Miércoles, 24 de abril de 2024

Religión en Libertad

Los 7 mártires de Canet de Mar podrían ser 8: estudian unos restos, quizá del hermano Román Heras

P.J. Ginés/ReL

Román Heras tenía 22 años cuando desapareció en la montaña cercana a Canet de Mar, cuando huía de los milicianos el 4 de agosto de 1936
Román Heras tenía 22 años cuando desapareció en la montaña cercana a Canet de Mar, cuando huía de los milicianos el 4 de agosto de 1936

"Hace un tiempo se encontraron unos restos humanos en el bosque, sobre lo que hoy es el parque natural del Montseny, y fueron ubicados en alguno de los ayuntamientos de la zona», ha declarado a Diario Palentino el padre Francisco Blanco, de los Misioneros del Sagrado Corazón de Canet de Mar.

Ahora los religiosos han pedido al juzgado número 4 de Arenys de Mar (Gerona) que confirme con pruebas forenses y de ADN si podría tratarse de los restos del joven religioso Román Heras de Arriba, que se perdió en la montaña la noche del 4 de agosto de 1936, cuando intentaba escapar de los milicianos republicanos, huyendo con compañeros de Canet de Mar

Otros 7 compañeros que escaparon con él esa noche fueron detenidos después de casi dos meses de fuga campo a través y fusilados todos juntos el 29 de septiembre por unos 15 milicianos junto a una casita en ruinas cerca de una carretera, a poca distancia de la población de Serinyà. Habían recorrido unos 70 kilómetros desde Canet y estaban a unos 15 kilómetros de la frontera francesa

Son los llamados 7 mártires beatos de Canet de Mar: cinco eran naturales de distintos pueblos de Castilla y León (el padre Antonio Arribas, el padre Abundio Martín, los religiosos José del Amo, Gumersindo Gómez y Jesús Moreno Ruis), el sacerdote José Vergara, oriundo de un pueblo de Navarra, y el único catalán era José Oriol Isern Masó, sacerdote y profesor. Todos eran jóvenes: tenían entre 20 y 28 años.

Fueron beatificados el 6 de mayo de 2017 en la catedral de Gerona, en una ceremonia presidida por el cardenal Amato. Sus cuerpos descansan ahora en el Santuario del Sagrado Corazón de Barcelona, junto al colegio San Miguel de los misioneros del Sagrado Corazón.

Román quería ser sacerdote desde muy joven... casi lo deja

En la Pequeña Obra de Canet de Mar había muchos niños y adolescentes llegados de Asturias, Navarra y Castilla la Vieja para estudiar con los Misioneros del Sagrado Corazón. Román Heras de Arriba tenía 22 años cuando desapareció. Había entrado muy joven en la Pequeña Obra con la intención de ser sacerdote. Según un testimonio recogido en la revista Madre y Maestra en 1996 por Manuel Rodríguez García (y en la XXIV Sessió d'Estudis Mataronins, de 2007), "acomplejado por un defecto de dicción y un carácter tímido e introvertido, había vuelto a casa [a Velilla de la Peña, en Palencia]. Más adelante, solicitó la readmisión como hermano coadjutor. Había hecho profesión religiosa el 6 de diciembre de 1931".

Fotos de la beatificación de los 7 mártires de Canet (en la catedral de Gerona, aunque los restos descansan en Barcelona)

La noche de la fuga, en dos grupos

Un miliciano encargado de vigilar a los religiosos mientras aún estaban ellos a cargo de los niños de la Pequeña Obra, les avisó -afirmando ser contrario a la violencia- de que el Comité de Guerra de Canet de Mar había decidido ejecutarlos. Hay quien sospecha que los mismos milicianos querían hacerlos huir para poder matarlos "a la fuga". En la noche del 3 al 4 de agosto se escaparon, organizados en dos grupos. Dejaron en el colegio al anciano padre Vicente Casas, de 84 años, que fue protegido por vecinos de Canet y murió de causas naturales un mes antes de la llegada de las tropas nacionales.

Uno de los grupos era el de los jóvenes, los "7 beatos mártires de Canet de Mar" que hemos enumerado. Desde esa noche hasta el 28 de septiembre estuvieron dirigiéndose hacia el norte, a veces acogidos en masías, otras veces escondidos en minas o durmiendo en el bosque bajo la lluvia. Llegaron a la masía de Can Montròs, cerca de la frontera, pensando que les acogerían bien, como en otras antes. Pero el dueño era el jefe de los milicianos de Begudà. Los detuvieron y fusilaron al día siguiente cerca de Serinyà.

El segundo grupo estaba formado por el joven Román Heras, tres sacerdotes de los Misioneros, de edad más madura, y el capellán del santuario de la Misericordia, mosén Àngel Domènech Vendrell. El joven Román se perdió enseguida esa misma noche separándose del grupo en las montañas que rodean Canet. En cambio, los tres misioneros lograron esconderse en una masía y, más adelante, camuflarse en Barcelona.

La ejecución con gasolina de Àngel Doménech, quemado vivo

Àngel Doménech, que según parece sufría de asma, no pudo seguir la fuga, volvió a Canet y pronto lo detuvieron y asesinaron, al parecer quemado vivo en la riera de Sant Pol (BOEOG, testimonio de noviembre de 1942). Desde el Centre d'Estudis Canetenc, Sergi Alcalde i Vilà lo ha registrado así: “Quizá la muerte más traumática fue la del capellán custodio del Santuario, Angel Doménech Vendrell, a quien quemaron vivo cerca de la riera de Sant Pol de Mar. Y aunque no aparece escrito en los informes, parece ser que primero le hicieron sacar los zapatos que eran bastante nuevos. Después le obligaron a beber gasolina de un pequeño deposito que llevaba de repuesto el coche con que se lo llevaron, y posteriormente le prendieron fuego. Después del sufrimiento, le dieron el tiro de gracia, y lo colgaron cabeza abajo de un árbol cerca del mismo sitio". Doménech Vendrell no ha sido beatificado aún.

Mientras los tres Misioneros del Sagrado Corazón se ocultaban en la masía, los dueños les informaron de que habían detenido y liquidado a un fraile en Hortsavinyà, en la montaña, a unos 12 kilómetros de Canet. Supusieron que se trataba del hermano Román Heras.

Ahora, 82 años, hay unos restos mortales para examinar. ¿Se tratará del joven religioso? Los Misioneros del Sagrado Corazón de Canet de Mar han contactado con sus parientes en Velilla de la Peña (Palencia), Valladolid y Galdácano (Vizcaya) para intentar obtener pruebas de ADN a fin de cotejarlos con los restos hallados.

"Hay que tener prudencia porque estos procesos son largos", explica el padre Francisco Blanco al Diario Palentino. 

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