Jueves, 25 de abril de 2024

Religión en Libertad

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Reflexionando sobre el Evangelio (Mt 5,17-37)

La ley debe ser cumplida en caridad

por La divina proporción

Vivimos en una sociedad llena de apariencias. Apariencias que nos hacen pensar que somos justos, buenos y merecedores de todo, al igual que el Fariseo que daba gracias a Dios por haberle hecho tan perfecto (Lc 18,9-14). Apariencias que nos permiten sentirnos protegidos por nuestras propias fuerzas y capacidades. Sin duda Cristo no ha venido a destruir la ley, sino a darle cumplimiento. ¿Cumplimiento sin más? Podemos cumplir la ley de muchas formas, pero sólo la que conlleva caridad y fraternidad es agradable a Dios. Lo podemos ver en la Parábola del Publicano y el Fariseo. Cumplir las apariencias sirve para engañarnos a nosotros mismos y a los demás, pero a Dios no podemos engañarle. El ve dentro de nuestro corazón todo lo que motiva nuestras acciones. Todo lo que conlleve egoísmo y soberbia queda en evidencia a la mirada de Dios.

Finalmente, porque aun los que estaban constituidos en esta vida bajo la influencia de la gracia, encontraban grande dificultad en cumplir lo que estaba escrito en la ley: "No desearás" ( Ex 20,17). Cristo, constituido en sacerdote, nos alcanza el perdón por el sacrificio de su carne, cumpliendo también la ley para que lo que no podamos cumplir por nuestra debilidad, se cumpla por la perfección de Cristo, de cuya cabeza fuimos constituidos miembros. Y en el capítulo veintidós añade: Pienso que estas palabras: "No he venido a destruir la ley, sino a cumplirla" ( Ex 22-23), deben entenderse de aquellas adiciones que pertenecen a la exposición de las antiguas sentencias o a la vida en conformidad con ellas ( Mt 5). Así es como el Señor nos enseña que hasta el deseo inicuo de hacer daño al hermano pertenece al género de homicidio. Quiso el Señor más bien que nosotros no jurando no nos separásemos de la Verdad, a que, jurando lo verdadero, no nos acercásemos al falso juramento. (San Agustín, contra Faustum, 19, 7)

Nosotros no somos capaces de ver lo que sienten nuestros hermanos, pero sí deberíamos ser capaces de ver lo que hay en nosotros mismos. La Ley de Dios debe ser cumplida en nuestro corazón antes de hacerla una realidad en cada una de nuestras acciones. Ahora, todo sabemos de nuestra debilidad e incapacidad para seguir los pasos de Cristo. Es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja. Pero lo que es imposible para nosotros, es posible para Dios (Mt 19, 26). Es la Gracia de Dios quien nos permite encontrar cada pisada de Cristo en la oscuridad de la sociedad en que vivimos. Una sociedad en que las apariencias se venden y compran con toda facilidad. La postmodernidad nos atenaza y nos impide ir detrás de las huellas del Señor.

Esto nos sucede a todos, da igual al tribu eclesial en donde más cómodos nos sintamos. Cumplir la Ley de Dios no requiere estéticas determinadas ni sentirse apoyado por un grupo ideológico concreto. Si para cumplir la Ley de Dios tenemos de maltratar y despreciar a nuestros hermanos o a nuestros enemigos, sólo estamos buscando conseguir una apariencia que nos dé relevancia frente a la grupo humano con los que nos alienamos. Buscamos aplausos y consideración con apariencias, no con el verdadero cumplimiento de la Ley de Dios.

He aquí, yo soy el Señor , el Dios de toda carne,
¿habrá algo imposible para mí?
(Jeremías 32,27)

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