Viernes, 19 de abril de 2024

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Cardenal Cañizares: ¡hace diez años!

por Victor in vínculis


Hace 10 años el cardenal Antonio Cañizares Llovera era el Arzobispo de Toledo y Primado de España. Hace diez años, exactamente el próximo 23 de abril [un mes antes de peregrinar con más de mil toledanos a las beatificaciones del 28 de octubre de 2007] se dirigió a todos los sacerdotes y fieles cristianos de la Archidiócesis de Toledo. Hemos querido dejar constancia en internet de aquel documento que nos dirigió. Su carta se tituló:

MÁRTIRES PARA LA RECONCILIACIÓN

Queridos hermanos y hermanas en el Señor: Se aproxima el día 28 de octubre, día grande y dichoso de la beatificación, en Roma, de 498 mártires del siglo XX en España. De ellos, 57 sellaron con su sangre el testimonio supremo de la fe en nuestra diócesis: 12 sacerdotes seculares, 1 subdiácono, 4 hermanos de las Escuelas Cristianas (La Salle) de la comunidad de Consuegra, 16 carmelitas descalzos, 22 franciscanos de la comunidad de Consuegra, un trinitario y un dominico. Demos gracias y alabemos a Dios "porque la sangre de los mártires, derramada, como la de Cristo, para confesar su nombre, manifiesta las maravillas de su poder".

Con devoción y agradecimiento unámonos a esta beatificación de estos mártires, que dieron su vida por Jesucristo como testimonio supremo de la verdad del Evangelio y de la fe. El martirio es un regalo de Dios preciosísimo que es preciso apreciar en todo su sentido. Nuestra moderna sociedad, permisiva y relativista, tiende a hacer arcaico y obsoleto el hecho y la grandeza del martirio. Los cristianos mismos parece que hemos perdido disponibilidad y aun sensibilidad para el martirio. Sin embargo es el supremo testimonio de la verdad de Dios y de la verdad del hombre.

Es signo y prueba, diáfano testimonio, de que Dios es Dios, lo único necesario, que está por encima de todo y lo vale todo, que sólo Él basta, que Él es, en verdad, Amor, fuente inagotable y hontanar de todo amor. El martirio es testimonio valiente y cierto de que Cristo vive, reina y nos salva, y que su salvación, su vida y su amor valen más que todo, son el tesoro al que nada se le puede comparar. La diócesis de Toledo, agradecida hasta lo más, quiere y debe conservar y vivir la memoria de sus mártires de la persecución religiosa del 36. Ellos han sido y son una fuerza de la fe cristiana vivida hasta el extremo del amor, testigos singulares de Dios vivo que es Amor en la vida de los hombres, ellos "son fuego, luz, renuncia a todos los egoísmos, espléndida manifestación de vida de entrega a Dios por las causas más nobles que puedan darse: la del triunfo de Cristo en la sociedad" (Cardenal Marcelo González), la del amor sobre el odio, la del perdón sobre la venganza, la de la paz sobre la guerra. Conservar y vivir la memoria de los mártires es un deber del cristiano.

Ellos han sido los frutos o los retoños más insignes de la madre Iglesia en el siglo XX, sus hijos más ilustres, las cimas más altas de humanidad en nuestras tierras en muchos años, lo mejor de nuestros pueblos. Cuando estamos próximos a estas beatificaciones "el corazón se ensancha, y dice uno... ¡Qué Iglesia es ésta! ¡Qué Madre tan fecunda, que, en cualquier momento de la historia, engendra estos hijos!  ¡Qué fuerza lleva dentro de sí la Iglesia del Señor para ser tan perfectamente capaz de realizar esto: el que tantos hijos suyos amen al Señor y al depósito de la fe que la Iglesia custodia, hasta derramar su sangre!" (Cardenal Marcelo González).

