Martes, 16 de abril de 2024

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Reflexionando sobre el Evangelio (Mt 25,1-13)

Sin Esperanza nada podemos

por La divina proporción

El Evangelio de hoy nos habla de quienes esperan con un sentido y quienes simplemente dejan pasar el tiempo. Las vírgenes juiciosas que han llenado sus lámparas con aceite suficiente, no temen la noche. Han llenado sus lámparas porque sabían a qué se enfrentaban. Las vírgenes necias, no se dan cuenta de lo que sucede hasta que se oye el aviso de la llegada del Novio.

Tú que eres una de esas vírgenes que hacen resplandecer de una luz espiritual la gracia misma de su cuerpo, a ti que se compara con mucho acierto a la Iglesia, tú que velas en tu cuarto durante la noche: piensa siempre en Cristo y espera en todo momento su venida. Cristo entra, la puerta cerrada, y su venida no puede faltar, pues no lo ha prometido. Abraza pues a aquel que has buscado; acércate a él y serás iluminado. Retenlo. Pídele que no se marche rápidamente. Ruégale que no se aleje. «Rápidamente corre su palabra » (Sal. 147:15); y no se deja alcanzar por aquellos que se adormecen, ni tampoco retener por los negligentes. Que tu alma venga a su encuentro. Sigue los trazos de esta Palabra venida del cielo, pues pasa rápidamente. (San Ambrosio de Milán. De la virginidad, PL 16, 283-286)

Pensemos en lo que sucedió cuando Moisés consigue sacar al Pueblo de Israel de Egipto. Seguramente algunos pensaron que con la salida de Egipto todo iba a ir bien. La realidad es que salir de Egipto sólo fue el primer paso de un largo y duro peregrinaje hasta la Tierra Prometida. Muchos israelitas se rebelaron contra Moises y contra Dios mismos, cuando vieron que el tiempo pasaba sin llegar a la Tierra que manaba leche y miel. Llegaron hasta crear ídolos para suplantar a Dios mismo. Simplemente no tenían esperanza y creían que Dios estaba para servirlos a ellos. Si el “Dios de Moisés” no les daba lo que querían, era necesario otro dios que les sirviera para dominar políticamente al pueblo. Moisés se encontró con la traición cuando bajó del monte Sinaí.

Ahora miremos lo que nos está sucediendo como Iglesia. ¿Tenemos esperanza suficiente para esperar al Novio? ¿Nos entretenemos en cuestiones secundarias y olvidamos que sólo Cristo nos llena de sentido? La Esperanza es una virtud que no llega desde “las cosas del mundo”, sino de la contemplación de Dios en nuestra vida. De nada nos servirá ir a comprar aquello que nace del alma y no de los poderes del mundo, el dinero, la fama y el poder.

"Mientras fueron a comprar", esto es, cuando se inclinaban a las cosas del mundo buscando gozar como acostumbraban de ellas, porque no conocían los placeres del espíritu, vino el Juez, y las que estaban preparadas, eso es, aquéllas que delante de Dios tenían el testimonio de su conciencia, entraron con Él a las bodas. Eso es, adonde el alma pura, unida con puro afecto al Verbo divino, alcanza la perfección. (San Agustín, de diversis quaestionibus octoginta tribus liber, 59)

Hay quienes no llegan a compender del todo la parábola y echan en falta la caridad de las vírgenes sensatas. Se olvidan que la esperanza no se puede compartir, hay que encontrarla en nuestro interior. La caridad fue indicar a las vírgenes necias que fueran a buscar la esperanza que no habían traído consigo. El buenismo nos ciega y nos lleva a intentar imposibles que sólo llegan a ser mal compartido.

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