Martes, 23 de abril de 2024

Religión en Libertad

Elecciones y derechos humanos


Si se quiere tener buenas relaciones con otra institución, no es un buen sistema pegarle todas las patadas posibles en la espinilla, como ha hecho el Gobierno con su legislación anticristiana contra la Iglesia.

por Pedro Trevijano

Opinión

Ante las próximas elecciones los Obispos de la Provincia Eclesiástica de Madrid han publicado una Nota sobre las próximas elecciones. Mi impresión es que los obispos, nos piden a los católicos que votemos, como es lógico, en coherencia con nuestra fe, y que tengamos para ello en cuenta los derechos humanos.

Desde el siglo XIX  ha habido y hay una gran discusión sobre si el Derecho se fundamenta en la Ley Natural o en el Estado. La concepción positivista y relativista, que defiende que los derechos humanos son concesión del Estado, cayó en profundo descrédito tras la llegada legal de Hitler al poder y  los crímenes de la Segunda Guerra Mundial que sus autores trataron de justificar por la obediencia debida. Esta situación dio nueva fuerza a la concepción que defiende la Ley y el Derecho Natural, que llevó a promulgar la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, en los que se decía que todos los miembros de la familia humana poseemos una dignidad intrínseca y unos derechos iguales e inalienables, derechos expresados a lo largo de los treinta artículos de la Declaración. Pero el paso del tiempo y el ateísmo de nuestros gobernantes y de otros muchos han vuelto a dar fuerza a la concepción positivista, que tiene la ventaja para el gobernante que le permite hacer lo que dé la gana olvidándose de valores y principios morales, que para los positivistas no dejan de ser “reliquias ideológicas y vestigios del pasado”, según la conocida frase de Rodríguez Zapatero.

No es por ello extraño que nuestros obispos salgan en defensa de los derechos humanos que están más en peligro: defender a estas fechas que las mujeres tengan derecho a voto o puedan estudiar en la Universidad no tiene sentido, pero sí lo tiene defender los siguientes principios, que son también derechos humanos:

1) el derecho a la vida del que la Declaración dice en su artículo 3: “Todo individuo tiene derecho a la vida”, artículo cuestionado por los defensores del aborto, de la eutanasia y del terrorismo. 
 
2) El derecho a la libertad religiosa, lo que supone entre otras cosas el derecho a mantener el crucifijo en los lugares públicos, según la reciente sentencia del Tribunal de Estrasburgo. Recordemos las prisas de los laicistas en intentar suprimir el crucifijo de los lugares públicos tras la primera sentencia, pues ahora lo que dijeron  los laicistas puede y debe ser utilizado en su contra. El artículo 18 de la Declaración dice: “Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión”. Está claro que actos como la profanación de la capilla de Somosaguas o el cierre del Valle de los Caídos son una clara violación de la libertad religiosa.
 
3) “La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado” (art. 16-3). La ideología de género que es la ideología oficial del PSOE (ver Ley Orgánica 2/2010 de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo), trata de proteger a todos los tipos de familia menos al que nosotros llamamos familia natural o normal, porque ésta, según esa ideología, favorece la opresión de la mujer por el varón.
 
4) “Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos” (art. 26-3), confirmado por el art. 27-3 de nuestra Constitución: “Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones”.
 
Los obispos también dicen que “se ha de promover un orden económico justo”. A esto hacen referencia varios artículos de la Declaración como el 17, 22, 23, 24 y 25. Desde luego no es nada inteligente, especialmente en tiempos de crisis económica  combatir a la familia y a la Iglesia, dos instituciones que tanto están haciendo para amenguar los efectos de la crisis económica.
 
Por último a mí no me inspira ningún aprecio un individuo como Rodríguez Zapatero que califica al terrorista Otegui de hombre de paz, que califica a una víctima del terrorismo, Pilar Baglieto, de representar al pasado mientras una abogada batasuna es el futuro, y que hacen decir a Ortega Lara y a muchas víctimas del terrorismo que el gobierno está más cerca de los terroristas que de las víctimas.
 
Quiero recordar además que si se quiere tener buenas relaciones con otra institución, no es un buen sistema pegarle todas las patadas posibles en la espinilla, como ha hecho el Gobierno con su legislación anticristiana contra la Iglesia.   

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