Viernes, 19 de abril de 2024

Religión en Libertad

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Sobre moral sexual. Una respuesta a Bill Maher

por Alejandro Campoy

En mi entrada de ayer, uno de los comentaristas lanzó una opinión que creo merece una respuesta más extensa. Se trata de un punto de vista que expresa perfectamente la mentalidad dominante y generalizada en torno a lo que hoy se llama “educación sexual”, que va a experimentar un nuevo impulso tras la aprobación de la ley del aborto. La parte sustancial del comentario es la siguiente:

La educ. sex. enseña responsabilidad. Por ignorar lo que es un condón y como se usa no se evita tener relaciones sexuales. Una correcta educ. sex. evita embarazos y ETSs. Algo tan sencillo como: “Hazlo cuando te consideres preparado, con quien creas adecuado, tomando las medidas pertinentes”

Hay en mi ciudad un departamento de los servicios sanitarios que se llama Unidad de Conductas Adictivas (UCA). Ha cambiado bastante desde su puesta en funcionamiento. Al principio, era el sitio donde estaban “los yonkis”. Posteriormente se incluyeron otro tipo de dependencias, siempre relacionadas con estupefacientes: cocaína, alcohol... Hoy se llama unidad de conductas adictivas porque ya trata todo tipo de dependencias, incluídas la dependencia al juego (ludopatía) y, por supuesto, la dependencia del sexo.

Pues bien, hay una serie de pautas comunes a todas las adicciones, algunas de ellas tienen que ver con el tipo de personalidad del individuo que desarrolla la adicción (baja autoestima, búsqueda compulsiva del placer, nula resistencia a la frustración, etc) y otras con la naturaleza del objeto que genera esa adicción. Pues bien, este tipo de departamentos sanitarios, a los que hay que sumar las innumerables entidades privadas que trabajan sobre las adicciones, nos dan la verdadera medida del estado de salud de una sociedad cualquiera.

La realidad del entorno social se encuentra en este tipo de dispensarios, y donde superficialmente parece que vivimos en una sociedad avanzada, abierta, tolerante y progresista, nos encontramos debajo de la alfombra con una sociedad rota y despedazada, y éste no es únicamente el caso de España, por supuesto, los hay que viven con la compañía de su psiquiatra con la misma naturalidad con que viven con la compañía de su vecino de enfrente.

Quiero centrarme en los elementos comunes a todas las dependencias de tipo subjetivo, es decir, los que presentan en común en sus perfiles de personalidad la gran mayoría de los pacientes dependientes. Suelen ser los siguientes:

1.- Baja autoestima
2.- Percepción amenazadora de la realidad circundante
3.- Necesidad de seguridad: evitación compulsiva del displacer y búsqueda del placer.
4.- Incapacidad para el aplazamiento
5.- Baja o nula resistencia a la frustración
6.- Ausencia de autocontrol

Como es evidente, se trata de una enumeración muy elemental y nada exhaustiva. Sucede entonces que existen una serie de elementos placenteros que suspenden temporalmente en el individuo ese malestar y angustia generados por esos elementos subjetivos, y esos momentos de placer pueden ser de muy diverso tipo: estupefacientes, juego, sexo. Y el fundamento último de cualquier adicción es la repetición de conductas que han proporcionado al individuo esa situación inicial de placer y suspensión del malestar.

Pues bien, todas las terapias pasan por un momento inicial que consiste en impedir al individuo dependiente un nuevo acceso a esa fuente de placer adictiva; posteriormente se desarrolla el largo proceso consistente en reconstruir una personalidasd gravemente alterada a partir de la articulación lenta de mecanismos de autocontrol, refuerzo de la autoestima y de los mecanismos de resistencia a la frustración y aplazamiento.

En todo caso, el individuo deberá ser muy consciente de que ha de vivir el resto de su vida pendiente de una debilidad que le acompañará como la diabetes acompaña al que la padece, y que deberá tener siempre a mano su “insulina” correspondiente. Y muchos aprenden a vivir así.

Resulta entonces que cuando el comentarista dice que “una correcta educación sexual evita embarazos y ETSs”, está poniendo el acento sobre las consecuencias, de la misma forma que si al yonki se le dijera que “el uso de jeringuillas individuales evita el contagio por HIV”, pero sin que se llegue a cuestionar el potencial patógeno de la heroína en sí.

Dice también el comentarista que la educación sexual “enseña responsabilidad”, pero sólo entendida como la forma correcta de hacer uso de ese placer, es decir, “con las medidas adecuadas, condones y demás”. Lo que no se le pasa ni por la cabeza es que haya que renunciar a ese placer en determinados momentos y etapas de la vida. Se entiende entonces, la “responsabilidad” de la misma forma que si se hiciera un uso “responsable” de la heroína, a saber, con una jeriguilla nueva y sin usar para cada dosis.

Sin embargo, las mismas “autoridades sanitarias” que lanzan tamañas irresponsabilidades sobre la correcta formación de la sexualidad no dudan ni por un instante en PROHIBIR tajantemente el uso del tabaco y del alcohol antes de los dieciocho años, y por supuesto, PROHIBIR a perpetuidad el uso del cannabis, la cocaína, la heroína y demás.

Y ahora vendrá la réplica habitual: ¿cómo se le ocurre comparar el sexo con la heroína?. No, no estoy haciendo eso, cualquiera que tenga un mínimo de comprensión lectora se dará cuenta de ello sin ningún problema. Lo que estoy haciendo es situar en primer plano la naturaleza de una personalidad dependiente, gravemente hipotecada de por vida para hacerse cargo de su proyecto vital en condiciones normales de integración interior y con el entorno en el que vive. Y las consultas de los psicólogos y psiquiatras están dando fe a diario de esta afirmación.

Y ha ocurrido que la moral sexual, tal y como la propone la Iglesia Católica, ha venido a quedar corroborada, confirmada y revalorizada precisamente a través de los millones de psiquiatras y psicólogos que en todo el Occidente desarrollado tienen que hacer frente a unas sociedades desquiciadas y neurotizadas, y esto sí es una realidad inapelable. Y los hechos han dejado patente una vez más que si la persona no es capaz de hacer frente a la frustración, si no es capaz de la renuncia y si no desarrolla los mecanismos de autocontrol y aplazamiento mínimos para generar una personalidad emocionalmente estable, el camino hacia el hundimiento está garantizado.

Y esto no se enseña en la escuela, todo lo contrario, cuando en España tenemos una Ministra de Sanidad que afirma promover una “salud sexual placentera para el bienestar de la sociedad”, ante lo que nos encontramos -y vuelva usted a las consultas psiquiátricas- es la invitación a la búsqueda compulsiva del placer y el bienestar como única opción de vida antes las frutraciones y contratiempos de la vida cotidiana.

Ante lo que nos encontramos es ante una invitación a la dependencia, la adicción y el diván. Pero una enfermedad lo es precisamente porque el afectado no se da cuenta de ella, cree que está sano. Sólo cuando la reconoce ha empezado su proceso de curación. La “ventaja” es la gran cantidad de puestos de trabajo que se crean para psicólogos y psiquiatras.

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