Sábado, 20 de abril de 2024

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¿Cómo evangelizar en el siglo XXI?

¿Cómo evangelizar en el siglo XXI?

por La divina proporción

 
Entonces, dirá alguno, ¿hemos perecido engañados? ¿no habrá salvación alguna? Caímos, ¿podremos levantarnos? (Jer 8,4). Hemos quedado ciegos ¿podremos recuperar la vista? Estamos cojeando, ¿no hay esperanza de que caminemos correctamente alguna vez? Diré en resumidas cuentas: ¿No podremos alzarnos después de haber caído? (Sal 41,9) ¿Es que acaso quien resucitó a Lázaro, con hedor ya de cuatro días (Jn 11,39), no te resucitará vivo también a ti? Quien derramó su preciosa sangre por nosotros nos liberará del pecado para que no claudiquemos de nosotros mismos (Ef 4,19), hermanos, cayendo en un estado de desesperación. Mala cosa es no creer en la esperanza de la conversión. Quien no espera la salvación acumula el mal sin medida; pero el que espera la curación, fácilmente es misericordioso consigo mismo. Igualmente el ladrón que no espera que se le haga gracia llega hasta la insolencia; pero, si espera el perdón, a menudo termina por hacer penitencia. Si incluso una serpiente puede mudar la piel, ¿no depondremos nosotros el pecado? También la tierra que produce espinas se vuelve feraz si se la cultiva con cuidado: ¿Acaso podremos obtener nosotros de nuevo la salvación? La naturaleza es, pues, capaz de recuperación, pero para ello es necesaria la aceptación voluntaria. (San Cirilo de Jerusalén. Catequesis II, 5) 

Esta es una pregunta complicada por muchas razones. La primera razón que se me viene a la cabeza está implícita en la misma pregunta ¿Qué es evangelizar? 

Evangelizar es llevar el Evangelio a las personas que no lo conocen. El Evangelio es la “Buena Noticia” que Cristo nos reveló y que nos indicó que deberíamos difundir por toda la tierra. ¿Qué buena noticia? 

Que Dios mismo se haya encarnado y nos haya redimido, es algo que no tiene consecuencias en la mentalidad del ser humano postmoderno. Para una sociedad cristianizada superficial e inconscientemente, esta buena noticia no tiene ningún impacto. Si no necesitamos a Dios. ¿Para qué querríamos que viniese a nosotros y nos redimiera? ¿Redimirnos de qué? Si la sociedad se ocupa de darnos lo que necesitamos en cada momento. Además, lo que viene a decir Cristo incluye una palabra maldita: compromiso. 

Si la vida nos va mal, las esperanzas se depositan en los servicios sociales, las ONGs, la lotería, nuestro circulo social o en los ansiolíticos y otros fármacos que actúan sobre nuestros sentimientos. Cuando alguien se plantea la necesidad de Dios, lo hace en términos utilitaristas. ¿Me sirve Dios para algo? Si Dios no es una herramienta o un medicamento ¿Qué puede aportarme? Esa es la gran pregunta que se hace el ser humano postmoderno, cuando se enfrenta a la trascendencia. 

No podemos negar que muchos aspectos de nuestra religión actúan de forma similar a los servicios sociales, entorno social y fármacos, por lo que no podemos seguir ofreciendo estas respuestas a la hora de evangelizar. Entonces ¿Qué buena noticia podemos difundir? La Buena Noticia debe ser algo que dé sentido y cambie la vida de las personas que la aceptan. 

En nuestra sociedad hay dos lacras que no dejan de crecer: soledad y desesperanza. La primera es la consecuencia de la arrogancia y la independencia. La segunda es consecuencia de una vida que no tiene sentido alguno. Podríamos preguntarnos ¿Para qué queremos ser libres? Sobre todo si la libertad que nos venden conlleva desafecto, soledad, ignorancia y desesperación. ¿Libres para qué? 

Cristo nos ofrece una solución: La Verdad os hará libres. Además señala que la soledad se vence a través de la comunidad y el sinsentido, por medio de la Fe. Si unimos Fe y comunidad, aparece la esperanza y se enciende en nosotros la caridad. Dios es amor-caridad. Sólo cuando el Espíritu Santo entra en nuestro corazón, se enciende la llama de Cristo en nosotros. 

¿Y el compromiso? Para muchas personas, comprometerse es sinónimo de perder su libertad. La libertad se comprende como ese estado de ignorancia de las consecuencias, que permite elegir sin sentirse responsable. Como es lógico, en la medida que no actuamos con responsabilidad y conocimiento, nos dejamos arrastrar por lo que nos “venden” interesadamente. Es decir, la libertad que nos ofertan, no es más que esclavitud. 

¿Cómo comunicar esto a una persona llena de prejuicios e incapaz de comprometerse? Ese es el gran reto que tenemos por delante. Lo primero es conseguir aminorar o hacer desaparecer los prejuicios. Lo segundo es contagiar el compromiso como sentido para nuestra vida. ¿Y la libertad? 

La verdadera libertad es la capacidad que nos lleva a dejar atrás la ignorancia y la irresponsabilidad. Es la capacidad que nos permite comprometernos sin temer perder nada.

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