Viernes, 19 de abril de 2024

Religión en Libertad

La aparición de la Madre de Dios de Puerto Arturo, la Guerra Ruso-Japonesa, el comunismo...

La Virgen pidió a un viejo marino pintar un icono para vencer una guerra... costó más de cien años

La Virgen pidió a un viejo marino pintar un icono para vencer una guerra... costó más de cien años
El icono de la Madre de Dios de Puerto Arturo tiene devoción en el ejército ruso de Extremo Oriente

En Moscú, al cumplirse cien años del asesinato del último zar, Nicolás II, y de su familia, a manos de los bolcheviques, se ha inaugurado la exposición “Iconos de la época de Nicolás II” en el Museo Central de Cultura y Arte Antiguos de Rusia, que lleva el nombre del beato pintor de iconos Andrei Rublev.

Allí hay un icono mariano muy especial, moderno y con historia a la vez: la Virgen de Puerto Arturo, fruto de una aparición mariana y con peripecias que de alguna manera recogen el absurdo de la Guerra Ruso-Japonesa y quizá del siglo XX entero.

El icono de la Madre de Dios de Puerto Arturo, en la exposición del museo

La situación de preguerra

En el año 1900, durante la rebelión de los boxers en China (popularizada por la película “55 días en Pekín”), la Rusia zarista conquista Manchuria, incluyendo la ciudad costera de Puerto Arturo, que bloquea el golfo de salida al mar de Pekín. Puerto Arturo -oficialmente “alquilada” a los chinos- se convierte en una potente base rusa en Chian. Una China debilitada, el creciente Japón y las otras potencias coloniales piden a los rusos que se retiren. Rusia dice que se irá, pero se demora, deja pasar el tiempo, no acaba de decidirse.

En Japón, una generación de militares veteranos y pacientes es sustituida por una de jóvenes con ganas de combatir. En Rusia -y en todo Occidente- las potencias coloniales no se toman en serio a Japón como potencia militar. La diplomacia zarista es caótica y errática y Japón se siente menospreciado. En 1903 el zar Nicolás no sabe qué hacer respecto a Japón y Puerto Arturo aunque declara que “no habrá guerra porque yo quiero que la haya”. Hay rumores de conflicto, muchos piensan que habrá alguna guerra, pero no está claro, no parece inminente.

Un viejo marinero con una visión de la Virgen

En diciembre de 1903, al famoso y concurrido monasterio de las Cuevas de Kiev, llega un hombre mayor llamado Fiodor. Ha venido caminando desde la región de Besarabia, en la frontera de Ucrania y Rumanía. En su juventud, 50 años antes, fue marinero y defendió Sevastopol en la guerra de Crimea. En el infierno de la guerra se convirtió en un creyente firme y profundo. Ha venido al famoso monasterio, cuna de la cristiandad de Rusia, porque ha tenido una visión.

Le despertó un ruido parecido a una ráfaga del viento y se le apareció la mismísima Madre de Dios. En la visión, Ella estaba a las orillas de un golfo, a lo lejos había una ciudad en llamas. La Virgen llevaba una túnica azul y capa marrón. En las manos desplegaba un pañuelo con la imagen de la Santa Faz de Cristo. Bajo sus pies había espadas desenvainadas. En el cielo, sobre su cabeza, los Arcángeles Miguel y Gabriel. Por encima de todo, el Señor, Dios de los Ejércitos. Alrededor de la visión se leía: “Que permanezcan unidos el rebaño y su único Pastor”.

La Madre de Dios le dijo a Fiodor que pronto en las orillas de un mar lejano comenzaría una terrible guerra. Y le dijo que su visión habría de ser dibujada en un icono que habría de ser llevado a la ciudad de Puerto Arturo. Entonces la ciudad se encontraría bajo la protección celestial, y los guerreros cristianos vencerían a los paganos japoneses.

En el monasterio tomaron su relato con cautela. Continuamente recibían allí peregrinos con historias sobrenaturales y visiones. Y lo de una guerra con los japoneses, en diciembre de 1903, aún no estaba nada claro en Rusia. Pero el 8 de febrero, sin declaración previa de guerra, con el cuerpo diplomático japonés aún en territorio ruso, los japoneses atacan por sorpresa por la noche y sus torpedos golpean a la flota rusa de Puerto Arturo. Uno de los atacantes escribió en su diario (citado por el historiador Oleg Airapetov en Desperta Ferro, nº18): “Estos simplones rusos no sospechaban nada, dormían plácidamente y entonaban sus estúpidas oraciones confiando, como siempre, su defensa a su dios, pero, pensé, esta noche nosotros seremos vuestro dios”.

