Viernes, 29 de marzo de 2024

Religión en Libertad

Isabel colabora en muchos proyectos en Puerto Príncipe

«El sufrimiento no es algo malo que nos pasa, sino una lección que no hay que saltarse»

Isabel Solá es una joven misionera española que vivió el terremoto de Haití, apenas pudo salvar a nadie, y se enfadó con Dios. Pero los haitianos, en cambio, cantaban "gracias, Señor". Ellos cambiaron su visión del sentido de la vida.

P.J.G./ OMPress / ReL

Isabel Solá
Isabel Solá
Isabel Solá es una joven religiosa española de Jesús-María, destinada en Puerto Príncipe, Haití, desde 2008. Con su compañera de comunidad, Vivian, de EEUU, está volcada en muchas tareas en el país más pobre de América: forman maestros para escuelas rurales muy pobres a 30 km de la capital, se encargan de alimentar a los niños y con la ayuda de la ONG marista SED construyen las escuelas.

También han trabajado en un taller de prótesis y rehabilitación de amputados, con la ayuda de amigos médicos españoles que le envían el material desde España. La FERE (Federación Española de Religiosos de la Enseñanza) les financian la construcción de la escuela primaria y profesional de su Parroquia Sacre Coeur, dan catequesis a los matrimonios, forman profesores en la parroquia y apoyan unos microcréditos llamados "Ti komes devan kayla", que significa "pequeño comercio delante de casa". "Con ese microcrédito desbloquean un negocio y procuramos que con una formación intensiva sobre negocio familiar se vuelvan independientes y el negocio fructifique", explica.

Nadie puede acusar a Isabel de ser una persona inactiva, derrotista, parada: su actividad es incesante.

Por eso impresiona su reflexión sobre el misterio del mal y del dolor, fruto de su experiencia durante el terremoto.

"Para poder vivir en Haití, tuve que comprender y aceptar que no estaba aquí para salvar a nadie o para cambiar nada; el único que salva es Jesús", escribe esta religiosa implicada en mil tareas.

"Por muchos proyectos, trabajos, planes que esté llevando adelante, al final lo más importante es lo que somos y no lo que hacemos. No creo que Dios me haya mantenido con vida solo para hacer algo… porque yo no puedo salvar nada ni a nadie pero puedo ser una hermana para mis hermanos. Mi misión en esta vida no es hacer y hacer, sino ser y ser", escribe en una carta que difunden sus hermanas y las Obras Misionales Pontificias.

"El único que salva es Jesús", continúa. "No me podía imaginar que me iba a tocar sobrevivir una de las mayores catástrofes de la historia y que esto cambiaría radicalmente mi concepción de la vida, del sufrimiento, de la muerte y de la fe. Después de vivir algo así, he experimentando cada día como un regalo de Dios y que no merecemos nada, todo es don, tanto lo que consideramos bueno como lo malo. Que el sufrimiento no es algo malo que nos ocurre, sino una lección que no hay que saltarse porque nos hace más humanos y menos ambiciosos".

La misionera se rebelaba, pero los haitianos cantaban "Gracias, Señor"
"Tras el terremoto, la tentación del desaliento y de la queja a Dios era enorme", escribe Isabel, que antes había sido misionera en África. "Estuve muy triste, desanimada, chocada y rebelde. Me reprochaba a mí misma haber salido con vida y como muchos, me preguntaba por qué Dios permitía algo así en un pueblo tan castigado a lo largo de la historia. Pero el pueblo haitiano nunca tuvo esa reacción. Rezar, aceptar, cantar y pedir fortaleza: esa ha sido su reacción. En lugar de quejarse y rebelarse, han pedido coraje y fuerza para llevar el sufrimiento. Tanto sufrimiento ha hecho de ellos un pueblo tremendamente humano, humilde y valiente. Entre los escombros volvían a plantar sus sombrillas para seguir vendiendo y ganarse la vida. La vida continúa y Dios está con nosotros. Esa era su única certeza. Mientras yo me lamentaba, ellos seguían caminando. Los escuche cantar con lagrimas “¡Gracias, Señor!”, y eso desmontó todos mis esquemas, aun sin acabarlo de entender. No sé por que, pero aunque mi cabeza no lo entiende, mi corazón, sí".

Aprender del sufrimiento; "venid y lo veréis"
"No deseo el sufrimiento a nadie, por supuesto", puntualiza, "pero como el sufrimiento es inevitable, lo que quisiera es que aprendiéramos las lecciones que éste nos da de humanidad, humildad y simplicidad que es lo que verdaderamente necesitamos para ser felices".

"Pensareis que cómo puedo seguir viviendo en Haití, entre tanta pobreza y miseria, entre terremotos, huracanes, inundaciones y cólera... Lo único que podría decir es que Haití es ahora el único lugar donde puedo estar y curar mi corazón. Haití es mi casa, mi familia, mi trabajo, mi sufrimiento y mi alegría, y mi lugar de encuentro con Dios. Y si no… venid y lo veréis.

Isabel publicó su crónica-testimonio explicando como vivió el terremoto en el blog sobre Haití de las religiosas de Jesús María ( http://todosconhaiti.blogspot.com )
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