Jueves, 28 de marzo de 2024

Religión en Libertad

Vendas sagradas: ¿hay diferencia entre poner textos espirituales en papel y hacerlo sobre tela?

ReL

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La pintora Isabella Ducrot reflexiona sobre la espiritualidad de trabajar las telas
La pintora Isabella Ducrot reflexiona sobre la espiritualidad de trabajar las telas
¿Hay una diferencia entre usar tela o usar papel para expresar oración y espiritualidad? La artista italiana Isabella Ducrot explicó en marzo de 2015 en L´Osservatore Romano que ella cree que sí hay diferencia. 

"El papel acepta al espíritu cuando una persona escribe en él una poesía o cualquier otra cosa, mientras que la tela transforma la materia, la fibra, la consistencia. Se puede decir que la tela tiene una especie de alma", explicó la artista, que detalló estas intuiciones en una entrevista con Catherine Aubin en L´Osservatore Romano de tipo cultural y antropológico sobre su exposición "Vendas sagradas" que ReL reproduce a continuación.

-Usted es pintora, con nombre francés, pero es italiana. ¿Cuál es su fuente de inspiración?
-Soy italiana, pero sobre todo soy napolitana, lo cual es muy diferente. Para mí significa dar gran importancia al destino. Significa también que las cosas suceden naturalmente, y no dependen de las propias fuerzas, como en un programa preciso. Por consiguiente, si tengo que hablar de inspiración, no la tuve. Para mí, las cosas sucedieron de modo natural. No seguí cursos de diseño y no estudié bellas artes. No sabía que sabía diseñar. La cosa más extraordinaria es que me di cuenta de ello después de haber cumplido cincuenta años. Antes no pensaba verdaderamente que tenía inclinación por la pintura y, mucho menos, que alguien podía apreciar mis obras. Era impensable para mí que un día iba a poder publicar libros y, sobre todo, exponer mis cuadros en una galería de arte. Todo esto era completamente inaudito, inesperado, increíble.

-¿Recuerda un episodio o un clic con el que podría haber comenzado su nuevo itinerario?
-El clic fue simplemente la vida. Después de haber cumplido 50 años, la concomitancia de diferentes acontecimientos hizo que las cosas sucedieran de modo natural. El hecho más extraordinario fue que, cuando comencé a pintar mis cuadros, las personas los apreciaron y me lo dijeron, algo que me parecía increíble.

-¿Cuáles eran los temas de sus primeros cuadros?
-Utilicé muy pronto algunas telas, porque durante años había coleccionado géneros, y me apasionaban. Al comienzo, me interesaban sus colores, pero después me di cuenta rápidamente de que era la trama de las telas lo que me fascinaba. En efecto, la tela contiene el «espíritu escondido».

-¿Qué quiere decir «espíritu escondido»?
-Todos nosotros nos ponemos vestidos confeccionados con telas, y no pensamos nunca en su estructura. El mismo género la esconde. Por ejemplo, en el caso del terciopelo o del raso, su estructura no se ve, pero si no existiera, ni siquiera existiría la tela. Por tanto, lentamente comprendí el simbolismo de la tela, como una obra humana, muy antigua y primitiva. Y puse juntos el simbolismo de la tela y la vida, el pensamiento, para que se convirtieran en una sola cosa. Comprendí todo esto sin quererlo, y aún hoy me sorprendo.

-Usted viajó mucho por Oriente y Extremo Oriente, y algunos dicen que su arte es una forma de religión. ¿Me puede explicar esto?
-Para mi nueva exposición usé «telas budistas». Son géneros que los peregrinos compran para ponerlos en sus estatuas sagradas. Por tanto, son objetos religiosos, como una oración. En el Tíbet hay menos flores que en la India, por eso los tibetanos ofrecen a la divinidad una manufactura humana más bien que flores. Estas telas encierran en sí mismas el pensamiento religioso de las personas que las ofrecen. Por eso uní esta percepción de las cosas a una representación que considero una oración, o sea, la repetición. En realidad, pienso que en todas las religiones del mundo hay una repetición: en las letanías, en las súplicas. De ahí que en la tela tibetana, que en cierto sentido es sagrada, haya tratado de traducir en el diseño estas repeticiones que son parte integrante de todas las oraciones del mundo.

-¿Qué evoca la repetición en su arte?
-La belleza. Cuando estaba en Oriente, comprendí que los motivos repetitivos no eran una mera decoración, como para nosotros en Occidente. Los percibí como un himno sagrado, como una música que resuena. Me sentí totalmente conquistada por la repetición de los motivos en esas telas. Y así comencé a diseñar esferas rojas, de modo repetitivo, y me produjo gran alegría, porque esta manera de pintar no es un discurso lógico. Se puede decir que la repetición concebida de esta manera se asemeja a una forma de oración.

-¿Ha descubierto la oración a partir de la repetición?
-Sí, claro, porque la asocié a lo que la oración es en el mundo. De hecho, muchas oraciones no son dialécticas. Traté de reflexionar e imaginar cómo habían comenzado los hombres de la prehistoria a usar sus telas, cuál había sido el motivo principal y fundamental para que elaboraran una técnica tan complicada de fabricación de sus telas cuando se convirtieron en sedentarios. Y me dije a mí misma que eso iba más allá del simple hecho de protegerse, y que tenía que ver con la religión.

»En verdad, en la medida en que una tela «sube» en el telar, se puede decir que arrastra consigo al espíritu. Aquí «espíritu» significa algo que existe gracias a la tela, y esta es la diferencia respecto al papel. El papel acepta al espíritu cuando una persona escribe en él una poesía o cualquier otra cosa, mientras que la tela transforma la materia, la fibra, la consistencia. Se puede decir que la tela tiene una especie de alma. En el Tíbet encontré una verdadera oración. Era una oración de acción de gracias, que provenía de una familia indudablemente muy rica, porque era de seda: era una maravilla. Y allí había una colaboración, una trama, entre la realización de la tela, que por decirlo así «subía» en el telar, y la oración que a su vez también subía. Ambas se componían en el mismo momento. Vi un vínculo verdadero entre la palabra y la tela. En cierto sentido, la tela es lo más cercano a los que nosotros somos como seres humanos: carne y espíritu.
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