Jueves, 02 de mayo de 2024

Religión en Libertad

La vida monástica, de retaguardia a la vanguardia contra el virus: carta del abad general del Císter

La vida monástica, de retaguardia a la vanguardia contra el virus: carta del abad general del Císter
La oración y la celebración de la Eucaristía en los monasterios es ahora de vital importancia

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Mauro-Giuseppe Lepori es el abad general de la Orden Cisterciense y en un extenso y profundo texto enviado a los miembros de su orden reflexiona sobre el papel que monjes y monjas deben desempeñar en este momento de pandemia del coronavirus y la responsabilidad que tienen ahora de pasar de la retaguardia a la vanguardia en la Iglesia ahor que las misas en muchos sitios han sido suspendidas al público y la oración se ha hecho todavía más necesaria.

¿A qué nos está llamando Dios como cristianos y particularmente como monjes y monjas a través de esta prueba universal? ¿Qué testimonio estamos invitados a dar? ¿Qué ayuda específica estamos llamados a ofrecer a la sociedad, a todos nuestros hermanos y hermanas del mundo?, se pregunta el abad general del Císter.

De este modo, señala que “tal vez nuestra primera tarea sea vivir esta circunstancia dándole un significado. Después de todo, el verdadero drama que la sociedad está experimentando actualmente no es tanto o sólo la pandemia, sino sus consecuencias en nuestra existencia diaria. El mundo se ha detenido. Las actividades, la economía, la vida política, los viajes, el entretenimiento, el deporte se han detenido, como para una Cuaresma universal”.

Detenerse para reconocer la presencia de Dios

En su opinión, “el hombre contemporáneo, de hecho, ya no sabe cómo detenerse. Sólo se detiene si es detenido. Detenerse libremente se ha convertido en algo casi imposible en la cultura occidental actual, que además está globalizada”. Pero añade que “incluso nosotros, que vivimos una vocación monástica, quizás de clausura, ¡cuánto nos hemos acostumbrado a vivir como todos, a correr como todos, a pensar en nuestra vida proyectándonos siempre hacia un futuro!”.

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Mauro-Giuseppe Lepori es el abad general de la Orden Cisterciense

Lepori recuerda que “Dios nos pide que nos detengamos para reconocer que su presencia para nosotros llena todo el universo, es lo más importante en la vida, que nada puede superar. Detenerse ante Dios significa reconocer que su presencia llena el instante y por lo tanto satisface plenamente nuestro corazón, en cualquier circunstancia y condición en que nos encontremos”.

¿Qué significa eso en la situación actual? Según el líder cisterciense es poder “vivirla con libertad, a pesar de tener que hacerlo. La libertad no es elegir siempre lo que quieres. La libertad es la gracia de poder elegir lo que da plenitud a nuestro corazón, incluso cuando nos lo quitan todo. Incluso cuando se nos quita la libertad, la presencia de Dios nos preserva y nos ofrece la libertad suprema de poder detenernos ante Él, de reconocerlo presente y amigo

Acoger y adorar no es lo mismo que huir

Por ello, Lepori considera que “reconocer en esta circunstancia una posibilidad extraordinaria de acoger y adorar la presencia de Dios en medio de nosotros no significa huir de la realidad y renunciar a los medios humanos que se ponen en marcha para defendernos del mal. Esto sería un insulto a los que ahora, como todo el personal sanitario, se sacrifican por nuestro bien”.

Por otro lado, insiste en que “también sería blasfemo pensar que Dios nos envía pruebas y luego nos muestra lo bueno que Él es para librarnos de ellas. Dios entra en nuestras pruebas, las sufre con nosotros y por nosotros hasta la muerte en la Cruz. Nos revela de esta manera que nuestra vida, tanto en la prueba como en el consuelo, tiene un significado infinitamente mayor que la resolución del peligro presente”.

A su juicio, “el verdadero peligro que se cierne sobre la vida no es la amenaza de muerte, sino la posibilidad de vivir sin sentido, de vivir sin tender hacia una plenitud mayor que la vida y una salvación mayor que la salud. Esta pandemia, con todos sus corolarios y consecuencias, es entonces una oportunidad para que todos nosotros nos detengamos realmente, no sólo porque estamos forzados,  sino porque hemos sido invitados por el Señor a estar ante Él, a reconocer que Él, en este momento, viene a nuestro encuentro en medio de la tormenta de las circunstancias y de nuestra angustia, proponiéndonos una renovada relación de amistad con Él, con Aquel que es indudablemente capaz de detener la pandemia como calmó el viento, pero que sobre todo nos renueva el don de su presencia amistosa, que vence nuestra fragilidad llena de miedo –"¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!”– y quiere llevarnos inmediatamente al último y pleno destino de la existencia: Él mismo que permanece y camina con nosotros”.

El papel fundamental al que están llamados

Sin embargo, el abad general de la Orden Cisterciense habla de una misión todavía más acuciante en este momento de pandemia: “la ofrenda de la oración, de la súplica que implora la salvación”.

“No nos eligió sólo para rezar, sino para ser oídos siempre por el Padre. Nuestra riqueza es entonces la pobreza de no tener otro poder que el de mendigar con fe. Y éste es un carisma que no se nos da sólo para nosotros, sino para llevar a cabo la misión del Hijo que es la salvación del mundo”, agrega.

El abad general avisa: “En este momento en que la mayoría de los fieles se ven obligados a renunciar a la Eucaristía comunitaria que los reúne en las iglesias, ¡cuánta responsabilidad debemos sentir por las Misas que podemos seguir celebrando en los monasterios, y por el rezo del Oficio Divino que sigue reuniéndonos en el coro! Ciertamente no tenemos este privilegio porque somos mejores que los demás. Tal vez se nos da precisamente porque no lo somos, y esto hace que nuestra mendicidad sea más humilde, más pobre, más efectiva ante el buen Padre de todos. Debemos ser más conscientes que nunca de que ninguna de nuestras oraciones y liturgias deben ser vividas sin sentirnos unidos a todo el Cuerpo de Cristo que es la Iglesia, la comunidad de todos los bautizados que tiende a abrazar a toda la humanidad”.

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