Viernes, 29 de marzo de 2024

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Y escribir, ¿sabía Jesús escribir?

por En cuerpo y alma

 
            Sí Jesús leía o no ya hemos tenido ocasión de analizarlo. La pregunta ahora es: ¿pero escribía Jesús? Porque aunque hoy día leer y escribir son dos habilidades imprescindibles que vemos producirse en los niños de corta edad, y lo que es más relevante, de manera casi simultánea, en los tiempos de Jesús y tanto en Palestina como en cualquier otro lugar del mundo, no iban necesariamente unidas. Es más, con toda probabilidad, el porcentaje de aquéllos que pudiendo leer no eran capaces de escribir era muy alto, buena prueba de lo cual, y sin salir de los propios evangelios, que nada menos que toda una prestigiosísima profesión muchas veces mencionada en los libros santos del cristianismo, sea, precisamente, la de aquéllos que sabían escribir, esto es, los escribas.
 
            ¿Sabía, pues, escribir Jesús? La primera respuesta podría ser un tímido no. Escribir es una facultad reservada a muy pocos en el contexto en el que Jesús vivió, quizás ni siquiera un 10% de la población. De hecho, el evangelio de Juan recoge el asombro de los que le escuchan en Jerusalén con estas palabras:

            "Los judíos asombrados decían: '¿Cómo entiende éste de letras sin haber estudiado?" (Jn. 7, 15).


            Sin embargo, una serie de datos parecen inclinar la balanza a favor de que Jesús sí escribía. El primero es el hecho indiscutible de que Jesús sabía leer, lo que parece allanar mucho el camino hacia el hecho de que también supiera escribir.

            Y el segundo, mucho más explícito, es un texto de Juan que se muestra revelador al respecto: en el momento en el que está a punto de salvar la vida de la adúltera a la que sus compatriotas quieren apedrear, nos cuenta el evangelista que 
“Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra” (Jn. 8, 6).
 
Cristo y la adúltera. Tintoretto.
            Texto que deberíamos aceptar como prueba definitiva. Y eso que, sin mayor argumento a mi entender, son muchos los exégetas que se han mostrado críticos con el significado de la palabra utilizada por el evangelista. Sólo a modo de ejemplo, citaré aquí lo que dice un autor no precisamente sospechoso, el sacerdote Armand Puig en su libro “Jesús, una biografía”, el cual se limita a repetir el argumento, no por afortunado escasísimo de lógica, emitido antes que él por tantos otros autores más escépticos, y repetido por todos como papagayos.
 
            “En cambio, no demuestra nada el episodio de la mujer adúltera donde se afirma que ‘Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra’. Se trata de una frase elíptica [sic] ya que no especifica qué escribía exactamente: ¿palabras?, ¿signos alusivos a los pecados ocultos de los acusadores de la mujer?, ¿rayas sin sentido que mostraban su disgusto por la pena de muerte que reclamaban para ella?” (op. cit. Pag. 187).
 
            Un argumento que es idéntico al que me autorizaría a mí a preguntarme si el libro escrito por Puig que yo leo y transcribo a Vds. ha sido escrito por él o simplemente dibujado. O también, por qué no se aplica al versículo en el que Lucas nos presenta a Jesús leyendo y a tantos otros versículos en los que Jesús aparece desarrollando cualquier otra habilidad.
 
            Vale aquí, también, para apoyar la tesis según la cual Jesús sabía escribir, la prueba de la que nos valimos cuando nos preguntábamos si Jesús sabía leer, a saber, que muchos de los que le rodeaban y le obedecían supieran escribir, como fehacientemente demostraron. Así Mateo, ni siquiera porque escribiera todo un evangelio, sino porque era recaudador de impuestos, una profesión que no podría haber desarrollado sin saber leer y escribir. Y con él todos los discípulos que dejaron obra escrita: Pablo, por descontado (aunque no llegara a conocer a Jesús); Pedro, autor de dos cartas; Juan, autor de un evangelio, el Apocalipsis y tres cartas; Judas, autor de una carta; Santiago, autor de una carta, etc…
 
            A más a más, una tradición antigua y consolidada, del s. III como tarde pues ya la recoge Eusebio de Cesarea en su Historia Eclesiástica escrita hacia el 325 d. C., presenta una correspondencia epistolar entre Jesús y el rey Abgar de Edesa, ciudad siria en la que existió desde temprano una comunidad cristiana, correspondencia a la que Eusebio se refiere con estas palabras:
 
            “Le hizo [Jesús] el honor [a Abgar de Edessa] de una carta de su puño y letra”.
 
            Que un apócrifo del s. III relativamente extendido hable de que Jesús sabía escribir no demuestra fehacientemente ni muchísimo menos que lo hiciera, pero sí con toda claridad que esa es la impresión que tenían cristianos históricamente hablando muy cercanos a su figura.
 
            Dicho todo lo dicho, la sensación que queda después de leer pausadamente los evangelios, es la de que Jesús no sólo leía, algo que es muy difícil de rebatir, sino la de que también escribía.
 
                Dedico este artículo a Fernando Aguirre, a María de Betania y a Daniel Iglesias, sagaces comentaristas de esta columna, que en el artículo en el que me preguntaba sobre si sabía leer Jesucristo, ellos, un paso por delante, ya avanzaban que cómo no iba a saber sabiendo también escribir.

 
 
            ©L.A.
            encuerpoyalma@movistar.es
 
 
 
 
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