Sábado, 20 de abril de 2024

Religión en Libertad

Antonio Martín de las Mulas ha ganado el Premio Internacional Fernando Rielo de Poesía Mística

Tras 17 años sin pisar una iglesia se convirtió, ahora es misionero y también un reconocido poeta

Tras 17 años sin pisar una iglesia se convirtió, ahora es misionero y también un reconocido poeta
Antonio Martín de las Mulas es ahora misionero junto a su familia en Medellín (Colombia)

ReL

El pasado 13 de diciembre el español Antonio Martín de las Mulas Baeza (Madrid, 1977) recibía en Nueva York el XXXVIII Premio Mundial Fernando Rielo de Poesía Mística por su poemario Viernes Santo. El jurado valoró de su obra que el “yo poético del poemario expresa la de Jesús en el Gólgota que, desde la altura de la cruz, divisa con perspectiva única la pequeñez del poeta, convertido ahora en el tú lírico”.

Sin embargo, este autor no siempre ha tenido ese sentir sino que este deseo por la poesía mística le llegó tras su encuentro con Dios. En una entrevista con la Fundación Fernando Rielo asegura que “todo ha sido fruto de una experiencia de conversión. He estado 17 años sin pisar una iglesia”.

Un cambio de vida radical

Antonio Martín explica que “fue a partir del derramamiento del Espíritu Santo en mi corazón cuando viví lo que San Juan de la Cruz llamó un toque de sustancia, un encuentro personal con el Señor, en donde vives una experiencia de enamoramiento en el cual, al igual que hace un novio con su novia, en la poesía mística no es ni más ni menos que vivir ese noviazgo con el Señor, en el que le das toda tu vida, les ofreces todos tus sentimientos, y la poesía mística, que es un canto de amor a Él”.

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Antonio estudió Derecho y ejerció con éxito esta profesión durante casi quince años. También estudió dos años de Filosofía que, sin embargo, le acabaron llevando al agnosticismo. Sobre esta experiencia asegura que “para mi vida espiritual la filosofía ha sido una equivocación, en el sentido de que me ha llevado por el camino equivocado. En la filosofía, en esa vocación del hombre de buscar la verdad, se transita por esos caminos de leer a los grandes autores pero si tú lo haces sin haber tenido una experiencia de encuentro con el Señor, la filosofía te mete ideas en la cabeza que te convencen, por ejemplo, de que el marxismo quiere luchar por el hombre, por de los pobres y que Dios no se manifiesta en el mundo porque está guardando silencio. Ese es el problema de la filosofía, que para ser auténtica debe partir de una experiencia religiosa, tiene que estar arraigada en la fe; pero cuando la fe no está arraigada en la filosofía es una filosofía que pervierte”.

Misionero en Colombia con su familia

Por eso, Antonio cree que en “la vida interior, la vida espiritual, para alcanzar la perfección tiene que pasar por crucificar la razón, para que el racionalismo con toda su lógica aplastante no nos aleje de los caminos de Dios. Es la fe, el Espíritu Santo el que tiene que iluminar la razón para que te conduzca por el camino adecuado. Con la filosofía hay que tener mucho cuidado, sobre todo con los jóvenes”.

Pero tras el encuentro que tuvo con Dios y que le llevó de vuelta a la Iglesia en la vida de Antonio la evangelización pasó a ser prioritaria. Así, en 2015 dejó España y se trasladó con su familia como misioneros a Medellín, Colombia.

En estos momentos es catequista en uno de los barrios más desfavorecidos de la ciudad de Bello, una ciudad colindante con Medellín. Además, forma parte del grupo “Reina de la Paz”, vinculado a la espiritualidad de Medjugorje.

La poesía mística es evangelización

 En su opinión, la poesía mística “está llamada a la evangelización, como me pasó a mí cuando leí el libro Mientras espero, de Julio Eladio Martín de Ximeno, en el que un muchacho pagano de 20 años se acerca a una poesía sencilla, que al principio no le gusta, pero donde al pasar de las páginas ese amor que hay en la poesía mística penetra en su corazón y queda tocado, aunque no todavía convertido”.

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Y pese a ser un género muy concreto, Antonio considera que sí hay lectores para la poesía mística ya que “todos estamos llamados a encontrarnos con el Señor y muchas veces en un momento dado un libro de poesía mística puede tocar el corazón de alguien. Los poemas de San Juan de la Cruz o de Santa Teresa de Jesús están en manos de muchos poetas que son paganos, y que los citan y se saben de memoria sus poesías. Esa poesía están haciendo su obra. Nosotros estamos llamados a sembrar y la semilla va creciendo en la oscuridad; mientras dormimos lentamente está actuando el Señor que ha entrado a través de una palabra de amor, de un poema, de una caricia, de un buen ejemplo… se trata de llevar al Señor por todas las vías, llevar el kerigma, que sepan que Dios les ama con locura”.

Aún así, este poeta y misionero afirma que se recuerda constantemente que él no se merece el honor de este premio sino Dios, que es quien “me ha dado –afirma- la iluminación, la luz, la gracia, la habilidad, el don de la fe y el Espíritu Santo para que yo entienda las Escrituras para escribir los poemas con arreglo a eso poco que he aportado, cinco panes y dos peces, pues la multiplicación la hace él. Y los cinco panes y dos peces me los ha dado también Él”.

Fragmentos del poemario Viernes Santo

Oigo vuestras respiraciones,

estáis aquí conmigo respirando

en los huecos eternos de los aires,

las almas de los siglos y las noches sin dormir,

las largas descendencias asumidas,

estáis aquí conmigo

respirando.

 

Hoy muero por vosotros de esta forma,

atravesados somos,

también en esta altura de las respiraciones.

Esta es la respiración del Hijo del Hombre,

mi respiración de muerte en este campo abierto,

mi forma de vivir

en este cuarto lúgubre del mundo,

en esta vida

cuando uno llega a lo alto de la Calavera,

y ve;

cuando uno llega, expuesto al sol, erguido

en una cruz

sobre el monte interior de vuestras vidas

y ve,

y ve

 

        ********

Hoy contemplo tus párpados vencidos,

su desplomarse solos ante el golpe del mundo,

su visión recogida

contra las grandes puertas de la noche.

Contemplo que has perdido las ganas de vivir,

que te comen por dentro

esos viejos abismos de un silencio cerrado.

Yo sé que no le ves una salida a todo esto,

que te desplomas pronto, que tus fuerzas

se disuelven humanas como el humo de un fuego

que asciende por la altura.

Alienta pequeñuelo, toma mi mano, y tenme,

ten coraje en el vilo de las grandes caídas.

Estoy en el martirio de los hombres, donde llevo

la piel sacada a tiras por tu desolación.

Quiero injertar tu vida en la esperanza

de un mañana infalible entre mis brazos.

Mírame,… no desfallezcas, hijo,

Yo estoy contigo,

creo en ti

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