Viernes, 29 de marzo de 2024

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Fátima y los Mártires de España (y 2)

por Victor in vínculis

Publicamos la segunda parte del artículo, escrito por José-Javier Echave-Sustaeta del Villar, coincidiendo con el centenario de las Apariciones de la Virgen a los pastores en Fátima.

EL MENSAJE DE FÁTIMA Y LOS MÁRTIRES DE LA PERSECUCIÓN RELIGIOSA EN ESPAÑA
 

Cardenal Enrique Pla y Deniel

El 22 de agosto de 1940 moría el Cardenal Gomá, que defendió, frente a admiradores del fascismo y nacional socialismo, el espíritu de Cruzada con que se debía afrontar la contienda española.  El nuevo Primado Cardenal Enrique Pla y Deniel, en su primera pastoral sobre: “la recristianización de la diócesis de Toledo”, reconoce: “el reinado y el dominio de la impiedad en gran parte de España, con su cortejo de crímenes durante tres años, no lo dudéis, fue un castigo que Dios permitió por los pecados públicos, cometidos en nuestra España”.

“Recados” de Nuestro Señor a los Obispos de España: “Determinen una reforma del pueblo, del clero y de las órdenes religiosas... Si no atienden mi deseo, Rusia será una vez más el azote con que Dios los castigará de nuevo”.

Lucía escribe al Arzobispo de Valladolid -Mons. Antonio García- confidente de Lucía siendo obispo de Tuy - “Desde el 12 junio de 1941 Nuestro Señor insiste conmigo en que manifieste a V.E. Rvdma. su gran deseo de que los Excmos. y Rvdmos. Señores Obispos de España se reúnan en retiro, y de común acuerdo determinen entre sí los medios a emplear para remediar el relajamiento del pueblo cristiano, la tibieza y frialdad del clero y de gran parte de religiosos y  religiosas… y así recibirían del Divino Espíritu luces y gracias especiales”.

En febrero de 1943 Sor Lucía recibe un segundo “recado” de Nuestro Señor, que trasmite a Mons. García, reiterando su requerimiento de que si los obispos de España “no atienden su deseo, Rusia será una vez más el azote con que Dios los castigará de nuevo… y promete el próximo fin de la guerra en atención al acto que se dignó hacer Su Santidad -el 8 de diciembre de 1942- ,  pero como fue incompleto, queda la conversión de Rusia para más adelante”.

El Arzobispo responde a Lucía: “Ahora es necesario pedir mucho a Nuestro Señor que me ayude a vencer las dificultades que son muchas, sobre todo de parte del Gobierno… las cosas no se pueden hacer siempre cuando uno quiere, sobre todo si dependen de muchas voluntades, o de una voluntad superior que se opone”.

Comenta el P. Alonso que algunos prelados “no habían recibido bien este “recadito”, pero que cuando el Cardenal Segura leyó el documento en el año 1944 en sus célebres conferencias  cuaresmales en la catedral de Sevilla, tuvo resonancia nacional, y comenzó a remediarse el relajamiento y la frialdad motivo de queja de Nuestro Señor, con lo que se evitaría la amenaza de nuevo castigo por parte de Rusia.
 

El peligro era real y se cernía como fatídica espada de Damocles sobre España, pues en 1945, tras la victoria de los aliados en la segunda Guerra Mundial, en Yalta y Postdam Churchill y Roosevelt acordaron con Stalin entregarle el este de Europa, aunque el jerarca soviético pretendía también el otro brazo occidental de su tenaza: la península ibérica, que acababa de perder en 1939.  La política del bloque vencedor con su aliado Rusia, exigiendo a la España de 1945 una democratización liberal, podía abrir la vía hacia su sovietización, pero Dios, por intercesión de la Virgen de Fátima, y el cumplimiento por algunos obispos de los “recados” del Cielo, alejó de España, “por segunda vez” el flagelo comunista.

BAJO LOS DOS BRAZOS DE LA CRUZ HABÍA DOS ÁNGELES, CADA UNO DE ELLOS CON UNA JARRA DE CRISTAL EN LA MANO, EN LAS CUALES RECOGÍAN LA SANGRE DE LOS MÁRTIRES Y REGABAN CON ELLA LAS ALMAS QUE SE ACERCABAN A DIOS

El llamado Tercer Secreto de Fátima -en realidad la tercera parte de un solo y único secreto- contiene, al final, estas tres relevantes y consoladoras afirmaciones: la primera, que, tras la muerte del Obispo vestido de blanco “del mismo modo murieron, unos tras otros, Obispos sacerdotes, religiosos y religiosas y diversas personas seglares, hombres y mujeres de diversa clase y posición”.  La segunda que “la sangre de los mártires fluye de los brazos de la Cruz”; y la tercera que “los ángeles la recogen, y con ella riegan las almas que se acercan a Dios”.

