Jueves, 28 de marzo de 2024

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Reflexionando sobre el Evangelio Mc 1,14-20.

Síganme, y Yo les haré pescadores de hombres

Yo los haré pescadores de hombre
Yo los haré pescadores de hombre

por La divina proporción

El llamado de Cristo es claro y evidente. Desde que recibimos el bautismo, el llamado a la evangelización es constante. ¿Se puede ser cristiano y no evangelizar? Nadie duda que se puede ser cristiano de muchas formas, pero sólo quien se toma el trabajo de evangelizar encuentra el sentido de su fe. Si no evangelizo ¿Para qué quiero la fe que hay en mi?

Según el relato de san Marcos (cf. Mc 1, 16-20) y san Mateo (cf. Mt 4, 18-22), el escenario de la llamada de los primeros Apóstoles es el lago de Galilea. Jesús acaba de comenzar la predicación del reino de Dios, cuando su mirada se fija en dos pares de hermanos: Simón y Andrés, Santiago y Juan. Son pescadores, dedicados a su trabajo diario. Echan las redes, las arreglan. Pero los espera otra pesca. Jesús los llama con decisión y ellos lo siguen con prontitud: de ahora en adelante serán "pescadores de hombres" (Mc 1, 17; Mt 4, 19). San Lucas, aunque sigue la misma tradición, tiene un relato más elaborado (cf. Lc 5, 1-11). Muestra el camino de fe de los primeros discípulos, precisando que la invitación al seguimiento les llega después de haber escuchado la primera predicación de Jesús y de haber asistido a los primeros signos prodigiosos realizados por él. En particular, la pesca milagrosa constituye el contexto inmediato y brinda el símbolo de la misión de pescadores de hombres, encomendada a ellos. El destino de estos "llamados", de ahora en adelante, estará íntimamente unido al de Jesús. El apóstol es un enviado, pero, ante todo, es un "experto" de Jesús. (Benedicto XVI. Miércoles 22 de marzo de 2006. Audiencia General: Los Apóstoles testigos y enviados de Cristo)

 

Benedicto XVI indica que el evangelizador es un “experto” de Jesús. ¿Qué es un experto? La etimología nos indica que quien tiene experiencia y conocimiento profundo de algo, es un experto. ¿Somos nosotros expertos del Señor? ¿Le conocemos personalmente y vivimos, minuto a minuto, junto a Él? ¿Comprendemos el sentido de la fe que habita en nosotros?  Hoy en día pasamos el día frente a las redes sociales, series de Tv, aficiones deportivas, etc. No es frecuente que tengamos un nivel de experiencia similar de todo esto y de Cristo.

Tampoco sentimos que hemos sido enviados a evangelizar. La Iglesia no ha conseguido que seamos conscientes de que hemos sido llamados a llevar a Cristo con nosotros, con el objetivo de comunicarlo a los demás. En algunas ocasiones se nos disuade de hacerlo, ya que que la evangelización es algo que se ido institucionalizando dentro de grupos, movimientos y parroquias. Es complicado que la evangelización se vea como un llamado personal. De la misma forma que las comunidades cristianas van desapareciendo lentamente, también la evangelización desaparece de la realidad cotidiana que vivimos. Vivimos tiempos muy duros. Tiempos en los que la reflexión es muy importante.

En estos tiempos de pandemia, la evangelización ha desaparecido casi totalmente de la realidad eclesial. Los templos se cierran para prevenir contagios. Los grupos de fe tampoco tienen nada fácil reunirse por las condiciones que se exigen. No deberíamos viendo cómo todo cambia, menos la propia comunidad viva de creyentes. Creo que todos sabemos que existen muchas formas de evangelizar por medios electrónicos. Blogs, videos, podcasts, videoconferencias, son algunos de los caminos que podríamos estar ya utilizando para llegar a tantas personas que necesitan el Mensaje de Cristo. ¿Qué sentido tiene ser experto en algo que no se comunica a los demás? Como Iglesia, deberíamos de reflexionar sobre la parálisis que estamos viviendo. Una parálisis de motivación, vivencia y proyección en la sociedad. Quiera el Espíritu Santo ayudarnos a descubrir que tenemos gran cantidad de medios de evangelización en nuestras manos.

 

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