Un icono por suscripción popular

Al empezar la guerra se difunde el mensaje de Fiodor y los fieles empiezan a reunir medios para pintar el icono según la visión y las instrucciones de la Virgen. La avalancha de los donantes era tal que se decidió recibir de cada uno un microdonativo de 5 kópeks. Diez mil personas aportaron su dinero. El pintor P. F. Shtronda realizó el icono gratuitamente. La creación del icono tuvo su serie de pequeños milagros. El pintor Shtronda testimoniaba que el viejo Fiodor que le acompañaba con sus instrucciones durante todo el proceso de pintura, a veces cogía el lápiz con sus dedos encorvados y trazaba líneas precisas que pocos profesionales alcanzarían.

En una Semana Santa se bendijo el icono terminado y éste se envió a San Petersburgo, la capital, al almirante V. Verjovskiy.

Pero el almirante no era un hombre de fe fuerte y en la capital mucha gente era escéptica e “ilustrada”. El almirante, en vez de enviar el icono a Puerto Arturo, como pedía la Virgen, lo colgó en su casa invitando a sus amigos a verlo. También proponía colocarlo en la Catedral de Nuestra Señora de Kazán (que pocas décadas después sería un museo del ateísmo). El metropolita insistía en que se enviara el icono a Puerto Aturo, sitiada por los japoneses, pero nadie actuaba.

Nicolás II y su madre, la emperatriz viuda María Fiódorovna Románova, unos 8 o 9 años antes de la Guerra Ruso-Japonesa

La emperatriz viuda participa

Actuó entonces la madre del zar Nicolás II, la emperatriz María Fiódorovna Románova, viuda del zar Alejandro III. Aunque era una princesa danesa, de origen luterano, hija del rey Cristián IX de Dinamarca, ya llevaba muchos años siendo una cristiana ortodoxa devota. El comandante de la flota en China había muerto. María Fiódorovna ordenó al nuevo comandante, N. Skrydlov, que entregara el icono en la catedral de Puerto Arturo, y así prometió él que lo haría. Tras una liturgia solemne, el icono dejó San Petersburgo el 12 de abril.

Pero Skrydlov, sin prisa, en vez de dirigirse a China se detuvo tranquilamente por Crimea, a recoger sus muebles, documentos y familiares. Salió de allí el 20 de abril. Demasiado tarde: el 26 de abril llegó un último tren a Puerto Arturo y luego la ciudad quedó aislada por los japoneses. Skrydlov y el icono se quedaron varados en Vladivostok, el otro puerto ruso del Pacífico, sin conexión por tierra ni mar con Puerto Arturo. El 30 de julio autoridades de San Petersburgo le preguntaron qué pasaba con el icono. Él respondió que la emperatriz viuda “no había dado indicaciones pertinentes”. Era una forma de sacarse responsabilidades.

Decidieron que el icono se colocaría al menos en la catedral de la Asunción de Vladivostok. La primera liturgia ante la imagen se celebró el 6 (19) de agosto, festividad de la Transfiguración. La gran multitud lloraba, pidiendo protección a la Madre de Dios. Pero muchos recordaban que la Virgen pedía que el icono fuese a Puerto Arturo.

Un grupo de jóvenes oficiales se presentó para llevar el icono a la ciudad sitiada, pero el comandante prohibió la aventura por ser demasiado arriesgada para el icono.

Hicieron entonces tres fotografías y una copia al óleo del icono que fueron enviados por correo al cónsul ruso de la ciudad china de Chifu, para enviarlas a Port Arthur con embarcaciones chinas. Ninguna llegó a su destino.

La copia al óleo la llevaba el vapor “Sungari”. También llevaba munición, harina y vodka. Un tifón le obligó a volver. En el segundo intento, ya casi a la vista de la fortaleza sitiada, lo ahuyentaron los acorazados japoneses. Se comenzó a decir que todas las contrariedades se debía a que la Madre de Dios no había hablado de una copia sino del icono original.

Toda Rusia se interesaba en el asunto. Las redacciones de los periódicos recibían sacos de cartas que preguntaban por la suerte del icono. ¿Acaso no habría nadie que cumpliera con el encargo de la Virgen?

En realidad, las dificultades del icono para llegar a la ciudad eran las mismas que tenían las provisiones, los refuerzos, la munición… incluyendo las burocráticas, la ineficacia, las distancias, la falta de decisión: la historia es un espejo de liderazgo ineficaz del Imperio.

Un voluntario consigue acercarse pero…

Apareció un voluntario, un veterano de la guerra anterior, ya cincuentón, llamado también Fiodorov. Padecía de reuma y llevaba vida tranquila en Gatchina, cerca de San Petersburgo. Se presentó para llevar el icono al puerto asediado. Primero, pidió la bendición a su padre espiritual, Juan de Kronstadt (1829-1908), que sería canonizado por la Iglesia Ortodoxa. Fiodorov contó después que le acompañaron pequeños milagros: en seguida recibió todos los papeles en el Almirantazgo, los problemas de viaje se resolvían rápido y a veces de forma imprevista.

