Jueves, 25 de abril de 2024

Religión en Libertad

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¡Es la liturgia!

por Marcelo González

No sabemos por qué tantas mentes esclarecidas no lo ven, aunque el problema se exhibe como un gran cartel luminoso frente al observador perplejo que se pregunta qué está pasando en la Iglesia. La crisis de Fe es consecuencia de la crisis del culto.

Ya podemos oír la crítica: “centrar el problema de la Iglesia en la liturgia constituye un reduccionismo simplista de una realidad mucho más compleja”.

Pues sí, es un reduccionismo tan simplista como el catecismo de las 96 preguntas. No alcanza para doctorarse en teología pero sí para salvar el alma. Recordemos que la ley suprema de la Iglesia es la salvación de las almas.

Hace poco discutía amablemente con un amigo. Hablábamos de los sacerdotes, de los buenos sacerdotes que minimizan o no comprenden el problema litúrgico. La mayoría de ellos mantiene una posición firme en los temas morales, por supuesto. Inclusive dibuja filigranas para interpretar algunos textos modernos conforme la Fe de siempre y en voz baja suelen admitir que “esto en algún momento lo van a tener que corregir”.

Pero al llegar a la liturgia… ahí el abanico se abre, mostrando los más amplios matices. Desde la aceptación acrítica de las reformas posconciliares, con condena de los abusos, naturalmente. (¿admitimos que un “rito” que padece tantos abusos tiene algún problema?) hasta la más recatada resignación: esto no tiene vuelta. Hay que celebrar la misa nueva lo más dignamente posible.

¿Por qué esta resignación a lo menos bueno, -porque si no fuera así no se planteraría una "reforma de la reforma"- aún celebrado con dignidad? Y, por favor, basta de argumentar con la “validez”. Es lo menos que puede pedirse de una misa ¿no? Argumento flojo, si tenemos en cuenta que el culto se celebra para dar gloria a Dios, pedir perdón por nuestros pecados y solicitar las gracias necesarias para nuestra salvación. ¿Le vamos a dar a Dios solo una fórmula de consagración válida y un sermón sin errores doctrinales? ¿Con eso nos conformamos?

“La forma extrordinaria del rito, o rito tridentino a la gente no le gusta. A mí mismo no me gusta… Prefiero el nuevo. Además, no va a tener éxito”.

Veamos. ¿Lo conoce? Aunque más no sea por razones culturales, puesto que un sacerdote romano que no sepa siquiera por razones de cultura litúrgica como se celebra el rito que tuvo vigencia por 1500 años y fue prácticamente el único de la Iglesia latina hasta hace apenas 40 no puede considerarse litúrgicamente culto. Además, el Rito Tridentino ya tiene éxito, en medio de la persecución. No solo ha sobrevivido a la bomba neutrónica posconciliar. Se extiende en todo el mundo. Y la persecución que sufre es señal de éxito, pues nadie persigue aquello que está muriendo.

“Son unos cuantos cientos de miles, nada más, contra mil millones de católicos”.

Hagamos bien las cuentas. Si hablamos de católicos de misa y de mandamientos, los mil millones se reducen estrepitosamente. ¿Hablamos de católicos de moral íntegra…? mejor no hagamos las cuentas. Bien, ya tenemos el número, o al menos lo sospechamos. Hay muchos menos católicos en serio que los registrados por las estadísticas oficiales. Los términos numéricos de comparación (que en definitiva no son vinculantes) se reducen sustancialmente. Si contamos a los que quieren misa digna, adoran el Santísimo, rezan el Santo Rosario y tienen los hijos que Dios les envía veremos que casi en todos los casos son católicos que buscan una liturgia lo más parecida que sea posible a la antigua liturgia. O son los católicos de la antigua liturgia.

Porque el modelo de referencia de las “misas dignas” con las que se conforman algunos sacerdotes y fieles es la liturgia tradicional. Es digna porque el sacerdote se reviste correctamente, porque no se sale de las rúbricas, porque se canta algo en latín, porque se comulga de rodillas, porque… algunos rezan el “suscipe Sancte Pater”, o el padrenuestro en latín, porque… se parece más a la misa tradicional. Es más, algunos defienden la reforma litúrgica diciendo que "no altera la tradición litúrgica". Es la prueba del 9. Cuando se piensa en liturgia "seria" se piensa en "liturgia tradicional".

La liturgia tradicional y la militancia por la liturgia tradicional constituyen el punto central de las esperanzas inmediatas de los católicos que no han desvirtuado tanto su fe al punto de ignorar o despreciar el sentido y la importancia del culto. Es decir, los católicos que pueden llamarse propiamente tales, no solo nominalmente.

Acaso se puede buscar una referencia más sólida de lo que debemos creer y de cómo debemos dar culto a Dios que en el Rito Tradicional (hablo de la Iglesia Romana, otros ritos abstenerse, con ellos no es la cuestión).

Admitámoslo, dejemos de lado la impostura: poquísimos católicos santifican el domingo y las fiestas de guardar. Ni siquiera tienen idea de lo que eso significa. Y por supuesto, poquísimos sacerdotes se lo recriminan o lo predican. ¡Todo bien! Poquitísimos toman en serio el culto divino. ¿Cómo van a conservar la Fe? Lex orandi, lex credendi.

“Ud. se olvida de los problemas doctrinales, la infiltración marxista, la protestantización del catolicismo, la debacle moral”.

No, no me olvido. Todo eso –que se trabajaba en las logias- solo pudo llegar al pueblo fiel por medio de los cambios litúrgicos devenidos con tanta frecuencia en abusos. Sin estos cambios no se habría podido hacer ni la décima parte del daño doctrinal y mucho, pero mucho menos daño espiritual y moral a los fieles y a las sociedades. La liturgia es la fortaleza que hemos abandonado. Hay que reconstruirla.

Restauremos la liturgia y lo demás vendrá por añadidura. Es más, si Ud. piensa ya seriamente en la posibilidad de buscar una liturgia mejor, ha dado un paso adelante a favor de la restauración de la Fe.

Duc in altum. No se conforme con poco. Pida más, rece por más, haga más por el culto divino. ¡No sabe cuanto progresará en su santificación y la de los suyos!

Para los de a pie, como nosotros, fieles o clero, el trabajo de evangelización comienza, al menos, por reconsiderar este tema con la debida seriedad.

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