Viernes, 29 de marzo de 2024

Religión en Libertad

El ser humano y los valores morales en Economía


Qué duda cabe que la pérdida de valores morales, la falta de honradez, la codicia, la corrupción son las causas principales de la crisis económica.

por Pedro Trevijano

Opinión

Ya en el año 2000, en el libro “Luz del mundo”, Ratzinger señalaba así el origen de la miseria: “La miseria se produce por la quiebra de la moral”… “La miseria no procede de las familias grandes, sino de la procreación irresponsable y desordenada de hijos que no conocen al padre y a menudo tampoco a la madre y que, por su condición de niños de la calle, se ven obligados a sufrir la auténtica miseria de un mundo espiritualmente destruido”… “No generan miseria aquéllos que educan a las personas para la fidelidad y el amor, para el respeto a la vida y a la renuncia, sino los que nos disuaden de la moral”… “La miseria procede de la desmoralización de la sociedad, no de su moralización”.

Qué duda cabe que la pérdida de valores morales, la falta de honradez, la codicia, la corrupción son las causas principales de la crisis económica. “En efecto, la economía tiene necesidad de la ética para su correcto funcionamiento, no de una ética cualquiera, sino de una ética amiga de la persona” (Benedicto XVI. Encíclica “Caritas in Veritate” nº 45. Las citas las vamos a tomar de esta Encíclica). “Los costes humanos son siempre también costes económicos y las disfunciones económicas comportan igualmente costes humanos” (nº 32). “El sector económico no es ni éticamente neutro ni inhumano ni antisocial por naturaleza. Es una actividad del hombre y, precisamente porque es humana, debe ser articulada e institucionalizada éticamente” (nº 36). “Las causas del subdesarrollo no son principalmente de orden material. Ante todo (está) en la voluntad, que con frecuencia se desentiende de los deberes de la solidaridad” (nº 19). “El primer capital que se ha de salvaguardar y valorar es el hombre, la persona en su integridad, pues el hombre es el autor, el centro y el fin de toda la vida económico-social” (nº 25).

Pero es evidente que “mucho depende del sistema moral de referencia. Sobre este aspecto, la doctrina social de la Iglesia ofrece una aportación específica, que se funda en la creación del hombre ‘a imagen de Dios’ (Gén 1,27), algo que comporta la inviolable dignidad de la persona humana, así como el valor trascendente de las normas morales naturales. Una ética económica que prescinda de estos dos pilares correría el peligro de perder inevitablemente su propio significado” (nº 45). “El desarrollo es imposible sin hombres rectos, sin operadores económicos y agentes políticos que sientan fuertemente en su conciencia la llamada al bien común. Se necesita tanto la preparación profesional como la coherencia moral” (nº 71). “Dios es el verdadero garante del desarrollo humano y cuando el Estado promueve, enseña, o incluso impone formas de ateísmo práctico, priva a los ciudadanos de la fuerza moral y espiritual para comprometerse en el desarrollo humano integral y les impide avanzar con renovado dinamismo en favor de una respuesta humana más generosa” (nº  29). Sólo teniendo en cuenta la dimensión trascendente de la persona, podemos lograr un desarrollo humano integral
En España estos peligros se han hecho realidad. No sólo el Gobierno presume, como ha hecho Zapatero de su ateísmo y su no creencia en los valores permanentes de la Ley Natural, sino que combate con todas sus fuerzas a sus aliados naturales en la crisis económica, como son la familia y la Iglesia, que tan gran ayuda le prestan en estos momentos difíciles, atenuando las consecuencias de la situación económica. Pero cuando uno se desnorta acaba haciendo verdaderos disparates, como el que está en el Anteproyecto de Ley de Igualdad de Trato y no Discriminación que pretende que la carga de la prueba corresponda al acusado y no al acusador, según acaba de denunciar la Defensora del Pueblo en funciones. Estudié Derecho en tiempos de Franco y por supuesto me enseñaron que correspondía al acusador probar la culpabilidad,  no al revés. Lo único que se me ocurre ante esto es: ¡Pobre España, quiénes nos están gobernando!
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