Viernes, 19 de abril de 2024

Religión en Libertad

De biólogo apasionado a misionero con los pobres: Krish Jon Mathavan

Con el padre al templo budista, con la madre a misa, pero bloqueaba a Dios con su frenesí laboral

El padre Krish, misionero del Sagrado Corazón, encontró lo que llena su vida
El padre Krish, misionero del Sagrado Corazón, encontró lo que llena su vida

ReL

Trabajar duro, marcar una diferencia laboral en el mundo, estudiar y estudiar, tener éxito profesional, ¡aprovecha el tiempo! ¡Logra un buen puesto! 

No parecen malos valores para que una familia los inculque a su hijo... pero en una sociedad como la de Singapur, y otras sociedades de Asia y de Occidente, es un frenesí en lo material que deja completamente orillado al Dios cristiano, que es un Dios del desierto, un Dios del "sabbath" con su descanso, un Dios de 30 años de vida oculta y solo 3 de vida pública...

Así lo experimentó Krish Jon Mathavan, que acaba de ser ordenado sacerdote de la congregación de los Misioneros del Sagrado Corazón en Australia.



Con su padre, templo y doctrina budista
Nació en Singapur hace 41 años. Su padre, budista, lo llevaba al templo budista local y recibía clases de doctrina budista. Su madre, católica, lo llevaba a misa cada domingo. “Tuve una formación religiosa muy equilibrada”, explica al diario católico australiano The Southern Cross. 

En unas jornadas católicas para jóvenes sintió que era el cristianismo lo que llenaba espiritualmente su corazón. Pero lo que llenaba su vida de verdad era la pasión por la biología y los estudios, empujados por la insistencia de su familia y de su entorno de triunfar en lo laboral, en la ciencia, en el estudio. 

Dedicó años de ajetreo y frenesí a una investigación... que no llegó a buen puerto. Planteándose qué hacer con su vida, participó con 31 años en la JMJ de Sydney 2008, donde sintió que Dios le llamaba de alguna manera. Y de vuelta de la JMJ, se apuntó a un retiro de 8 días en silencio con los Misioneros del Sagrado Corazón. 



El hombre acelerado en 8 días de silencio
Él, hombre de vida acelerada, de mil actividades, de aprovechar el tiempo, cumplía con lo que le mandaban en el retiro, pero los 7 primeros días sufría, se inquietaba, se tiraba del pelo, se agitaba con la sensación de tiempo perdido... ¿Para qué tanto silencio y quietud? Él nunca había estado quieto ni en silencio de esa manera. 

"Hay saburía en el hecho de que el retiro dure 8 días: en el octavo día dio fruto", explicó luego en la web de los misioneros. 

"Solo en el octavo día se estableció en mí una quietud confortable, sin preocupaciones ni inquietudes. Entonces experimenté una paz profunda que descendía sobre mí y un amor apasionado encendiéndome. Me sentí amado hasta los huesos y fue asombroso. No era solo un subidón emocional sino una profunda convicción interior. Por primera vez, sentí que podía hacer cualquier cosa con mi vida. Sin planearlo ni darme cuenra, estaba frente a la pregunta no de mi carrera sino de mi vocación. Dios me mostró que el deseo por Dios que había estado siempre ahí se encendía ahora para vivir y amar como Dios hace".

Ahí nació su vocación religiosa y luego sacerdotal.

Cambiar de mentalidad: "dejarse hacer" por Dios
Durante los años de formación, dice, desaprendió con esfuerzo lo que le habían inculcado: tanta necesidad de éxito, de eficacia, de rendimiento visible, de cultura competitiva.... Tocaba ahora dejar hacer a Dios, dejar obrar a Dios, pedir a Dios, estar con Dios, colocar el corazón junto al corazón de Jesús y dejarse transformar por Él. 



Como religioso, el padre Krish trabajó en la asistencia pastoral en las cárceles, hizo apostolado entre las comunidades aborígenes del Territorio del Norte de Australia y un ministerio en el Stella Maris Seafarer’s Centre en Melbourne (para gente del mar), todo mientras, por su propia iniciativa, completaba sus estudios. 

Ahora espera ser, dice, “un pastor con olor a oveja”, y “saber cómo amar y servir a Dios y a la gente confiada a mi cuidado”. El padre Krish, a quienes están pensando en la vocación sacerdotal o religiosa, les anima a “abrazar el silencio y a escuchar la voz de Dios, a correr el riesgo de enamorarse, sólo hay que probarlo. No hay perder con Dios, y todo que ganar”.
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