Viernes, 26 de abril de 2024

Religión en Libertad

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De la razón por la que Messi está en Barcelona sin su familia

por Luis Antequera

 
            Hace un par de años viajaba yo en un avión que aterrizaba en Boston cuando a mi lado me tocó una de esas personas que contribuyen a hacer más llevadero los pesados viajes aéreos. Se trataba de un uruguayo. Al verme español me preguntó de qué ciudad provenía. Le contesté que de Madrid. El hombre, tan simpático como socarrón amén de buen conocedor de la realidad española, me espetó con la sola intención de chincharme: “¡Barcelona es mejor!”. A más a más, aún confesó: “Yo estoy enamorado de Barcelona”.
 
            Sólo unos minutos después, sin embargo, la conversación tomaba un giro inesperado. Como si se hubiera tragado un chile mejicano, cambió rotundamente de voz y confesó:
 
            “Odio a los catalanes”.
 
            “¡¡¡¿¿¿Quéeeeee???!!!” -le respondí- “¿Pero no me estabas diciendo que amabas Barcelona, que Barcelona era infinitamente mejor que Madrid y que tatatá tatatá tatatá?”
 
            El hombre abandonó el tono jocoso que había presidido la conversación (conversación que juro que es real) y me desnudó el alma:
 
            “Claro que amo Barcelona. Barcelona es la mejor ciudad del mundo. Precisamente odio a los catalanes por haberme echado de Barcelona”.
 
            El señor en cuestión, de quien no guardo su tarjeta de visita y cuya identidad no recuerdo -probablemente nunca la conocí, es uno de los aspectos mágicos que tienen las conversaciones aéreas, un arte aún por desarrollar, al fin y al cabo sólo lo llevamos practicando dos generaciones-, era un gran profesor de economía que había recalado en una universidad barcelonesa en la que llevaba unos años enseñando. Ensimismado andaba con su buena estrella cuando de repente se cayó del guindo, tropezó con la triste realidad catalana y fue apeado de sus sueños: sus hijos no podían escolarizarse en su lengua materna, por cierto el español, por cierto una de las oficiales en Cataluña, por cierto la más hablada todavía en la entrañable región española; él no era bien mirado ni por sus colegas ni por sus alumnos por no dar sus clases en catalán, proceso que fue a peor a medida que pasaba el tiempo y el señor no mostraba ni aptitud ni actitud hacia la sagrada lengua; su mujer no entraba en sociedad por no hablar catalán... 

           Como quiera que sea, si mi efímero amigo transplatense se dirigía a Boston dándome con ello la oportunidad de conocerle y charlar con él, era justamente para incorporarse en una universidad a la que, decepcionado de los catalanes, había ofrecido con éxito sus servicios.
 
            Alguien me dirá: y si estaba dispuesto a enseñar en inglés... ¿por qué no lo estaba en catalán? Pues bien, le diré la razón: nuestro buen profesor no se rebeló contra el catalán; nuestro buen profesor se rebeló contra la obligatoriedad de aprender catalán para hacer algo que perfectamente podía hacer en español, porque ni uno solo de sus alumnos estaba incapacitado para entender lo que él les contaba en esa lengua, y antes al contrario, más de la mitad de ellos, según demuestra la realidad demoscópica catalana, estaba incluso mejor capacitado para entenderle en español que en catalán. Con tan necio proceder de cuantos le rodearon, no salió perdiendo de todos modos nuestro uruguayo profesor, el cual no halló dificultad en ofrecer sus estimados servicios a quien mejor los apreció; salieron perdiendo los que por negarse a escucharle en español, se quedaron sin engrosar su saber con lo mucho que el profesor tenía que enseñarles.
 
            ¿Un caso aislado? Ni muchísimo menos. Un caso silenciado, eso sí. Como tantos otros. Porque ninguna de estas cosas están “oficialmente” ocurriendo en Cataluña.
 
            Surfeando por internet, eso sí, con el auxilio de los buenos amigos de este blog, en este caso Rafa Sánchez –a él mi agradecimiento-, me encuentro con que nada menos que Lionel Messi, paradójicamente uno de los catalanes universales, es víctima también del provincianismo que se cultiva estos días en la entrañable región española. ¿Que cómo lo sé? No por haberlo leído, desde luego, ni en La Vanguardia ni en El Periódico de Cataluña, ni en ninguno de los diarios del editorial conjunto, como ya se los conoce. Lo encontré, lo encuentra Vd., en el diario Clarín de Buenos Aires, lo encuentra Vd. en el diario La Capital, de Rosario, ciudad argentina de la que es originario el crack del Barsa, y cuyo tratamiento de la noticia me limitaré a transcribir:
 
            “Marisol Messi, hermana del rosarino que brilla en el Barça, retornó a nuestra ciudad [Rosario] junto a su madre para continuar con sus estudios en el país ya que no encontraron un colegio en Barcelona que de clases en español. “Cuando mi hermanita iba a la escuela hablaban en catalán, lloraba y no le gustaba. Entonces mi vieja decidió volver a Rosario con ella y mis hermanos", dijo Lionel.
            A partir de esta decisión la familia de Messi vive separada desde entonces. Celia, madre del delantero del Barça, volvió a Rosario con Marisol, que actualmente tiene 14 años. Jorge Messi, el padre, vive junto a Lionel en la localidad de Castelldefells (Barcelona).
            El motivo por el que la madre de Messi y parte de la familia se marcharon de Cataluña se debió a que Marisol, la menor de los cuatro hermanos, fue incapaz de adaptarse a la enseñanza en catalán y por inexistencia de un centro en el que estudiar en español, su lengua materna.
            “Cuando mi hermanita María Sol iba a la escuela, le hablaban en catalán, lloraba y no le gustaba. Entonces mi vieja decidió volver a Rosario con ella y mis hermanos, Matías y Rodrigo, para que siguiera la escuela allá”. El relato de aquella adversidad se divulgó en medios argentinos. Paradójicamente, no en España”.
 
 
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