 

[El Cardenal durante la exhumación del beato José Polo Benito, Deán de la Catedral Primada, que sería beatificado en esa fecha, en Roma]

Hay un aspecto inolvidable en los mártires, en nuestros mártires, bienaventurados porque trabajaron por la paz. Nuestros mártires, en efecto, "son insignes colaboradores de la paz. Porque, en todo momento, ellos han servido, antes con su apostolado, y después con esa generosidad con que se entregaron a la grandeza de la convivencia humana: porque murieron perdonando, no odiando" (Cardenal Marcelo González), sin que hubiese un solo caso de apostasía de su fe en Dios que es Amor, y de Jesucristo, Rey y Señor de todo y de todos. Ellos han sido, y son, para todos ejemplos innegables y conmovedores de personas con entrañas de amor y de misericordia, capaces de perdonar y morir perdonando como su único Señor. Ellos son hoy y lo serán siempre memoria viva, llamada y signo, garantía de una honda y verdadera reconciliación, que nos marca definitivamente el futuro: un futuro de paz, de solidaridad, de amor y de unidad inquebrantable entre todos los españoles.

Ellos son de todos y para todos. ¿Cómo no vamos a unirnos al gozo grande de su beatificación el 28 de octubre, y tenerlos dentro de nosotros en esa memoria agradecida que no los puede olvidar porque su entrega y su testimonio son la garantía más cierta de un futuro permanente de paz, de perdón, de amor y unidad entre todos los españoles, porque el futuro está en Dios, del que son testigos, de Dios que es amor y misericordia, que nos ha reconciliado y perdonado en su Hijo por su sangre, y ha derribado los muros de la separación que eleva el odio y la violencia?

Porque, con estas beatificaciones la Iglesia también quiere "promover la unión de todos, porque ellos también la promovieron. No odiaron, repito, perdonaron... Ellos no tenían en la mano los resortes del poder, pero trabajaron para unir y para crear las bases de entendimiento entre unos y otros. Y cuando les llegó la hora suprema de la verdad, en que había de testificar, como testificaron ellos, su amor a Jesucristo, abrieron el corazón para que las balas entraran más fácilmente, y, de esa manera, demostrar con hechos más que con palabras, que seguían amando y perdonando" (Cardenal Marcelo González). ¡Qué paginas tan bellas de amor, de perdón de reconciliación nos dejaron todos nuestros mártires! Su muerte fue testimonio diáfano de Dios, que es Amor, y perdona, y concede el triunfo de la gloria donde permanecerá el Amor.

Nuestros mártires, son aliento, estímulo e intercesión, ayuda y auxilio para nosotros, para que demos testimonio público de fe en Dios vivo en un mundo que vive a sus espaldas y como si no existiera, y por tanto contra el hombre y su futuro, para una verdadera convivencia en paz y justicia, en la verdad y en el amor, en libertad verdadera fruto del amor en que se expresa la verdad. Acudamos a la intercesión de nuestros mártires y sigamos con esperanza la estela que ellos nos han dejado -el testimonio y confesión de fe en Dios, que es amor- para alcanzar las verdaderas metas de humanidad y de paz que necesitamos.

Y además, unámonos a estas beatificaciones. Os exhorto a que cuantos podáis no dejéis de asistir como peregrinos en Roma a la solemne celebración en la plaza de San Pedro, el día 28 de octubre. Que, como signo de lo que significan y son para nosotros nuestros mártires, sea muy numerosa la peregrinación diocesana. Que se vuelquen en esta peregrinación las parroquias donde nacieron nuestros mártires o llevaron a cabo su ministerio. Que la diócesis de Toledo, que tanto les debe a sus mártires, esté ampliamente representada por una gran afluencia de peregrinos y que el resto viva con piedad e intensidad religiosa este acontecimiento en sus respectivas comunidades.

Queridos sacerdotes, especialmente de las parroquias más directamente afectadas, animad a los fieles a que se unan a la beatificación, insistiendo en la importancia de participar de manera presencial en Roma, habladles de lo que significa el martirio, avivad el ánimo de los fieles para que eleven a Dios la acción de gracias y las súplicas a Dios por medio de nuestros mártires.

Preparémonos todos, en los días que faltan para este acontecimiento de gracia. No lo dejemos pasar.
Con mi afecto y bendición para todos,
 
+ Antonio Cañizares Llovera
 Cardenal Arzobispo de Toledo
 Primado de España
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