Viernes, 29 de marzo de 2024

Religión en Libertad

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Reflexionando sobre el Evangelio (Mt 22, 1-14)

Vestidos con ropas de esperanza y humildad

por La divina proporción

La parábola del Banquete de Bodas es una de las que nunca deberíamos olvidar. Cristo nos dice que el Reino de la Cielos es similar a lo que ocurre en la Parábola. ¿En qué sentido podemos entender esto? No todos los llamados deciden ir, ya que menosprecian la invitación. Pero aquellos que han llamado a los invitados no son sólo ignorados. También son maltratados, martirizados y asesinados. La misión de invitar al gran Banquete es muy peligrosa, ya que se evidencia que nuestros intereses humanos van en una dirección muy diferente al Camino, la Verdad y la Vida que nos entrega Dios. Contradecir al mundo conlleva penas que van desde la ignorancia hasta la muerte.

Pero el Señor no se contenta con invitar a personas importantes y bien vistas de forma social. ¿Qué nos hace rechazar la invitación? Posiblemente rechacemos ir al Banquete porque no se ajusta la ideología que tenemos, no respeta las estéticas que adoramos y los demás invitados no son de nuestro círculo socio-cultural. Cuando rechazamos la mano tendida del Señor, sólo nos queda hundirnos y ahogarnos en las profundas aguas del mundo. 

Cuando estas personas rechazan la invitación, el Señor mandó a invitar a todo el que llegue a escuchar el reclamo. Todos nosotros estamos en ese grupo. Nada somos y nada merecemos, pero el Señor ha tenido compasión de nosotros. No hace falta que seamos perfectos, ya que el Señor invita tanto a buenos como a malos, pero exige coherencia. Quien acepta ir al Banquete debe ir vestido adecuadamente:

¿Qué debemos entender por vestido de bodas, sino caridad? Porque el Señor la tuvo cuando vino a celebrar sus bodas con la Iglesia. Entra, pues, a las bodas, sin el vestido nupcial, el que cree en la Iglesia, pero no tiene caridad. (San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 38)

El vestido de bodas es también la gracia del Espíritu Santo, y el candor del vestido celestial, que una vez recibido por la confesión de la fe, debe conservarse limpio e íntegro hasta la consecución del reino de los cielos. (San Hilario, in Matthaeum, 22)

El vestido nupcial es también la ley de Dios y las acciones que se practican en virtud de la ley y del Evangelio... (San Jerónimo, Catena Aurea)

Se atreve a venir a las bodas sin vestido nupcial, el que busca allí la gloria, no la del esposo, sino la propia. (San Agustín, contra Faustum, 2,19)

Los ropajes son caridad, Fe, obediencia a Dios y humildad. ¿Llevamos nosotros estos ropajes? A veces sí, a veces no. A veces nos falta algo de todo esto. La realidad es que la misericordia de Dios espera que nuestro ropaje se vaya ajustando poco a poco al modo de vestir que debemos llevar. Quizás lo que nos pide es que, al menos, llevemos puesta la humildad y la Esperanza. ¿Qué hizo que se echara a ese hombre que no vestía bien? Como dice San Agustín, quizás se expulsó a este hombre por soberbia.

Humildad y Esperanza. Porque sin Esperanza ya hemos perdido toda posibilidad de llegar al Banquete bien vestidos y preparados para todas las Gracias que Dios nos regala de forma inmerecida. Seríamos como las doncellas insensatas que olvidaron el aceite para iluminar la espera. La Esperanza nos hace mirar adelante y no pasarnos la vida llorando por lo que no tenemos o no podemos conseguir.

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