Viernes, 26 de abril de 2024

Religión en Libertad

«La fe no puede tener la preocupación de no molestar»

Dura crítica del arzobispo Negri: «¿Libertad de educación? El buenismo católico la ha traicionado»

Monseñor Negri ve en el deseo de no molestar un cáncer que convertiría al catolicismo en cómplice de la descomposición social.
Monseñor Negri ve en el deseo de no molestar un cáncer que convertiría al catolicismo en cómplice de la descomposición social.
"Es el enésimo ataque del laicismo dominante; ante este ataque mortal a la libertad de educación será interesante ver ahora la reacción del mundo católico buenista, porque este episodio hay que encuadrarlo en una situación más general de complicidad de buena parte del mundo católico con la ideología dominante": monseñor Luigi Negri, arzobispo de Ferrara-Comacchio, no parece en absoluto sorprendido por la sentencia del Tribunal de Casación, que ha dado la razón al Ayuntamiento de Livorno que exige el pago del ICI [Imposto Comunale Immobili, el IBI en España: impuesto de los ayuntamientos sobre los bienes inmuebles], incluidos los atrasos, a dos colegios católicos.

No es una casualidad que monseñor Negri haya sido protagonista durante varios decenios, al lado de don Luigi Giussani, de la batalla por la libertad de educación que desde siempre distingue al movimiento de Comunión y Liberación: "El Tribunal de Casación -prosigue monseñor Negri- ha confirmado orientaciones surgidas varias veces en los últimos años y ratificadas por las distintas partes. Pero todo esto probablemente no sucedería si entre los católicos no hubiera prevalecido en estos años la idea de que la fe no debe molestar. Y existe el riesgo de que incluso ante este ataque a la raíz de la libertad de educación se busque una cómoda vía de salida".

-¿Cuál?
-En estos días ha sonado dentro de mí una alarma cuando he visto la invitación a un importante encuentro sobre la escuela cuyo título decía “no importa si es estatal o concertada, basta que sea mejor”. Da la sensación de que prevalece el concepto de eficiencia, una posición que contradice 50 años de batallas por la libertad de educación que se fundan, en cambio, en la petición de un auténtico pluralismo de posiciones culturales y, por consiguiente, de múltiples caminos educativos. Porque las posiciones culturales, si no están cotejadas por vías educativas, se endurecen en ideologías y se pierden en lo emotivo. La eficiencia es un salvavidas mezquino; esperemos que el mundo católico serio rechace esta vía de huida hacia la nada. Pero esto confirma el aspecto profético de la última enseñanza de don Giussani, que hace veinte años, y no por casualidad, denunciaba la prevalencia en el mundo católico de una “mediocridad cordial”.

-¿Qué quiso decir?
-Dirigiéndose a los estudiantes universitarios dijo que “nuestro enemigo es una mediocridad cordial que impera entre nosotros en la medida en que nuestra compañía no se convierte en lugar de la memoria de Aquel por el que se vive”. Estaba hablando a jóvenes que, sin embargo, vivían en su ambiente dando testimonio de la presencia de la fe y no buscando la hegemonía, como se dice ahora alguna que otra vez. Estaban educados en usar todo -lecciones, exámenes, todo lo que acontecía- para incrementar la conciencia de la fe, todo servía para madurar la fe en la misión. Porque "la fe se fortalece dándola", como escribió Juan Pablo II en la encíclica Redemptoris Missio. Una frase que estos jóvenes han oído una y otra vez insistentemente en las intervenciones de don Giussani, que precisamente por esto les indicaba el verdadero enemigo que se estaba manifestando.

-¿En qué sentido se trata de una afirmación profética?
-Giussani había intuido con claridad qué es lo que ocurriría al cabo de pocos años. Entonces se hablaba de un mundo post-ideológico, des-ideologizado que, en cambio, sería rápidamente dominado por una de las ideologías más agresivas: la del consumismo, la de los deseos -incluidos los menos nobles- concebidos como derechos, la que habría pedido al derecho y a la tecnociencia las aportaciones para afirmarse con esa terrible fuerza que el Papa Francisco ha recordado en distintas ocasiones con la cortante expresión "pensamiento único dominante". Al final no habría una confrontación en el plano de las ideologías, de las visiones globales, sino este lento agotamiento de la fe que acabaría aceptando la convivencia con esta ideología, aceptando el lugar que la ideologia dominante tecno-cientifista le asignara. Es lo que de hecho ha ocurrido.

