Viernes, 19 de abril de 2024

Religión en Libertad

El día del Principito (I)


El que llegó buscando amigos se encuentra con que alguien le está suplicando: "Por favor, domestícame". Ambos, zorro y principito, anhelan la amistad, que crece sobre el cimiento de la individualidad

por José F. Vaquero

Opinión

No sé si quedan días libres en el calendario para añadir un Día Internacional de... Es probable que se estén agotando. De todos modos, yo abogo por la candidatura de “El Día del Principito”, ese jovencito y sabio personaje que trajo a la existencia literaria Antoine de Saint-Exupery. Un pequeño gran hombre, pequeño en edad pero grande en sabiduría y pensamiento.

Era un niño, habitante de otro planeta, pero a la vez es adolescente, joven, persona madura, hombre y mujer. Nació, como libro, hace 70 años (el pasado 6 de abril fue su cumpleaños). Vivió en el siglo XX; pero también en el siglo XV, en el V, y sigue viviendo en este siglo XXI.

Esta pequeña criatura salió de su planeta y emprendió un viaje, con el deseo de conocer mundo, conocer otros habitantes de este universo, buscar amigos. En sus visitas, primero a varios planetas y luego a varios lugares del planeta Tierra, siempre toma la iniciativa. Cuando se encuentra con alguien saluda, se acerca, se pone en disposición de encontrar amigos. Casi sin quererlo, nos enseña cómo empezar una relación humana, una posible amistad: “Buenos días” “buenas tardes”.

Pronto se va a llevar un desengaño, tal vez como cierto número de personas en nuestra sociedad.
«Desde una montaña tan alta como ésta, se había dicho, podré ver todo el planeta y a todos los hombres..." Pero no alcanzó a ver más que algunas puntas de rocas. —¡Buenos días! —exclamó el principito al acaso. —¡Buenos días! ¡Buenos días! ¡Buenos días! —respondió el eco. —¿Quién eres tú? —preguntó el principito. —¿Quién eres tú?... ¿Quién eres tú?... ¿Quién eres tú?... —contestó el eco. —Sed mis amigos, estoy solo —dijo el principito. —Estoy solo... estoy solo... estoy solo... —repitió el eco. "¡Qué planeta más raro! —pensó entonces el principito—, es seco, puntiagudo y salado. Y los hombres carecen de imaginación; no hacen más que repetir lo que se les dice... »

¿Está pintando nuestra sociedad, la era de las redes sociales y la comunicación, y a la vez la era de la soledad de las personas mayores, el anonimato de las ciudades y la manipulación de los medios de comunicación? No quiero ver el mundo de color negro, pero tampoco estamos ante un mundo utópico, perfecto, fenomenal. El principito nos enseña que si miramos a “todos” los hombres sólo nos responde el eco de nuestras preguntas: ¿quién eres tú? Y la terrible respuesta: “estoy solo”.

Pero nuestro protagonisto, arquetipo del hombre actual (o eso espero) no se desanima y sigue buscando. El cansancio de la búsqueda aminora sus fuerzas, ya no toma siempre la iniciativa, pero sigue abierto, escuchando a su alrededor. Y en ese momento el buscador es buscado. El zorro, en esta ocasión un buen zorro, le saluda. Y en un triple salto mortal, el niño, como cualquier niño de 4, 6 u 8 años, interpreta que ha encontrado un amigo: «—Ven a jugar conmigo, ¡estoy tan triste!». Los milagros que hace un saludo, una sonrisa, una mirada. Y la cantidad de milagros que dejamos de hacer.

El principito está triste, como muchos, pero también el zorro. Su vida es monótona, aburrida, despersonalizada: «Cazo gallinas y los hombres me cazan a mí. Todas las gallinas se parecen y todos los hombres son iguales; por consiguiente me aburro un poco. ». Sin embargo, el encuntro de estos dos tristes va a producir en ambos la alegría, la ilusión, la emoción. La conversación, ese gran invento que tan poco aprovechamos, opera la transformación. El principito insiste, tenaz y cabezón: busco amigos. Si viviera en este año, añadiría: en mi perfil de facebook no tengo amigos, nadie me sigue en twitter.

El zorro le va a descubrir la verdadera amistad, el maravilloso arte de hacer amigos: domestícame, o sea, crea lazos entre tú y yo, tú, un individuo concreto, y yo, un individuo concreto. «—. Tú no eres para mí todavía más que un muchachito igual a otros cien mil muchachitos y no te necesito para nada. Tampoco tú tienes necesidad de mí y no soy para ti más que un zorro entre otros cien mil zorros semejantes. Pero si tú me domesticas, entonces tendremos necesidad el uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo, yo seré para ti único en el mundo...».

El que llegó buscando amigos se encuentra con que alguien, en quien no se fijó le está suplicando: “Por favor, domestícame”. Ambos, zorro y principito, anhelan la amistad, que crece sobre el cimiento de la individualidad. Los amigos de facebook, si sólo son eso, f-amigos, son un entretenimiento diario más, como la caza de gallinas del zorro. ¿f de facebook o f de falsos? Si en una relación se olvida el individuo personal, la relación se vicia, caduca, fracasa.

El zorro le ofrecerá las claves para conseguir esta amistad, uno de los deseos más profundos de todo ser humano.
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