Martes, 23 de abril de 2024

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¿Ecumenismo intraeclesial? ¿Dónde?

¿Ecumenismo intraeclesial? ¿Dónde?

por La divina proporción

Creo que pocas personas han podido pasar por alto el revuelo que ha causado el video de las intenciones de oración de Papa Francisco para el mes de enero. No voy a entrar a discernir sobre el video, porque creo que casi todas las opiniones que he escuchado llevan razón en un sentido o en otro. El problema es que teniendo razón aparente, son contradictorias y al ser contradictorias, son irreconciliables. Detrás hay un engaño que nos hace imposible encontrar una la Verdad. Antes que pelear o tolerar, es necesario dialogar

Aprovechando la trifulca, podemos reflexionar sobre el ecumenismo intraeclesial o más bien, de su total y absoluta ausencia en el panorama de la Iglesia actual. No cabe duda que es maravilloso implicarse en la reparación de las aceras de nuestro barrio, pero si nuestra casa se cae a pedazos, con la familia dentro, quizás estemos siendo hipócritas. Ya saben, eso de la viga en el ojo propio y la paja en el ojo ajeno. Creo que deberíamos fijar la atención en el testimonio interior que damos y dejar de dar consejos a otras religiones. ¿Cómo vamos a promocionar la unidad de los cristianos y una pacífica tolerancia religiosa, cuando internamente somos incapaces de aplicarnos las mismas medicinas que ofrecemos a los demás? La típica frase: “Médico cúrate a ti mismo” es más actual que nunca.

¿Cómo podemos vivir de espaldas unos a otros dentro de la misma comunidad cristiana? Les pongo un ejemplo real: celebrar una misa para un grupo de personas de una parroquia. ¿Cómo celebrarla? ¿A qué “tendencias” damos preferencia? ¿Creatividad litúrgica o fidelidad? ¿Formalidad o espontaneidad? ¿Sociabilización comunitaria o sacralidad litúrgica? ¿Simbolismo tradicional o vivencia festiva? Seguro que sea cual sea la decisión, se generarán incomodidades diversas. ¿Qué podemos hacer entonces?

Quizás lo primero que podemos hacer es reconocer que cada vez somos más plurales y menos homogéneos. Es decir, cada vez somos menos Iglesia y más “tribus” intra-eclesiales. Esto es consecuencia directa de la postmodernidad que vivimos en nuestro entorno y que no deja de tener reflejo dentro de la Iglesia. Tendemos a desarrollar sensibilidades y carismas minoritarios y muy particulares. La red, la comunicación ubicua, el conocimiento distribuido, las redes sociales, etc, generan y unen microsensibilidades de personas muy distantes. Personas que necesitan sentirse acogidas y no encuentran su lugar dentro de la Iglesia. Cuando algo no se ajusta a nuestra sensibilidad nos sentimos mal, llegando hasta a crear enemistades y violencias.

Actualmente, el Mensaje Cristiano no es el mismo para todos nosotros. Sesgamos y reinterpretamos el Evangelio, para dar consistencia a nuestras sensibilidades. El Misterio Cristiano es algo que sólo unos pocos grupos mantienen como tal. Hoy en día el Misterio se sustituye por consideraciones socio-culturales muy diversas. El Compromiso Cristiano, se ha convertido en algo elástico y adaptable a cada sensibilidad. Baste indicar que la inmensa cantidad de formas de entender la misericordia, la tolerancia y hasta la caridad. Lo que para unos es misericordia, para otros es injusto ensañamiento. Las formas se adaptan a la sensibilidad de la tribu eclesial donde “militamos”

La tolerancia y el diálogo lo entendemos como lejanía, indiferencia e ignorancia mutua. Nos decimos unos a otros que “cada cual crea, haga y viva su fe como le de la gana”. Como es lógico, cualquier manifestación del Papa, que es signo de unidad, se convierte en una guerrilla entre las diferentes tribus, a ver quien es la que se lleva el “gato al agua”. El diálogo se sustituye por discrepancia y enfrentamiento. Lo que nos une, se rechaza como signo de opresión y se exalta lo que nos separa. Cristo nos mandó amar a los enemigos, pero parece que entre los hermanos sólo puede haber rencillas y rencores. Qué quieren que les diga, algo no encaja en todo esto. Aquellos que hablan constantemente de misericordia, son los primeros en encender la pira para quemar a su hermano. No creo que nadie tenga una solución a este lento proceso de rupturas internas, pero al menos podríamos tener un poco de cuidado para no generar más discordias y sufrimiento interno. Es necesario entender que los mismos símbolos y palabras, pueden ser comprendidos de forma opuesta. Actualmente ninguna actividad o discurso es inocuo.  ¿A dónde nos lleva todo esto?

Puede ser que dentro de no muchos años haya una gran cantidad de personas con fe, pero que no se sentirán dentro de la Iglesia local que les rodea. En su entorno no existirá culto ni comunidad que se ajuste a sus sensibilidades. De hecho ya existen problemas derivados de la pluralidad que hacen que muchas personas se vayan separando de la Iglesia. El Papa Francisco empezó su pontificado hablando de las periferias y de la necesidad de ir a ellas. El problema es que cada vez hay más periferias irreconciliables y distantes dentro de la Iglesia. Si perdemos el centro, el eje, la brújula, todos terminaremos siendo periféricos respecto de los demás. ¿Es eso lo que queremos? Pues parece que es la dirección hacia la que nos encaminamos.

Dicho todo esto, creo necesario indicar que el centro no puede desaparecer porque es Cristo. El camino es la Tradición Apostólica y la santidad. Cuando Joseph Ratzinger era joven, habló de un futuro en que la Iglesia sería pequeña y coherente. Capaz de dar testimonio verdadero y sencillo al mundo. Tarde o temprano todas las periferias, todas las pluralidades, tomarán su propio camino, así es la naturaleza humana. Pero siempre quedará un grupo de personas fiel a Cristo. Las propias palabras de Cristo lo atestiguan:

¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a Él día y noche? ¿Tardará en responderles? Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra? (Lc 18, 7-8)

¿Qué tenemos que temer? Sólo nuestra infidelidad.

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