solo Dios como creador absoluto de todo, es la única fuente de amor, de donde emana todo el amor existente en el universo. Nosotros a lo que llamamos “amar a Dios”, es desear el amor de Dios, nosotros solo deseamos. Bien es verdad que este deseo de amar a Dios  cuando lo tenemos inmediatamente está satisfecho, porque Dios tiene sed, de que nosotros tengamos sed de su amor. Y él nos corresponde enseguida, ya que siempre está sediento de nuestro amor. Él tiene sed de nuestro amor.

 

Dios tiene el deseo, de que todos aceptemos su amor para nuestra salvación, porque no nos olvidemos que aquí abajo nos encontramos para superar una prueba, precisamente una prueba, en la que tenemos que demostrar nuestro deseo de amar a Dios; que estamos deseosos de ser eternamente felices en su glorificación. Y esta terrible sed, de nuestro deseo de amor, es un tormento para Dios, porque para Él es una tragedia, tener un inmenso e ilimitado amor a nosotros y no encontrar, suficiente número de personas de las por Él creadas, que tengan a su vez, vivos deseos de recibir su amor.

 

Y si esta es, la tragedia que tiene Dios, por la carencia que tiene de que le manifestemos nuestro  deseo de amarle; nuestra tragedia es otra relacionada con el amor a Dios, me refiero a ese anhelo de felicidad no satisfecha, con el que el hombre transita por este mundo desde su nacimiento, hasta que lo abandona.   

 

Fuimos creados para la felicidad que encontraremos en Dios, y ninguna otra clase de felicidad puede saciarnos, y aunque no lo sepamos, esa es la  clase de felicidad que buscamos. El ansia de felicidad que hay en cada latido de nuestro corazón, y con la cual Dios nos creó, está ahí, Dios nos la puso, y solo Él puede calmarla. Tal como dijo San Agustín: “En tanto seremos felices en cuanto participemos de la felicidad de Dios”. Nunca podremos alcanzar en este mundo, la felicidad para la que estamos hechos. Todo en nosotros aspira a la felicidad; desea reclama y busca la felicidad: es la necesidad irresistible de nuestra naturaleza. Quiérase o no se quiera, sea por deliberación sea por instinto, buscamos siempre nuestra satisfacción, porque Dios ha dispuesto así nuestro ser. La satisfacción en este mundo, la satisfacción en la eternidad; esta necesidad es tan profunda, que solo el infinito puede llenarla. Dios es la felicidad que nos espera. Él es el Todo para todos. Dichoso aquél, que ya en esta vida comienza a degustar esa felicidad.

 

La grandeza de las obras creadas, los espectaculares avances tecnológico, las refinadas técnicas de confort existentes, los cómodos medios de transporte, los placeres en el ejercicio de nuevos deportes, los excitantes viajes de aventuras o de relax, los platos de sofisticados restaurantes, etc… nada absolutamente nada puede llenar, saciar nuestra ansia de felicidad. Nuestra capacidad de recibir felicidad, es tan  grande, Dios nos la ha hecho tan enorme, que no hay nada en la tierra que pueda satisfacerla plenamente. Y Dios nos hizo así porque su amor por nosotros es tan grande, nos ama de tal forma que no quiso encerrar al hombre en su pequeña felicidad humana.

 

Dios sabe perfectamente cuál es nuestro problema. Sabe que la pequeña felicidad terrena jamás nos llenará, y por ello hace lo indecible para que vayamos a Él, porque Él está ansioso de colmarnos con la eterna felicidad, y no solo en el cielo sino también aquí abajo en la tierra, Dios quiere que seamos felices, pero buscando la felicidad dentro de su Plan no por nuestra cuenta marginándolo a Él. Al que así actúa, al que trata de buscar felicidad en el encuentro con Él, Dios le da ya aquí abajo, pequeños anticipos de lo que le espera, y el que los recibe, comprueba que cualquier pequeño anticipo de estos, vale más que toda la posible felicidad que se pueda hallar en la tierra.

 

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

 

Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.

-        Libro. AMAR A DIOS. Isbn. 978-84-611-6450-9.

-        Libro. DEL SUFRIMIENTO A LA FELICIDAD. Isbn. 978-84-609-99-85-0.

-        Amor incomprensible. Glosa del 03-12-09

-        El amor, es y no es. Glosa del 13-06-11

-        Amar y ser amados. Glosa del 20-01-10

-        ¿Pero, es verdad que Dios nos ama? Glosa del 25-04-10.

-        Amor incomprensible. Glosa del 03-12-09

-        Amar y ser amados. Glosa del 20-01-10

-        ¿Pero, es verdad que Dios nos ama? Glosa del 25-04-10

-        Amor de Dios individualizado. Glosa del 27-04-10

-        Mendigo de amor. Glosa del 07-06-11

-        ¿Tiene Dios, sed de nosotros? Glosa del 29-06-11

-        Los goces de amar a Dios. Glosa del 22-07-09

-        Imposible, no amar a Dios. Glosa del 26-07-10

-        Verdaderamente, ¿yo amo a Dios? Glosa del 28-07-10

-        ¿Es puro nuestro amor? Glosa del 14-09-10

-        Sin amor es imposible. Glosa del 14-10-10

-        Querer tener deseos de amarte, Señor. Glosa del 19-12-10

-        Todo lo puede, el que ama al Señor. Glosa del 29-12-10

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