El 7 de noviembre, día de la llegada del voluntario a Vladivostok, el comandante Skrydlov recibió un telegrama de la emperatriz viuda que le pedía confiar el icono a Fiodorov. El 22 de noviembre el icono fue colocado en una funda especial. Primero Fiodorov lo llevó a Shangay en un vapor noruego, luego, al puerto de Chifu. Salieron al mar en un barco chino, pero el viento, antes favorable, cambió y les obligo a volver. Al día siguiente, el 19 de diciembre, se repitió lo mismo. El porqué de la contrariedad de los elementos se aclaró al día siguiente, el 20 de diciembre: cuatro acorazados de Puerto Arturo trajeron la noticia: la ciudad se había rendido.

Fue la primera guerra realmente sangrienta moderna, guerra de alambre de espinos y ametralladoras, de asaltos a bayoneta contra ametralladoras en trinchera y abundancia de granadas de mano. Fue un ensayo de la Primera Guerra Mundial y sus masacres. En un año de guerra murieron más de 100.000 hombres en combate y 30.000 por enfermedades relacionadas. Japón demostró que era una potencia mundial, que había vencido al Imperio que derrotó a Napoleón… pero a base de lanzar oleadas de soldados contra ametralladoras.

El icono no llega a Puerto Arturo

Fiodorov decidió que un icono militar había de permanecer en el ejército y lo pasó al estado mayor del comandante en jefe Kuropatkin, a pesar de su fama de liberal. El icono pasó desapercibido, y no consta que se celebraran oficios con él. Y no llegó a Puerto Arturo. Terminada la guerra, el icono volvió a la catedral de la Asunción de Vladivostok. En 1932 los comunistas cerraron la catedral y en 1938 fue volada por los aires por los soviéticos.

El rastro del icono desapareció, y también sus copias.

Un hallazgo en Jerusalén

Hasta 1998. Ese año, en Jerusalén había un grupo de peregrinos rusos del Lejano Oriente. Entre ellos estaba el párroco de la iglesia de la Asunción de Vladivostok, el hieromonje Sergio, y otro párroco, el del Manto de la Virgen de Ussuriysk, el archimandrita Inocencio. En una tienda de antigüedades reconocieron el histórico icono de Puerto Arturo. Sin dinero ni tiempo, acudieron a la abadesa del monasterio ortodoxo Gornenskiy, en Ein Karem, la madre Georgia, para pedirle comprar el icono. Y así, el 6 de mayo de 1998,el icono volvió a Vladivostok acompañado con una procesión y repiqueo de campanas.

Una de las copias más antiguas apareció en los años ochenta. La encontró un restaurador, Mijail Osipenko, que trabajaba en un templo de cementerio de la ciudad de Kirzhach. En el centésimo aniversario de la aparición surgió la idea de cumplir con el mandato de la Virgen y llevar su imagen a Puerto Arturo (hoy la ciudad china de Luyshun). La imagen, bendecida en la catedral Marinera de San Nicolás de Kronstadt, viajó en un turismo privado atravesando toda Rusia. En la frontera comenzaron los problemas:la entrada de sacerdotes e iconos cristianos en China estaba prohibida (solo en 2017 China dio algunos permisos a clérigos ortodoxos). Además, Luyshun es una base militar, donde los rusos sólo pueden entrar una vez al año, el Día de la Victoria, el 9 de mayo, para recordar a los combatientes caídos. Además, había una epidemia en la región, y los caminos estaban cortados por piquetes.

Por fin, una liturgia clandestina en la China comunista

Sin embargo, los participantes de aquella insólita procesión pudieron introducir el icono en Puerto Arturo. El 9 de mayo de 2003, el hieromonje Jorge, vestido de civil, celebró una liturgia ante la imagen pidiéndole salvación para Rusia. Antaño, en los tiempos del emperador Nicolás II, en el cementerio de de Puerto Arturo fue erigida una cruz de piedra. En su base había un icono de mosaico, una imagen de la Nuestra Señora de Kazán, aniquilado en los años de la “revolución cultural china”, cuando muchas obras cristianas fueron destruidas por los comunistas fervorosos. En su sitio colocaron una copia especial de Nuestra Señora de Puerto Arturo.

Aquel suceso, se dice, provocó una cadena de milagros por toda Rusia. Por todo el país comenzaron a reaparecer las copias antiguas del icono (al día de hoy son unas ocho). El icono de la Virgen de Puerto Arturo, su advocación, es hoy una de las patronas del ejército ruso en Lejano Oriente. Por la bendición del patriarca Alexis II, la fiesta del icono es el 29(16) de agosto, el día de la Santa Faz de Cristo, que aparece en el icono. Además, en la diócesis de Vladivostok se celebra el 17 de febrero – el encuentro del icono en Jerusalén y el 6 de mayo – su regreso a Vladivostok.

(Con material de Portal-kultura.ru, adaptado de la traducción del ruso de Tatiana Fedótova; publicado originariamente en español en www.carifilii.es)

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