Viernes, 19 de abril de 2024

Religión en Libertad

El islam, del fracaso total a la gran amenaza


Salvo rarísimas excepciones, todos los países musulmanes, aun los más prósperos y técnicamente modernizados, son, como poco, férreas dictaduras familiares o clericales donde no hay la mínima libertad religiosa o social.

por Vicente Alejandro Guillamón

Opinión

Los medios informativos nos traen a diario estampas aterradoras sobre el gran éxodo de cientos de miles o millones de seres humanos o de terribles tragedias en el Mediterráneo. Son, nos dicen, gentes, familias enteras desesperadas que huyen de las guerras o la inquisición impuestas por islamistas fanáticos, prueba incontestable del fracaso total del islam para adaptarse y convivir pacíficamente en el mundo moderno.

El islam, allí donde domina, crea una sociedad intolerante y absolutista, incompatible con otros modelos sociales. No hace falta esforzarse demasiado para llegar a esta conclusión. Sólo hace falta echar un vistazo a la redondez del planeta para comprobarlo. Salvo rarísimas excepciones, como Marruecos o Jordania, que pueden considerarse algo más abiertos aunque sin excederse, todos los países musulmanes, aun los más prósperos y técnicamente modernizados, son, como poco, férreas dictaduras familiares o clericales donde no hay la mínima libertad religiosa o social, con las mujeres como seres de segunda categoría.

La gran tragedia que estamos viendo en Oriente Medio y el Mediterráneo tiene su origen en el islam. Islámicos son los fanáticos que provocan el éxodo. Islámicos los que trafican con seres humanos, haciendo negocio con la angustia de las gentes, hacinadas en embarcaciones inverosímiles. Islámicos la mayoría de los que huyen del espanto de la guerra y la crueldad de los yihadistas, aunque los cristianos sean los primeros en ser perseguidos, expoliados y asesinados.

El islam es como el viejo comunismo soviético: totalitario, excluyente y perseguidor de todo aquel que discrepe, aunque sea mínimamente, de la ortodoxia y la praxis oficial. El sovietismo también se declaró incompatible con el mundo moderno, pero ante su rotundo fracaso en la carrera tecnológica que le impuso aquel gran presidente americano, Ronald Reagan (con la ayudita del Papa Juan Pablo II), se hizo vegetariano. A la fuerza ahorcan.

Aún quedan reductos importantes de aquel inmenso imperio rojo jamás nunca visto, pero por mucho que se resistan ciertos dinosaurios como los Castro o la oligarquía comunista china, o pretendan reverdecer sus laureles algunos chiquilicuatres, como la tropilla de Podemos en España, lo cierto es que las cartas están definitivamente echadas. Frente al islam o frente o los neocomunistas a lo Maduro, Evo Morales o Pablito Iglesias.

El que llamamos mundo moderno, no es que sea la maravilla de las maravillas, porque moralmente presenta muchos agujeros negros, pero en comparación con regímenes bárbaros anclados en lo peor de la Edad Media o en el refinamiento cruel de las tiranías asiáticas, la elección no ofrece dudas. De manera que, pese a todas las deficiencias la civilización occidental, que son muchas, el futuro está de parte de acá. Tanto el islam como el comunismo ortodoxo, basados ambos en dogmatismos intransigentes y avasalladores, tienen el tiempo contado, por mucho daño y problemas que causen actualmente.

Es de esperar que la acogida humanitaria que está dispensando Europa a esta avalancha de gente espantada, en un gran gesto de solidaridad o más propiamente de caridad cristiana, no termine volviéndose en contra de los europeos. El islam es tan nefasto que de sus seguidores puede esperarse cualquier salida de registro. Las autoridades de los países europeos harán mal si no vigilan de cerca de esta oleada de refugiados islámicos, presas fáciles de la exaltación religiosa.

El islam lo tiene muy crudo. O acepta y practica en todo lugar la tolerancia, el respeto al otro y las libertades fundamentales, cimiento de la civilización moderna, olvidándose de parte de sus enseñanzas coránicas, o si quiera mantener intactos la letra y el espíritu del Corán, no tendrá más alternativa que lanzarse a la guerra santa contra el resto del mundo, guerra en la que sin duda tiene todas las de perder. A los “infieles” no espera un largo calvario, pero al islam el repudio general si no cambia de actitud.
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