Miércoles, 24 de abril de 2024

Religión en Libertad

Luis Antequera presenta este jueves su libro «De Saulo a Pablo»

Cuando vio que iba a morir, San Pablo temió «no poder seguir velando por la rectitud del mensaje»

Cuando vio que iba a morir, San Pablo temió «no poder seguir velando por la rectitud del mensaje»
San Pablo (James Faulkner) y San Lucas (Jim Caviezel) en «Pablo, Apóstol de Cristo» (2018), de Andrew Hyatt.

Carmelo López-Arias / ReL

El periodista y escritor Luis Antequera, bloguero en ReL, es autor de numerosas obras de investigación histórica sobre el cristianismo, como El cristianismo desvelado y Jesús en el Corán, y ahora De Saulo a Pablo. El rabino que se cayó del caballo (Digital Reasons). Lo presenta hoy jueves 20 de junio, a las 19.30 horas, en la librería Ars Carmelitana de Madrid (Ayala, 35), no sin antes ofrecernos algunas reflexiones sobre el personaje al que ha consagrado muchas horas y muchas páginas.

De Saulo a Pablo se presenta este jueves en Madrid.

-“Caerse del caballo”, ¡una de las muchas expresiones bíblicas del hablar común!...

-“Caerse del caballo” es una expresión muy bonita de la lengua española que, efectivamente, proviene sin duda alguna del relato paulino. Es gracioso, porque en México a lo mismo se le llama un “sampablazo”. Se refiere desde luego a un cambio de actitud más o menos repentino, pero está muy relacionado también con una decepción, con un desengaño, con el descubrimiento de algo que nos lleva precisamente a ese cambio de actitud. Por cierto, y ya que del caballo hablamos: ¿sabías que en ninguna de las cinco ocasiones que aparece la conversión de San Pablo en los textos canónicos, tres narraciones en los Hechos de los Apóstoles y dos menciones tangenciales en las Cartas de San Pablo, se menciona la presencia del animalito?

-Pues no había reparado, no. En cualquier caso, fuese de un caballo o no, ¿había algo en Saulo, antes de aquel camino de Damasco, que anticipase lo que iba a suceder? 

-En Saulo, indiscutiblemente, encontramos a una persona apasionada, tanto para hacer el mal cuando persigue a los cristianos, como para hacer el bien cuando sólo transmite un mensaje en el que cree. Según me parece, las fuentes no dan cuenta de ningún proceso más o menos gradual o preparado sino, bien al contrario, de un suceso repentino, inesperado e inesperable, imprevisible, inopinado. No es Pablo quien actúa, es una fuerza ajena a él, que ni siquiera cuenta con él, se diría que incluso actúa contra su voluntad.

-¿Por qué las escamas sobre los ojos?

-Yo, con los ojos del historiador que son los que miran a este libro, creo que la ceguera fue un fenómeno físico, un fenómeno físico al que no sé dar explicación, pero que realmente ocurrió. Exégetas racionalistas como Renan, por ejemplo, hasta intentarán aportar el nombre de la dolencia acontecida. Sí se presta, qué duda cabe, a una explicación teológica o metafísica que claramente se relaciona con la conversión.

-¿Dijo algo San Pablo al respecto?

-Pablo se refiere en sus cartas en dos ocasiones al hecho, pero nunca lo describe. La narración de lo acontecido lo deja al más leal de sus discípulos, Lucas, cuyos Hechos de los Apóstoles -un libro mal titulado- son, en realidad, un diario de la vida y misión de Pablo durante treinta años más que una recopilación de la trayectoria de los Doce. Las referencias estrictamente paulinas al hecho se contienen en la Primera a los Corintios, y de todas ellas, tal vez sea la más taxativa cuando dice: “Y por último se me apareció Jesús también a mí”… “Como a un aborto”, añade.

Luis Antequera, autor de De Saulo a Pablo.

-En el subtítulo se le califica como rabino...

-De todos los primeros discípulos, Pablo es efectivamente el que tiene una formación más elevada: eso justifica que lo llame “rabino”, que no significa otra cosa que “maestro”, una titulación que el propio Jesús recibe varias veces en los evangelios y que en el judaísmo previo a la destrucción del templo en el año 70 se otorga con cierta liberalidad. No se puede olvidar que Pablo recibe su formación ni más ni menos que en la escuela de Gamaliel, el Harvard del judaísmo por la época, como sabemos bien por otras fuentes, notablemente el Talmud. Que está sobradamente capacitado para debatir con los judíos más brillantes lo demuestra en sobradas ocasiones, la más llamativa cuando está siendo juzgado por el sanedrín y con sólo unas pocas palabras relativas a la resurrección de la carne en la que creían los fariseos pero no los saduceos, consigue poner a todos contra todos y hasta ganarse la simpatía de buena parte de los que le han de juzgar.

-Pero Pablo ese considerado “el apóstol de los gentiles”. ¿Por qué fue enviado a “las gentes” en vez de aprovechar su testimonio para convertir a los judíos?

-Pues bien, es quizás, precisamente, su gran formación, su enorme inteligencia, su instinto sagaz, el que lleva a nuestro Pablo a poner el acento en la universalidad del mensaje de Jesús, y a percatarse de que el futuro del mismo no se halla en el restringido, restrictivo y hasta pesado ambiente judío, sino en el mucho más amplio y abierto, y sobre todo, geográfica y demográficamente más extenso de la gentilidad, vale decir, de los que no son judíos. Y que la clave consiste en llegar a Roma, la misma capital.

-Hay quien, para “naturalizar” el cristianismo, se lo atribuye a San Pablo, como si fuese invención suya...

