Miércoles, 24 de abril de 2024

Religión en Libertad

El dinero, el escándalo y Roma


Nadie «compró» a Karol Wojtyla con dinero, en el que no tenía ningún interés desde sus días como obrero en la Cracovia ocupada por los nazis.

por George Weigel

Opinión

Era casi inevitable que la tormenta de fuego de los medios de comunicación sobre el manejo de Benedicto XVI sobre los abusos sexuales de los clérigos, -incluso si las insinuaciones contra el Papa fueron infundadas e injustas- se derramaría para atrás hacia el difunto Juan Pablo II. También era inevitable que el punto de ataque sería la aprobación de Juan Pablo II de la obra de Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, una congregación religiosa que gozaba del considerable favor papal durante el pontificado de Juan Pablo II.

Desde que Juan Pablo II falleció, ha quedado claro que Maciel llevó una doble vida de moral disoluta por décadas, de tener hijos fuera del matrimonio, de abusar sexualmente de seminaristas, y de violar el sacramento de la penitencia. Los cargos de abuso fueron conocidos durante el tiempo de Juan Pablo II, pero el Papa no creía en ellos; él podría haber pensado que se trataba de un subproducto de mal gusto de la política mexicana (la política política y la política eclesiástica). En los últimos meses de vida de Juan Pablo II, el cardenal Joseph Ratzinger volvió a abrir una investigación sobre los asuntos de Maciel; en 2006 la Congregación para la Doctrina de la Fe «invitó» a Maciel, no siendo ya cabeza de los Legionarios, a una «vida reservada de oración y penitencia», sin ministerio público. Esto equivalía a un arresto domiciliario eclesiástico; Maciel murió en 2008.

Cuando la enorme variedad de perfidias de Maciel llegó a ser conocida, Benedicto XVI ordenó una visita apostólica de los Legionarios, que ha sido completada. Medidas enérgicas, es de esperar, se tomarán ahora para hacer frente a los pecados y crímenes de Maciel, para hacer frente a cualquier persona en la Legión que pueda haberle ayudado en su doble vida, y conservar lo bueno que pueda ser salvado de la Legión y de su organización laical afiliada, Regnum Christi. Ese trabajo de rescate requerirá una ruptura definitiva con el pasado y con la mitología de Maciel que constituyó gran parte de su poder.

Maciel fue muy conocido por repartir el dinero por toda Roma, como Jason Berry ha escrito recientemente en el National Catholic Reporter. Algunos católicos pueden encontrar chocante que sobres de dinero en efectivo fueran dejados en el apartamento papal. Pero el hecho es que mucha gente da dinero al Papa: los obispos de visita, los jefes de órdenes religiosas, las organizaciones católicas, etc. Como Juan Pablo II murió prácticamente sin bienes materiales, no puede haber ninguna acusación plausible de que él personalmente se benefició de la «generosidad» de Maciel, y como funcionan estas cosas, era probable que el dinero fuera dado al secretario de Juan Pablo II, Stanislaw Dziwisz, hoy cardenal arzobispo de Cracovia. A menudo Dziwisz dio dinero a los obispos pobres y a otras personas que el sentía que tenían necesidad financiera; tal vez parte del dinero de Maciel fue en esa dirección. Un buen novelista podría incluso crear un escenario en el que Dziwisz utilizó el dinero de Maciel y otros para financiar clandestinamente un fondo secreto de Solidaridad durante el período de ley marcial en Polonia a principios de 1980.

La tentación inmediata, a la que Ross Douthat desgraciadamente sucumbió el 12 de abril en The New York Times, es la de concluir de que estos regalos monetarios «explican» el respaldo de Juan Pablo II a los Legionarios de Cristo y Maciel. Analistas prudentes resistirán tal tentación. Juan Pablo II y Dziwisz fueron seriamente engañados por Maciel. Así lo fueron muchas otras personas, incluidos cientos de hombres de Iglesia de alto rango, su propia comunidad religiosa, muchos muy ricos y presumiblemente astutos mexicanos y estadounidenses -de hecho, personas de todo el mundo. Objetivamente, caer en este engaño constituye una omisión en el gobierno de Juan Pablo II. Pero este error no fue ni intencional (él sabía que algo estaba mal y no hizo nada al respecto), ni un soborno (que estaba «comprado»), ni malicioso (él sabía lo que estaba pasando, y no le importaba), y por tanto no pone en tela de juicio la virtud heroica de Juan Pablo II. Nadie «compró» a Karol Wojtyla con dinero, en el que no tenía ningún interés desde sus días como obrero en la Cracovia ocupada por los nazis.

El cardenal Joseph Ratzinger se negó cortés y firmemente a aceptar los regalos de Maciel; cualquiera haya sido el efecto que pudo haber tenido el dinero de Maciel en otros miembros de la Curia Romana debe investigarse cuando la visita apostólica a la Legión de Cristo haya sido concluida. Después de haber dedicado más de dos décadas estudiando la vida de Juan Pablo II, sin embargo, me parece totalmente inverosímil que ese error de Juan Pablo II para entender realmente quién era Marcial Maciel tuvo algo que ver con el dinero.

* George Weigel, escritor y politólogo católico estadounidense, es autor de la biografía autorizada de Juan Pablo II «Testigo de esperanza» (Plaza&Janés), «el coraje de ser católico» (Planeta) y «Política sin Dios: Europa y América, el cubo y la catedral» (Ed. Cristiandad), entre otros.

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