Viernes, 29 de marzo de 2024

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De esos dichos populares provenientes del Evangelio y uno sin saberlo (12)

por En cuerpo y alma

 
            Que el lenguaje diario está lleno de modismos procedentes del Evangelio es algo en lo que ya hemos tenido ocasión de entrar en esta columna con una serie de entregas (pinche en cada una de ellas si quiere ver la primera, la segunda, latercera, la cuarta, la quinta, la sexta, laséptima, la octava, la novena, la décima o la undécima). Pues bien, vamos ya con la duodécima de la serie, y con ella, el análisis de otras dos expresiones evangélicas de nuestra vida cotidiana.
 
 
Los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos
 
            Expresión que tiene dos posibles interpretaciones. Según la primera, que las prisas no conducen a nada y que finalmente “habrá para todos”. Pero según una segunda que es con la que la usa Jesús, que aquéllos que buscan los honores y los primeros puestos, acabarán relegados a los últimos. Es por lo tanto un elogio de la humildad, tantas veces ensalzada por Jesús en el Evangelio.
 
            Como otras expresiones evangélicas que hemos analizado, ésta constituye una especie de latiguillo en el lenguaje de Jesús. Mateo nos cuenta dos episodios en los que Jesús la utiliza. El primero es éste:
 
            “Entonces Pedro, tomando la palabra, le dijo: ‘Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué recibiremos, pues?’ Jesús les dijo: ‘Yo os aseguro que vosotros que me habéis seguido, en la regeneración, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, os sentaréis también vosotros en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y todo aquel que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o campos por mi nombre, recibirá el ciento por uno y heredará vida eterna. ‘Pero muchos primeros serán últimos y muchos últimos, primeros’” (Mt. 19, 27-30, similar a Mc. 10, 28-31).
 
            El segundo con ocasión de la “Parábola del viñador”, por cierto, una de las pocas que recogen los tres Sinópticos:
 
            “En efecto, el Reino de los Cielos es semejante a un propietario que salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña. Habiéndose ajustado con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. Salió luego hacia la hora tercia y al ver a otros que estaban en la plaza parados, les dijo: `Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo’. Y ellos fueron. Volvió a salir a la hora sexta y a la nona e hizo lo mismo. Todavía salió a eso de la hora undécima y, al encontrar a otros que estaban allí, les dice: ‘¿Por qué estáis aquí todo el día parados’ Dícenle: ‘Es que nadie nos ha contratado’. Díceles: ‘Id también vosotros a la viña’. Al atardecer, dice el dueño de la viña a su administrador: ‘Llama a los obreros y págales el jornal, empezando por los últimos hasta los primeros’. Vinieron, pues, los de la hora undécima y cobraron un denario cada uno. Al venir los primeros pensaron que cobrarían más, pero ellos también cobraron un denario cada uno. Y al cobrarlo, murmuraban contra el propietario, diciendo: ‘Estos últimos no han trabajado más que una hora, y les pagas como a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el calor’. Pero él contestó a uno de ellos: ‘Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No te ajustaste conmigo en un denario? Pues toma lo tuyo y vete. Por mi parte, quiero dar a este último lo mismo que a ti. ¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero? ¿O va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?’. Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos’”. (Mt. 20, 116).
 
            Lucas añade una tercera ocasión:
 
            “Atravesaba ciudades y pueblos enseñando, mientras caminaba hacia Jerusalén. Uno le dijo: ‘Señor, ¿son pocos los que se salvan?’ Él les dijo: ‘Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán. Cuando el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, os pondréis los que estéis fuera a llamar a la puerta, diciendo: ‘¡Señor, ábrenos!’ Y os responderá: ‘No sé de dónde sois’. Entonces empezaréis a decir: ‘Hemos comido y bebido contigo y has enseñado en nuestras plazas’. Pero os volverá a decir: ‘No sé de dónde sois. ¡Retiraos de mí, todos los malhechores!´
            Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, mientras a vosotros os echan fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se pondrán a la mesa en el Reino de Dios. Pues hay últimos que serán primeros y hay primeros que serán últimos”. (Lc. 13, 22-30).
 
            No es la única vez que Jesús toca el tema. También lo hace cuando denuncia a cuantos quieren el primer puesto en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas” (Mt. 23, 6) de los que dice que “tendrán una sentencia más rigurosa” (Mc. 12, 40),
 
 
Lavarse las manos
 
            Expresión utilizada cuando uno rechaza toda responsabilidad sobre un determinado hecho con el que generalmente no está de acuerdo, aun cuando esté en su mano el evitarlo. Exactamente la situación que se produjo según el relato evangélico cuando Jesús es presentado a Pilatos y éste, que no puede disimular la simpatía que el reo le suscita desde un principio, renuncia a seguir luchando por evitar la terrible condena que le espera y que es la que solicitan sus captores.
 
            El episodio evangélico en el que se relata el gesto realizado por Pilatos sólo lo recoge Mateo, quien lo hace con las siguientes palabras:
 
            “Entonces Pilato, viendo que nada adelantaba, sino que más bien se promovía tumulto, tomó agua y se lavó las manos delante de la gente diciendo: ‘Inocente soy de la sangre de este justo. Vosotros veréis’” (Mt. 27, 24).
 
 
 
            ©L.A.
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