-Es un completo disparate, que sirve a algunos intérpretes para relativizar el mensaje cristiano. Pero el mensaje cristiano es sin duda de ninguna clase, el que crea, el que produce, el que predica Jesús de Nazaret, un Jesús de Nazaret que existió y que se pareció mucho al que describen los Evangelios. Desde este punto de vista, Pablo es sólo un transmisor. Una de las grandes preocupaciones de Pablo en sus cartas es precisamente, dejar claro este punto. El sólo transmite lo que recibió: así, reprende a los corintios que dicen haber recibido el "bautismo de Apolo", el "de Pedro" o el de él mismo, cuando el bautismo sólo en es Cristo. Es significativo que, también a los corintios, y hablando de la virginidad, incluso les dice: “Sobre esto no tengo precepto (de Jesús, se entiende), pero yo creo que…”, separando pues, con claridad, lo que es la doctrina recibida que él se limita a trasmitir de lo que es su pensamiento. Y dando a cada cosa la importancia que tiene.

-¿En qué sentido se dice que es “helenizador”?

-Ese ser de excepcional inteligencia que es Pablo junto a su formación esmeradamente judía tiene también una excelente formación clásica, helenística si se quiere. Nace y crece en una ciudad de raíces helenas, Tarso, tiene la ciudadanía romana, de la que se jacta en más de una ocasión. Conoce a fondo el pensamiento clásico, y trabaja por compatibilizarlo con el mensaje que él transmite. El episodio que mejor ilustra el conocimiento paulino del pensamiento clásico es su discurso en el Areópago, pero no es la única ocasión en que lo exhibe.

-¿Qué es lo que más le atrae de su personalidad?

-A mí me encanta el lado humano que Pablo exhibe en sus cartas. Es, efectivamente, un ser humano de carne y hueso, con sus fortalezas y sus debilidades, con sus acciones y sus pasiones. Un ser apasionado, como te he dicho antes, cuya personalidad atrae, subyuga. Pero sobre todo, me atrae el resultado de su obra. ¿Te das cuenta de que gracias a Pablo sobre todo (en más de un 90%), dos mil años después de su muerte y de la de su maestro, dos mil millones de seres humanos, es decir, uno de cada cuatro, están más o menos estrechamente vinculados al mensaje que el transmitió? ¡Y esto lo hizo sin más medio que sus piernas y su palabra! Ni un soldado, apenas algunos amigos y compañeros que en más de una ocasión hasta le abandonan. ¿Se puede hablar de una obra semejante en toda la historia? Piensa en Alejandro Magno, en Julio César, en Mahoma, en Gengis Kahn, en Carlos V, en Marx, en Stalin… la obra de cualquiera de ellos (sin entrar en consideraciones de tipo ético, solo históricas) no le llega a la de Pablo a los talones, ni en amplitud ni en duración. Y si encima la comparamos con los medios de los que se sirvieron, hasta de la sangre derramada, entonces, como vulgarmente se dice… “apaga y vámonos”. ¿Sabes qué? Ni siquiera hay que ser cristiano para admirar la obra sin parangón de ese personaje histórico gigantesco, irrepetible, irrepetido que fue Pablo.

-Si tuviese que destacar un texto paulino concreto, ¿cuál sería y por qué?

-Me encanta su última carta, la que dirige a Timoteo cuando se ve ante los últimos momentos de su vida: es una obra literaria de máxima calidad e intensidad poética. Habla el ser humano, ¡hasta pide que le traigan un abrigo que se dejó olvidado en algún lugar! Hay poca doctrina, mucho sufrimiento, miedo a que el final indigno que la vida depara para él ante el patíbulo provoque dudas en sus seguidores, temor también a no poder seguir velando por la rectitud del mensaje. “Mi vida va a ser derramada en libación”, ¿se puede expresar en menos palabras y de forma más bonita el sentimiento que invade a una persona que va a ser ejecutada por transmitir el mensaje en el que cree?

-¿Ha visto la película Pablo, apóstol de Cristo?

-Sí la he visto y la recomiendo desde luego: es un intento en la buena dirección. Pero no termina de ser como yo me imagino los instantes finales de la vida de Pablo. Si yo hubiera sido el asesor histórico de la película habría desaconsejado algunas escenas, como por ejemplo, aquella en la que Pablo es flagelado gratuitamente, siendo como era ciudadano romano. La razón que Lucas da para dejar de escribir los Hechos de los Apóstoles cuatro años antes de que Pablo sea ejecutado no se corresponde con la que yo aporto en mi libro…

-¿Que es…?

-Me vas a permitir reservármela (sonríe)… La verdad es que encierra muchas claves y muy importantes el hecho de que Lucas deje de escribir los Hechos en el preciso momento en que lo hace…

Retrato de San Pablo en las Catacumbas de Santa Tecla, descubierto hace ahora diez años por arqueólogos del Vaticano.

-Y el retrato de San Pablo, ¿le parece adecuado?

-No tanto, la verdad, es bastante diferente del que la iconografía y la tradición cristiana nos transmiten y que a mí me encaja tan bien con el personaje. El gigantón atlético que interpreta a Pablo, James Faulkner, poco o nada tiene que ver con el hombre pequeño, cejijunto, de piernas arqueadas, barba puntiaguda, quizás fibroso pero no atlético, que describe el apócrifo Hechos de Tecla y Pablo y que reproducen luego de manera mayoritaria los grandes artistas de todas las épocas desde el primero de todos, el pintor anónimo que dejó su retrato en las catacumbas de Tecla, en Roma, en algún momento del siglo IV.

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