A veinte años de distancia de cuando fueron pronunciadas estas palabras parece claro cuál es el espacio que la ideología dominante confía a la Iglesia, a la presencia cristiana, mientras espera verla llegar a su fin casi por eutanasia: el espacio de un buenismo, es el triunfo de la ideología buenista.

-Usted considera que los católicos en esta sociedad ya han izado la bandera blanca.
-Me quedo aterrado -y lo digo conscientemente- cada vez que estoy en contacto con tomas de posición de personalidades cristianas. Intervenciones de lo más previsible: las mismas cosas, cambian sólo los nombres de quienes intervienen. El catolicismo tira cubos de agua buenista a una sociedad que no acepta dialogar sobre los fundamentos, porque los fundamentos son sólo los de esta terrible deriva de carácter individualista-subjetivista; pero es un individualismo y un subjetivismo masificado, fuertemente condicionado por una mentalidad dominante frente a la que nadie plantea objeción.

-Efectivamente, el buenismo parece hoy el rasgo dominante en gran parte del mundo católico.

-El buenista es, por definición, un connivente, un cómplice, porque todo el que quiere dialogar con el mundo -y esto atañe a cualquier hombre de buena voluntad- debe preocuparse ante todo de plantear la cuestión sobre el plano del origen, de los fundamentos de la sociedad. Y en cambio esto está severamente prohibido, no se debe hablar de estas cosas, molestan.

-A veces parece que hay más miedo a crear heridas en la sociedad que preocupación por afirmar la verdad.

-Y esto es aún peor. “No debemos destruir la unidad”, se oye decir. Se da por descontada una unidad previa, como si la sociedad fuese una unidad. La sociedad es un vasto imperio en descomposición que se mantiene unido por el hecho de que no se pueden y no se deben discutir los fundamentos consumistas y tecno-cientifistas, en el que no se deben ni siquiera osar plantear las que Giussani definía como "las grandes preguntas del significado”. Y yo, simple ciudadano, ¿debería plantearme el problema de no dañar esta unidad? ¿Es que Jesucristo se planteó el problema de no dañar la unidad de la sociedad judía, que objetivamente se estaba descomponiendo, dividida como estaba entre los gritos del zelotismo que quería destruir el predominio romano y la connivencia de las castas sacerdotales que eran también castas económicas?

“Todos los que han venido antes de mi son ladrones y bandidos”; me gustaría que esta frase de Nuestro Señor Jesucristo fuera hoy muy comentada, como también otras que hasta ahora no han sido eliminadas del Evangelio y que ratifican la absoluta excepcionalidad del misterio de Cristo… que no es contra nadie; es plenamente el misterio de la grandeza de Dios en el mundo y en la historia. Quien se opone, se opone a Él por sus razones y no me toca a mí juzgar las razones personales con las que uno objeta a la fe. Pero la fe no puede tener la preocupación de no molestar.

-En cambio hoy parece ser ésta la preocupación mayor…
-El catolicismo es el factor más grande de complicidad en esta situación, que parece irreversible. He encontrado una frase que resumía mis apuntes de filosofía en la Universidad Católica: “Dios, sin duda, perdona; la historia, no”. Cuando se escriba la historia de este dramático, convulso y lacerado momento histórico, entonces será muy evidente de qué lado ha estado este catolicismo buenista. El buenismo es el rechazo de la fe, es el abandono de la fe al poder mundano con la esperanza de poder salvaguardar un poco del espacio psicológico, afectivo, de esa religión hecha por uno mismo que justamente el Papa emérito Benedicto XVI ha denunciado en muchas ocasiones.

Artículo publicado originalmente en La Nuova Bussola Quotidiana.
Traducción de Helena Faccia Serrano.


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