La primera parece reflejar el martirio de la Iglesia de España  en 1936-39 con el sacrificio de sus trece obispos, seis mil sacerdotes y religiosos e innumerables seglares.
 

El 30 septiembre de 1936 Mons. Pla y Deniel, siendo obispo de Salamanca, sin conocer la tercera parte del Secreto de Fátima, había escrito en su famosa pastoral sobre: Las dos Ciudades un texto de similar tenor literal: “¡Cómo han florecido las flores rojas del martirio en nuestra España en los dos meses que llevamos del desencadenamiento del odio comunista en tantas provincias de nuestra Patria!...¡qué reflorecimiento de vida cristiana no es de esperar en la España regada por tanta sangre de mártires, de obispos y sacerdotes, de religiosos y seglares, que han muerto por confesar a Cristo” (Obras. Vol. II, págs. 101 – 102.).

Respecto a la segunda afirmación, el Cardenal Ratzinger dice en su comentario teológico que  “La sangre de Cristo y la sangre de los mártires están aquí consideradas juntas: la sangre de los mártires fluye de los brazos de la cruz. Su martirio se lleva a cabo de manera solidaria con la pasión de Cristo y se convierte en una sola cosa con ella... Así como de la muerte de Cristo, de su costado abierto, ha nacido la Iglesia, así la muerte de los testigos es fecunda para la vida futura de la Iglesia…”.

La tercera afirmación de que los ángeles recogen la sangre de los mártires y con ella riegan las almas que se acercan a Dios nos recuerda que los ángeles son enviados por Dios para que ayuden a los hombres a llegar al Cielo, y dice el mensaje que el medio eficaz con que Dios los provee para ello es “la sangre de los mártires”, con la que deben regar las almas de los que se acercan a Él.

“Del mismo modo murieron unos tras otros Obispos sacerdotes, religiosos y religiosas y diversas personas seglares, hombres y mujeres de diversa clase y posición” (Tercera parte del Secreto de Fátima).

Los caminos de Dios no son los de los hombres. Cuando en 1963, “por razones de oportunidad” se paralizaron los procesos de beatificación emprendidos, se oyeron voces diciendo que en la España de 1936 no podía haber mártires porque había una guerra, pretendiendo ignorar que en el territorio dominado por uno de los bandos en lucha hubo, además de guerra, una cruel persecución religiosa. Pero como tras de tiempos de inoportunidad Dios envía sus tiempos oportunos, en 1987 san Juan Pablo II levantaba la losa de silencio y beatificaba a tres carmelitas de Guadalajara como primeras mártires de la persecución religiosa en España, que a lo largo de los tres decenios transcurridos, a finales del año 2017, se han ampliado ya hasta casi dos millares, 11 de ellos ya canonizados. 

Con la sangre de nuestros mártires de 1936, recogida bajo el ara de la Cruz por los ángeles, se ha regado durante los últimos 80 años las almas de los españoles que se han acercado a Dios, por lo que les debemos justo agradecimiento, pero hoy, sin su invocación y petición de intercesión ante el Rey de los mártires, y sin dejarse regar con su sangre, parece que se afanan en vano quienes pretenden dirigir a “las almas que se acercan a Dios”.

En este centenario de las Apariciones de Nuestra Señora, y en el 81º aniversario del verano de 1936, pródigo en martirios en nuestra persecución religiosa, debemos pedir a Dios -con corazón alegre y voz estentórea, como hizo Haendel en el ¡Aleluya! de su “Mesías” cantando la caída de Babilonia la Grande (Apocalipsis.19, 1-3)-,  que sus ángeles derramen la sangre de nuestros mártires que recogieron en sus jarras sobre las almas de quienes se acercan hoy a Él, para que este acercarse les conduzca al descubrimiento del Amor Misericordioso de Dios manifestado en el Corazón de su Hijo Jesús, al que se llega mediante las gracias que concede por mediación del Corazón Inmaculado de María. Esta es la esperanza cierta que nos trae la profecía del Secreto de Fátima: Satanás no vencerá, y sus maquiavélicos planes serán desbaratados por el triunfo de María, pues “al fin mi Corazón Inmaculado triunfará.


 
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