Jueves, 18 de abril de 2024

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El cardenal Kasper y el "sí, pero no"

El cardenal Kasper y el "sí, pero no"

por Duc in altum!

Nadie discute la estatura humana y teológica del cardenal Kasper; sin embargo, eso no significa que su punto de vista deba ser aceptado sin más. En los últimos meses se ha hablado mucho en la prensa secular y religiosa, acerca de la tesis que sostiene sobre el tema de los divorciados vueltos a casar. En una entrevista que concedió a la revista Commonweal el pasado 7 de mayo de 2014, retomó el debate y lanzó varias ideas que encuadran muy bien en la frase o slogan “sí, pero no”; es decir, como si acelerara y, al mismo tiempo, frenara, lo que resulta ambiguo, indefinido. A nivel Iglesia, se ha puesto de moda un lenguaje que dice muchas cosas sin comunicar absolutamente nada con la claridad que se requiere para evitar dudas y malas interpretaciones. Por una parte, reconoció la indisolubilidad del matrimonio y, por otro lado, la posibilidad de pasarlo por alto al formar familia al lado de una pareja distinta a la anterior. Queda claro que los hijos de esa nueva unión son tan dignos y miembros de la Iglesia como los que tuvo con su cónyuge canónico; sin embargo, no se puede sugerir un matrimonio principal y uno secundario que suena a mal menor.

“Sí, pero no” significa decir la verdad a medias. Lo que el Papa le pidió al cardenal Kasper era que planteara las preguntas y no que las respondiera de un modo absoluto, pues eso le corresponde al sínodo de los obispos. De otra manera, solamente se escucha su voz y no la del resto de los padres sinodales, quienes quizá tengan más experiencia pastoral; es decir, sobre el terreno. El reto sigue siendo encontrar una salida que se mantenga dentro del evangelio; sin embargo, lo cierto es que adaptarse a los tiempos de una forma acrítica ha demostrado ser todo menos consistente. Acudir a ejemplos sobre casos particulares ayuda a darnos cuenta de la complejidad del problema, pero cuidando que no sean utilizados ideológicamente para inclinar el lado de la balanza.

En lugar de distorsionar la naturaleza del matrimonio, habría que considerar tres puntos a modo de respuesta:

PRIMERO: Atender la burocracia de los procesos canónicos de nulidad. En lugar de llevarlos a los extremos de la rigidez o de la laxitud, habría que hacerlos más justos y compactos, reconociendo que la inmadurez de las partes debe ser considerada a la hora de emitir el fallo. Hacerlo de buena manera, con misericordia, pero sin faltar a la verdad.

SEGUNDO: Formar a los que forman a las parejas de novios que están por casarse. Confiar tan importante catequesis a personas que a duras penas y conocen el catecismo ha sido el error de toda la vida. No se trata de contratar teólogos, pero sí de que los párrocos cuiden el nivel espiritual e intelectual de tales reuniones preparatorias, renunciando a las dinámicas de integración que de poco o nada sirven. Trabajo en equipo ¡sí!, charlatanerías ¡no!

TERCERO: Dejar claro que los divorciados vueltos a casar no se encuentran excomulgados, sino en una situación irregular que hay que atender de forma pastoral y humana.

Es importante continuar el debate sobre el tema, pero es todavía más urgente renunciar al lenguaje parcial que no apuesta por una postura definitiva. Dejar el “sí, pero no” para poder adentrarse en un diálogo más sincero y consistente. 

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