Viernes, 29 de marzo de 2024

Religión en Libertad

an Marcos 5,1-20

Vete a casa y anuncia a los tuyos lo que el Señor ha hecho contigo

ReL

Déjanos ir y meternos en los cerdos.
Déjanos ir y meternos en los cerdos.

Evangelio según san Marcos 5, 1-20


En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a la orilla del lago, en la región de los gerasenos.

Apenas desembarcó, le salió al encuentro, desde el cementerio, donde vivía en los sepulcros, un hombre, poseído de espíritu inmundo; ni con cadenas podía ya nadie sujetarlo; muchas veces lo habían sujetado con cepos y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba los cepos, y nadie tenía fuerza para domarlo.

Se pasaba el día y la noche en los sepulcros y en los montes, gritando e hiriéndose con piedras.

Viendo de lejos a Jesús, echó a correr, se postró ante él y gritó a voz en cuello:

«¿Qué tienes que ver conmigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Por Dios te lo pido, no me atormentes.»

Porque Jesús le estaba diciendo: «Espíritu inmundo, sal de este hombre.»

Jesús le preguntó: «¿Cómo te llamas?»

Él respondió: «Me llamo Legión, porque somos muchos.»

Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca. Había cerca una gran piara de cerdos hozando en la falda del monte.

Los espíritus le rogaron: «Déjanos ir y meternos en los cerdos.»

Él se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y la piara, unos dos mil, se abalanzó acantilado abajo al lago y se ahogó en el lago.

Los porquerizos echaron a correr y dieron la noticia en el pueblo y en los cortijos. Y la gente fue a ver qué había pasado.

Se acercaron a Jesús y vieron al endemoniado que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio. Se quedaron espantados. Los que lo habían visto les contaron lo que había pasado al endemoniado y a los cerdos. Ellos le rogaban que se marchase de su país.

Mientras se embarcaba, el endemoniado le pidió que lo admitiese en su compañía. Pero no se lo permitió, sino que le dijo: «Vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo por su misericordia.»

El hombre se marchó y empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; todos se admiraban.


Señor Jesús, cuánto esperamos que llegues a nuestra orilla, pues siempre nos haces falta.

Cierto que nos ofreces tu gracia, tu ayuda sobrenatural; contamos con la intercesión de los ángeles y los santos.

Pero las fuerzas del mal, que sin verlas constantemente nos atacan, superan nuestra capacidad para vencerlas por nosotros mismos.

Como todos los días, pero hoy con más urgencia, te presentamos a nuestros hermanos emigrantes que en busca de paz cruzan el mar desde su orilla a otra desconocida. Jesús Bueno, líbralos de los demonios de las mafias que les acechan, a mayores y niños, para hacer con ellos lo que es abominable a tus ojos.

Madre de misericordia, acude a defender a tus hijos en peligro.

Triunfe tu gracia en nosotros, Jesús, para que todos podamos proclamar tus maravillas.

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