Viernes, 29 de marzo de 2024

Religión en Libertad

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Del impresentable proceder de ZP para con el Papa

por Luis Antequera

 
            No por esperable y esperado, ha dejado de ser el comportamiento de nuestro Presidente en la escena internacional una vez más impresentable, ignorando visible y deliberadamente la visita papal a España, y anunciando de repente un viaje para ver a las tropas españolas en Afganistán que, de no ser por hallarse el Papa en España, -a nadie se le oculta-, no habría realizado jamás.
 
            El Sr. Zapatero, en su paradigmática mediocridad y total ignorancia del papel que le corresponde desempeñar como Presidente del Gobierno de los españoles, todavía no ha comprendido que a él no le han votado ni las mujeres del mundo ni tampoco las feministas, ni los homosexuales del planeta o los ateos de la Tierra. Ni siquiera, fíjense Vds., la progresía internacional. Al Sr. Zapatero, en una de las decisiones más desafortunadas jamás tomadas pero a cuyas consecuencias debemos atenernos porque tales son las reglas de la democracia, le hemos elegido los españoles, y nada más que los españoles. Y por muy aburrida y hasta hortera que tan poca representatividad le pueda parecer a nuestro Presidente, esa es, hasta la fecha, la única que el omnisciente mesías planetario de León ostenta.
 
            Pues bien, en condición de tal, el papel que hubiera correspondido al Sr. Zapatero cuando el Papa ha visitado España habría sido el de participar en los actos que han traído a España al líder espiritual de los católicos del mundo (1.200 millones, por cierto). Primero, porque por mucho que moleste al Sr. Zapatero –algo que no se priva lo más mínimo en disimular-, los españoles a los que él representa y que le hemos votado para que lo haga, seguimos siendo mayoritariamente católicos. Segundo, por una mínima norma de cortesía, ya que, después de todo, el Papa era el invitado del Gobierno español que preside el Sr. Zapatero, sin cuya invitación, nunca habría girado la visita que ha girado a nuestro país. Y tercero, porque el Papa no sólo es el Jefe de Estado de una nación soberana, sino que es también, por pocas divisiones acorazadas que posea (Stalin dixit), uno de los personajes más importantes e influyentes de la escena internacional (que se lo digan a Gorbachov). Uno más, por cierto, de los muchos a los que el Sr. Zapatero ha obsequiado con sus desplantes y esa manera tan suya de pasearse por la escena internacional, con una delicadeza no superior a la que observaría una manada de rinocerontes en celo en el Museo del vidrio de La Granja.
 
            Cabe preguntarse por las razones de ZP para obrar de manera tan grosera, inadecuada y también, y no menos, contraproducente para consigo mismo y para con su partido, cediendo, como hemos tenido ocasión de verle hacer, el total protagonismo de la escena a su más íntimo enemigo, el Sr. Rajoy. Indudablemente ha influido el sectarismo del que hace gala a cada ocasión que se le encarta tanto como esa inmadurez intelectual que acompaña al Sr. Zapatero doquier que va. Pero a estas alturas, no menos ha influido, sin duda, el terror que el Presidente del Gobierno ha adquirido a la calle, donde no cosecha otra cosa que el descontento ciudadano exteriorizado en pitadas tan sonoras como, a menudo, innecesariamente provocadas por su parte.
 
            Cuando otros presidentes españoles, -nunca con la intensidad del Sr. Zapatero, eso desde luego-, se vieron en tesitura parecida ante la opinión pública, hallaron, al menos, el refugio de la escena internacional, donde se sentían respetados, halagados y confortables. El Sr. Zapatero, incapaz de contemplar más allá del segundo en el que vive, hasta ese refugio seguro y prestigioso descuidó, llegando el momento en el que si apestado se siente en la escena nacional, más aún se encuentra en la escena internacional.
 
            Paradójico que en su búsqueda de un lugar seguro en el que refugiarse huyendo de Benedicto XVI, haya creído hallarlo, precisamente, entre los militares españoles, tan disciplinados ellos (¡cuantas cosas dirían si pudieran!). Y eso que tampoco a ellos ha ahorrado desplantes y humillaciones, el primero, esa salida innecesariamente denigrante de Irak al tam-tam de los huevos arrojados por sus colegas italianos; el penúltimo, nombrarles como ministro a una persona procedente del nacionalismo y del antimilitarismo (lo de menos, convengamos, que fuera mujer y estuviera embarazada).
 
 
 
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