Miércoles, 24 de abril de 2024

Religión en Libertad

San Mateo (5,1316)

Por las buenas obras den gloria al Padre que está en el cielo

ReL

Sal y Luz de la tierra.
Sal y Luz de la tierra.

Isaías (58,710)

Así dice el Señor: «Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al que ves desnudo, y no te cierres a tu propia carne. Entonces romperá tu luz como la aurora, en seguida te brotará la carne sana; te abrirá camino la justicia, detrás irá la gloria del Señor.

Entonces clamarás al Señor, y te responderá; gritarás, y te dirá: "Aquí estoy." Cuando destierres de ti la opresión, el gesto amenazador y la maledicencia, cuando partas tu pan con el hambriento y sacies el estómago del indigente, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía.»

Salmo  111,4-5.6-7.8a.9

En las tinieblas brilla como una luz
el que es justo, clemente y compasivo. 
Dichoso el que se apiada y presta, 
y administra rectamente sus asuntos. 

El justo jamás vacilará, 
su recuerdo será perpetuo. 
No temerá las malas noticias, 
su corazón está firme en el Señor. 

Su corazón está seguro, sin temor. 
Reparte limosna a los pobres; 
su caridad es constante, sin falta, 
y alzará la frente con dignidad. 

Primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (2,1-5)

Yo, hermanos, cuando vine a vosotros a anunciaros el misterio de Dios, no lo hice con sublime elocuencia o sabiduría, pues nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y éste crucificado. Me presenté a vosotros débil y temblando de miedo; mi palabra y mi predicación no fue con persuasiva sabiduría humana, sino en la manifestación y el poder del Espíritu, para que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.

Evangelio según san Mateo (5,1316)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.»

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