Sábado, 27 de abril de 2024

Religión en Libertad

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Una dolorosa purificación

por Marcelo González

Continúa la campaña contra la Iglesia, que paradójicamente se está convirtiendo en campaña en favor de la Iglesia. Sí, finalmente, los enemigos de Cristo terminarán por hacer un por ellos indeseado favor al clero, forzando la expurgación de elementos cuya moralidad es tan deficiente como su doctrina.

Quizás no debería publicar este artículo para no advertir a los malvados que operan contra la Iglesia. Pero su malicia obrará en favor de la propia Iglesia, haciéndolos inmunes a toda reflexión que exceda la ideología y el odio.

Sí, acaba de renunciar otro obispo en Bélgica y la suma de los corruptos que salen de la vida activa de la Iglesia se acrecienta. ¿Tendría el Papa fuerza para forzar esas renuncias sin la campaña mediática presionando? Dudoso. De hecho, si más no ha hecho Benedicto contra esta lacra moral, es porque más no ha podido.

Objetará el lector que se ataca lo más sagrado bajo excusa de justicia. Inclusive que personas de bien están escandalizadas por las revelaciones que se hacen sobre actos de corrupción. Y además, ya lo sabemos, muchas acusaciones son infundadas... Sí, es verdad. Pero puedo yo contraobjetar al lector lo siguiente:

El escándalo de los mundanos no hace mella en la dignidad y el buen nombre de la Iglesia. Leía recientemente la formidable novela de Mons. Robert Hugh Benson, “El Triunfo del Rey”, traducida por primera vez al castellano y editada en la Argentina. De ella copio esta notable observación del autor: “Sentía ahora esa santa indignación con que las almas mundanas son tan propensas a soliviantarse contra los vicios de los eclesiásticos. Debía reconocer que él no profesaba ninguna vida santa y que ni siquiera podía decir que conociera demasiado bien los dogmas de la religión: pero le resultaba intolerable pensar en un hombre que cometía actos que traicionaban  los dos aspectos  propios de su devoción: la fe y la moral, y que mientras tante pretendía que todo el mundo lo reverenciara (...) Todo parecía más convincente a la luz de las últimas evidencias. “Ex pede Herculem” extraía de la confesión del monje que había reconocido parcialmente sus faltas, la culpabilidad cierta de todos los demás que no habían reconocido nada. La semilla  de la sospecha crece rápidamente en el suelo que ha sido bien abonado para ello”. (*)

 



Portentosa novela de Mons. Benson, que enmarca la historia del anglicanismo con precisión histórica. Indispensable lectura de todo católico en estos tiempos.
 

Para que el lector encuentre un contexto: describe Benson la psicología de un agente de Cromwell que visita los monasterios ingleses con órden de apropiarse de sus riquezas, disolver sus comunidades y hacerse luego de las casas religiosas en favor del tesoro real de Enrique VIII. Uno de los visitadores, un cura apóstata que ha adherido a la “nueva fe”  va convenciendo a su compañero, algo escrupuloso, de los graves vicios morales que se encierran en las casas religiosas, y de la conveniencia de relatar de un modo más “pintoresco” los indicios tomados aquí y allá y generlizar los casos individuales.

¿Santa indigación? No. Hipocresía mundada y burguesa.

El primero de los personajes en un clérigo, vicioso él mismo y ladrón. Una figura despreciable que actúa con la precisión quirúrgica de quien conoce las fragilidades humanas del clero por haberlas practicado él mismo. El otro, en cambio, es un laico que cree hacer un servicio al rey y como la conciencia le molesta, se aferra a cualquier relato para calmar sus remordimientos. Pero ya no será necesario hacerlo por mucho tiempo: la conciencia también se endurece con actos repetidos de mentira, perfidia y latrocinio.

Ni unos ni otros merecen que los católicos fieles nos sintamos afrentados. Son personas que no nos pueden afrentar, por su categoría moral y por su impunidad.

Esa campaña contra los “vicios morales” de los religiosos, justificó el despojo de la Iglesia en Inglaterra, la creación de una nueva “nobleza” enriquecida con estos bienes. Nobleza que además persiguió con saña satánica la Fe católica porque su futuro se jugaba completamente a la carta de la “nueva fe” anglicana.

 

Mons. Robert Hugh Benson, un converso del anglicanismo, que conocía la bestia desde sus entrañas

Había vicios entre los religiosos: sin duda. Pero a quienes llevaban adelante esta campaña, sin mandato y sin amor a la Iglesia, poco les importaba el estado moral del clero. Su intención era destruir y saquear. No puede haber reforma moral si el reformador no ama intensamente la institución que quiere reformar.

Y en la mayoría de los casos, como ahora, los acusadores eran de una catadura moral despreciable, con la boca llena de indignación hipócrita y en algunos casos, fogoneados por el celo de una “pureza”, como bien observa Benson, ajena a toda virtud religiosa, sin caridad y sin fe. Cuando no enfangada por la codicia.

Estas persecuciones sacuden el viejo tronco de la Iglesia, y dejan caer los frutos podridos, por lo que damos gracias a Dios, aunque también, y por eso no las deseamos, los frutos débiles y fuera de sazón, por cuya salvación eterna deberán responder tanto los clérigos inmorales como los acusadores parapetados detrás de su odio y de su interés material. Nosotros solo podemos rezar por ellos y defender la verdad.

Es un mal que no deseamos, obviamente, pero que tendrá por gracia de Dios consecuencias provechosas, como ya se está viendo. Malvados que se van, tibieza de los fieles que comienza a calentarse con el fuego de la caridad.

La Iglesia no puede hoy desembarazarse de esta ralea sin la ayuda de los que son de la misma ralea. Extraña y gloriosa paradoja por la cual Dios se ríe de sus enemigos y los pulverizará con el aliento de su boca cuando Él así lo disponga.

Robert Hugh Benson, El Tiunfo del Rey, ediciones Céfiro, Buenos Aires, Argentina, 2009. 400 páginas.

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