Jueves, 28 de marzo de 2024

Religión en Libertad

¿Estamos mejor que hace 30 años?


¿Estamos mejor que antes? Los datos son preocupantes, para qué engañarnos; pero la sociedad no mejora o empeora siguiendo los impulsos de una mano invisible, ni siquiera las orientaciones a favor o en contra de unos gobernantes.

por José F. Vaquero

Opinión

Ha dado mucho que hablar, para bien y para mal, la frase de Su Majestad resumiendo estos últimos 30 años, desde que Tejero secuestrara el Congreso de los diputados en 1981. Resumir en esa frase la situación actual de España, cosa que no creo que haya pretendido hacer el Rey, es trivializar demasiado este momento de nuestra historia, y simplificar en exceso estas tres décadas largas de democracia.
 
La frase hace pensar. Y contrasta con la famosa copla de Jorge Manrique, “como a nuestro parecer cualquiera tiempo pasado fue mejor”. Hasta en esto parece que España ha cambiado. Tendríamos que seguir leyendo al poeta “No se engañe nadie no, pensando que ha de durar lo que espera más que duró lo que vio”. Los hechos y los dichos pasan, vienen y van, los pintan negros o rosas, cielos o infiernos, maravillosos o desastrosos, y nunca nos ponemos de acuerdo sobre si estamos mejor que antes o vamos de mal en peor.
 
Según quien analice la actualidad, afirman que ningún gobierno como éste ha desarrollado políticas en favor de la sociedad, aumentando las ayudas y subvenciones sociales, o que ningún gobierno ha olvidado tanto a la sociedad para la que gobierna como el actual. Ciertamente políticas sociales ha desarrollado muchas, aunque no está tan claro si para mejorar la sociedad o para mejorar la manipulación de la sociedad. Se gastan enormes cantidades de dinero en ayuda a los desempleados, por citar un ejemplo, pero a mayor velocidad crece el número de los que necesitan estas ayudas por carecer de empleo desde hace largos meses. ¿Estamos mejor que hace 30 años?
 
En otros temas, según la opinión común, la mejora sea evidente: libertad, derechos, madurez democrática. Pero estos principios para ser tales deben cimentarse en la base de una rectitud, honestidad y madurez humana, de un conocimiento profundo de la realidad, de una información completa, y una mayor capacidad de juzgar y decidir libremente. ¿Se da esto, por ejemplo, en el aborto? Todos coinciden en que es un fracaso, y “debería ser” el último recurso, pero ante el dilema sólo algunos grupos pro vida defienden la opción alternativa, seguir adelante con el embarazo y buscar soluciones, ayudas, apoyo, acogida. ¿Más libertad? ¿Más derecho? No parece que estemos mejor en un punto tan crucial y básico como es el derecho a la vida.
 
Si analizamos lecturas sesgadas de la historia (bajo capa de memoria histórica), defensa a ultranza de la tolerancia (siempre hacia mis ideas y nunca de mí hacia opiniones contrarias), ideologización de la educación con asignaturas marcadamente ideológicas y filtrado o manipulación de noticias que aparecen en los medios de comunicación, la supuesta mejora deja mucho que desear.
 
En el amplio campo del bienestar parece que el consenso es mayor, y sí hemos mejorado. Hay muchos más españoles que pueden permitirse unas vacaciones en la playa o un viaje internacional de ocho días durante el verano. Hay más personas, y más familias, que acuden a lugares de ocio, desde pistas de esquí hasta parques temáticos, rutas gastronómicas o simples comidas y cenas fuera de casa. Sin embargo, ese “estar mejor” no nos satisface. Es epidérmico, exterior, y se trata más de hacer cosas interesantes que personalmente mejor. Haciendo más cosas, divirtiéndonos más, no somos necesariamente mejores. El ser humano, en su corazón, anhela ser mejor, vivir mejor, crecer como personas. Y a ese nivel es secundario un fin de semana en una casa rural o un domingo en familia.
 
En este nivel más profundo se mueve por ejemplo la amistad, la familia, el matrimonio. Y aquí creo que no estamos mejor. El alto número de divorcios es preocupante. Y más allá de la connotación religiosa, refleja un problema humano serio: el compromiso entre dos personas, ese “sí quiero” significa en la mitad de los casos un sí quiero mientras me sienta bien contigo, sí quiero mientras no tengamos ningún problema,sí quiero mientras el dolor no toque a nuestras puertas, sí quiero mientras no tenga que renunciar a mi egoísmo por construir juntos un futuro común. Y esta problemática se traduce en familias rotas y rehechas, en hijos que viven entre dos fuegos (el del padre y el de la madre), sin entender por qué no tienen un padre y una madre que se quiran y se amen con totalidad.
 
¿Estamos mejor que antes? Los datos son preocupantes, para qué engañarnos; pero la sociedad no mejora o empeora siguiendo los impulsos de una mano invisible, ni siquiera las orientaciones a favor o en contra de unos gobernantes. La sociedad mejora cuando sus ciudadanos, cada uno de nosotros, mejoramos y crecemos en aquello que nos hace hombres: el amor a los demás, sustentado en el amor a Dios.
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