Viernes, 19 de abril de 2024

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Del momento en que se descubre que América no es Asia

por En cuerpo y alma


 
            Que efectivamente cuando junto con los Pinzones Cristóbal Colón llega a América cree que ha llegado a las costas más orientales de Asia es verdad incontrovertible de la que es buena prueba, sin ir más lejos, la bonita historia que encontrábamos en el Diario que lleva de su viaje y que ya relaté en su día (puede Vd. recordarla pinchando aquí, si lo desea).
 
            Ahora bien, la pregunta que nos formulamos hoy es la siguiente: ¿a partir de qué momento se sabe en Europa que las nuevas tierras descubiertas forman parte de un continente distinto y separado de Asia?
 
            No es una pregunta que hasta donde se me alcanza tenga una respuesta muy clara y muy nítida, sino que hay que extraerla del análisis concienzudo de una serie de hechos.
 
            El primer documento que se nos presenta para el estudio tal vez sea el mapa que realiza Juan de la Cosa, al cual dedicaremos en su día una entrada exprofeso, en cuya parte derecha nos encontramos un mapa del Viejo Mundo bastante preciso el cual se corta en la Península Indostánica, y a la izquierda, en un verde llamativo, una superficie que remeda de alguna manera alguno de los perfiles orientales del continente americano cortado justamente donde el autor tendría que situar o bien más tierra o bien mar. A la vista del mapa, ¿sabía su autor que América era un continente o no lo sabía?
 
            La primera respuesta invita a decir que no, que no lo sabía, y que lo cartografiado a la izquierda, en América, se corresponde exactamente con lo no cartografiado a la derecha, en Asia. La segunda invita a lo contrario. El hecho de que el autor del mapa, que por cierto había acompañado a Colón y los Pinzones en sus dos primeros viajes, omita la representación de China y Japón y deje indeterminado el lado oeste de las tierras descubiertas, es una manifestación bastante clara de que le queda la duda de lo que hay más allá de las tierras descubiertas, y de que prefiere no pronunciarse sobre su relación con el Extremo oriente hasta tanto no disponga de mejor información. Al fin y al cabo, para la época las dimensiones de la tierra son bien conocidas, gracias a los cálculos de Eratóstenes, en el s. III a. C., Al Fagranus en el s. VIII d. C. y otros, y son muchos los que tenían que estar temiéndose que las distancias que separaban a Europa de las tierras descubiertas no se correspondían con las que debían separar de Asia.
 
            Cuatro años después se publica una obra fundamental, la llamada “Novus Mundus”, de traducción evidente que no es preciso realizar. Se basa en una serie de cartas y documentos de dudosa autoría y veracidad que tienen por protagonista al marino italiano Americo Vespuccio, el cual, efectivamente, había acompañado a Ojeda en el viaje que le lleva en 1499 a la América continental en Venezuela, y conocía en persona a Colón. Una obra en la que, independientemente de los errores que pudiera contener relativos al protagonismo del marino italiano en los hechos que le atribuye, habla con toda claridad, como se ve, de un nuevo mundo.
 
            Por esas mismas fechas, en el año 1504, se produce una reunión crucial a los efectos que nos ocupan, cual es la llamada Junta de Toro, en la que nos encontramos a un viejo conocido del lector de esta columna, Vicente Yáñez Pinzón (pinche aquí para conocer mejor su figura) y una vez más, al omnipresente Américo Vespuccio, departiendo los dos con el hombre fuerte del rey, Rodríguez de Fonseca. Falta Cristóbal Colón, invitado también, que no puede acudir por razones relacionadas con su salud. De la misma sale el encargo no llevado a efecto sin embargo por la muerte del Rey Felipe I (el Hermoso) de buscar el paso americano para llegar a la India, lo que representa la prueba fehaciente de que para la época, las personas que tienen que saberlo saben ya perfectamente que América no es Asia.
 
            Un año después de muerto Colón, sobre cuyo conocimiento de haber descubierto América especulamos en otra ocasión (pinche aquí para conocer lo que entonces decíamos), es decir, en 1507, aparece el famoso plano del Universalis Copsmographiae del cartógrafo lorenés Hans Waldsmüller, al que algún día no lejano dedicaremos una entrada ex profeso en esta columna. En él, el Nuevo Mundo aparece rodeado de agua y separado de Asia, aunque como es fácil de imaginar, con un perfil muy poco semejante al suyo verdadero. Por cierto que es el primer documento en el que al nuevo continente se la llama “América”, sin duda gracias al hecho de que su autor tendría un conocimiento claro de esa obra que hemos comentado arriba, el “Novus Mundus”. Pronto se cae, sin embargo, su autor, del guindo, y sólo un año después, en 1508, publica una nueva carta geográfica llamada “Mapa Terre Nove”, en el que llama a América “Terra Incognita”, y en la que ya no habla de Vespuccio, sino que con mayor criterio, atribuye su descubrimiento a “Colón el genovés por mandato del rey de Castilla”. Curiosamente, como si quisiera expiar el pecado cometido en el plano anterior de publicar información aún no contrastada, tampoco aparece el Pacífico, y la tierra americana aparece cortada como en el mapa de Juan De La Cosa.
 
            El increíble descubrimiento cinco años después del Océano Pacífico por Vasco Núñez de Balboa en las costas de lo que hoy día es Panamá (pinche aquí para conocer los pormenores de la hazaña), confirmará a ciencia cierta lo que desde 1500 es una sospecha y desde 1504 una certeza, a saber, que más allá de las tierras descubiertas desde 1492 hay un mar y que las mismas, por lo tanto, no forman parte del continente asiático, sino de un continente diferente y nuevo por lo que hace a su descubrimiento. Cuando en 1521 Magallanes descubre el paso del sur, su desconocimiento no se refiere en absoluto a océano en el que se dispone a entrar, sino sólo al paso acuático que permite acceder a él.
 
            Hoy, queridos amigos, no quiero despedirme sin informarles de la nueva representación que con el grupo ecos que dirige Almudena Albuerne haremos del “Auto Sacramental del siglo 21” del que soy autor, esta vez en el Centro Cultural Buenavista, de Madrid, sito en la avenida de los Toreros, 5, el próximo jueves 26 a las 19:00 hs. Por ahí les veo. Y sin más y como siempre, me despido de vds. emplazándoles una vez más en la columna y no sin desearles que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos.
 
 
            ©L.A.
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