Viernes, 26 de abril de 2024

Religión en Libertad

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Justo recuerdo al presidente de la Junta parroquial, don Ramón Labiaga

La Virgen de la Paloma: perseguida, escondida y salvada (y 3)

por Victor in vínculis

LA SALVACIÓN DE LA VIRGEN DE LA PALOMA

«Se forró y limpió esta imagen de la Soledad de la calle de la Paloma en el año 1863, siendo rector don Ruperto Gómez». Así dice, como testimonio de autenticidad del cuadro, una inscripción que hay en la parte posterior de la pintura, sobre una tela de saco que sirve de forro.

Esta es la imagen ahora salvada y trasladada, entre el fervor de la multitud, al viejo templo, tras el cautiverio que la guerra impuso. Se ha salvado, también, la corona de la Virgen, que había sido escondida entre las tablas de la puerta de un armario de madera.

El cuadro de la Paloma ha vivido y sufrido horas inciertas y azarosas. A la previsión del presidente de la Junta parroquial de la Paloma se ha debido su salvación.

Era en los preliminares de la guerra, cuando todo en España hacía ya prever el desencadenamiento inmediato de la gran catástrofe. Habían empezado los incendios en Madrid. El templo de San Luis había sido pasto de las llamas y había ardido en él el Cristo famoso de la Fe. La ola de barbarie, de fuego y de crimen amenazaba extenderse. La iglesia de la Paloma podía correr peligro, y la horda no se detendría ante la imagen madrileñísima.

Por esto el presidente de la Junta parroquial, don Ramón Labiaga, con el secretario don Luis Cardenal y con el párroco del templo don Gregorio Álvarez procedieron al traslado y la ocultación de la imagen. Descolgaron el cuadro, le quitaron el marco -era regalo de la duquesa de Fernán Núñez, estaba valorado en veinticinco mil pesetas y fue robado y destruido después- y sacaron la imagen de la iglesia.

Ya grupos marxistas rondaban entonces los templos madrileños. El cuadro fue sacado envuelto en una capa. Para despistar a los que posiblemente hubiesen podido ver sacar la imagen de la iglesia, el coche en que ésta era transportada estuvo bastante tiempo dando vueltas por Madrid. A las dos y media de aquella noche de mayo, el coche se detiene ante una casa de la calle de Toledo, en la que vivía el doctor Labiaga, presidente de la Junta parroquial de la Paloma. Allí quedó, como un lienzo más, el cuadro de la Virgen, en el recibidor de la casa. En el altar del templo fue colocado otro cuadro, que reproducía exactamente el verdadero. Empezó la guerra y la iglesia fue asaltada. Las imágenes, convertidas en astillas, se vendían para leña a una peseta con cincuenta céntimos el kilo.

DE NOVIEMBRE A LA LIBERACIÓN

La familia Labiaga se traslada desde la calle de Toledo a la de Altamirano. Y lleva con ella, naturalmente, la valiosa reliquia. El cuadro queda en el recibidor de la casa, junto a otro del Crucificado. Registros, interrogatorios… La guerra ha empezado ya, y para mayor seguridad, el cuadro es ocultado en la cama de los señores Labiaga.

Son los días de noviembre de 1936. Las tropas nacionales a las puertas de Madrid. Aquella familia ha de salir precipitadamente de su casa, situada ya a muy poca distancia del frente. Se trasladan a una farmacia de la Glorieta de San Bernardo, en la que vive la madre política de don Ramón Labiaga.

[En esta farmacia de la Glorieta de San Bernardo, estuvo escondido, durante casi toda la época de la guerra el cuadro de la Virgen de la Paloma. Foto Bensans]

Al día siguiente, vuelven por la imagen que quedó allá, en la calle de Altamirano.

-No tengo dónde dormir… Estoy sin cama… Tengo que recoger la mía… -dice la señora Labiaga a los milicianos que intentan cerrarla el paso.

Consigue la señora entrar en la casa y recoger el tablero de la cama en que ocultó el cuadro de la Paloma.

[El valioso cuadro de la Virgen de la Paloma, en el lugar donde fue escondido, es besado por los fieles madrileños, que quisieron así rendir a la imagen su fervoroso homenaje. Foto Santos Yubero].

Los soldados rojos quedan asombrados de que aquella buena mujer, al salir, sólo lleve consigo el tablero de la cabecera de la cama.

- ¡Eh…! ¡Que se ha dejado usted el colchón…!

Pero la buena mujer, en su coche, corre ya hacia el centro de Madrid.

Allí, en la cueva de la farmacia, estuvo escondida la imagen de la Paloma todo el tiempo de la guerra. En sitio aparte la corona. Hasta que un día Madrid se llenó de banderas nacionales, y la imagen pudo salir de su escondite, camino del Obispado.

Ahora, en una tarde de oro, la Virgen de la Paloma ha vuelto a su templo entre el fervor, mojado de lágrimas, de un pueblo arrodillado al paso de la imagen madrileñísima.

JOSÉ MONTERO ALONSO

[Todo el itinerario que siguió la procesión, fue una constante demostración de fe hacia la Virgen madrileña, que volvía a su casa, entre aclamaciones. Foto Bensans].

 

[El nuevo marco que hoy decora la imagen de la Virgen, y que unos fervientes devotos la ofrecieron en señal de fe].

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