SD Francisco Massó Tébar era párroco de la Asunción de Tobarra (Albacete).
Francisco Massó hace 88 años... martirizado en la Natividad de la Virgen
Cumplimos en este 2024, el 88 aniversario de la mayoría de los asesinatos por martirio cometidos en los días de la persecución religiosa en el año 1936. Es muy, pero que muy frecuente, como los asesinos buscaban días señalados para los católicos (25 de julio, Santiago apóstol, 15 de agosto, la Asunción...) en el caso del siervo de Dios Francisco Massó Tébar, otro sacerdote toreado, martirizado y fusilado y que era el párroco de la Asunción de Tobarra (Albacete) su asesinato se hizo en un día como hoy: en la Natividad de la Virgen María. Que él nos cuide y proteja.
SIERVO DE DIOS FRANCISCO MASSÓ TÉBAR
Natural de Albacete, nació el 11 de mayo de 1874. Ordenado presbítero prestó sus servicios, primeramente, como Oficial de la cancillería Episcopal; y después de ejercer en Murcia, desde 1913, era párroco de la Asunción de Tobarra (Albacete).
Don Francisco pasó más de doce años apartado de las tareas parroquiales por ciertas dificultades físicas, que, para el ejercicio de su ministerio, le ocasionaba una operación quirúrgica que hubo de sufrir en una clavícula. Y desde entonces residía con sus familiares en Albacete. En estos años no permaneció del todo inactivo; pues, apenas se repuso de la operación sufrida, regentó durante alguna temporada la Rectoría de San José de Albacete capital, y frecuentemente acompañaba, como secretario, en sus visitas pastorales a Don Vicente Alonso y Salgado, Obispo de la Diócesis.
Fracasada la sublevación en Albacete, don Francisco no sintiéndose seguro en la capital, procuró alejarse, buscando refugio en la casa de un hermano suyo, que vivía en Férez (Albacete). Pero no le valió este discreto alejamiento, ya que en la tarde del 8 de septiembre se presentaron en el pueblo de Férez unos milicianos de Albacete, acompañados de otros de Elche de la Sierra (Albacete), con la misión de detener al sacerdote albacetense; lo que consiguen sin grandes dificultades.
Dos jóvenes adolescentes (personas ya fallecidas) presenciaron todo esto, desde su entrada al pueblo, hasta su martirio y posterior asesinato. Y por ellas se conservan tantos datos.
Una vez el siervo de Dios fue detenido, se dirigen con él a Elche de la Sierra, que es el lugar escogido para asesinarlo. Llegados a la plaza del pueblo, dejan al sacerdote en el coche, mientras ellos deliberan, en el Ayuntamiento con el Comité Local por espacio de dos horas. Durante estas horas fue objeto de toda clase de insultos por los vecinos del pueblo. Abrasado por la sed, pidió un poco de agua; y se le respondió que pronto ya no tendría sed. El agua te la van a dar esos, que están ahí dentro.
Aunque su familia declara que:
«No lo dejaron en el coche, lo tenían todo preparado sabedores de que a mi tío abuelo le gustaba la tauromaquia. Lo bajaron del coche a las afueras del pueblo, lo entraron andando por donde entran a los toros en las fiestas de Elche de la Sierra, lo escupían, tiraban piedras y daban palos (como a los toros) hasta llegar a la plaza del pueblo. Allí, no lo dejaron en el coche, lo desnudaron (no sé hasta qué punto) y le hicieron todas las faenas del toreo durante unas dos horas».
También insisten en aclarar que:
«Efectivamente pidió agua, pero la respuesta no fue que se la darían los de dentro, sino que señalando hacia el cielo le dijeron que se la darían sus amigos de arriba; ya se sabía a lo que había ido. Esto lo oyó otra persona que una ventana de su casa daba a la plaza».
Al final salen los milicianos del Ayuntamiento y subiendo de nuevo a los coches, parten con el detenido hacia las afueras de Elche de la Sierra (Albacete). En el lugar denominado La Olivera Grande se detienen otra vez y piden al preso su documentación personal, obligándole a bajar del coche y escribir a la luz de los faros por espacio de un cuarto de hora, no especificando qué. Tras lo cual, «recibió dos descargas de fusil de escopeta; lo remataron a palos en el suelo al haber quedado con vida después de los 2 tiros».
Se cuenta que después de cometido el crimen un miliciano le cortó a don Francisco las orejas, mientras comentaba: esto para aperitivo. Y culminado el asesinato, encontrándose en la taberna donde iban a cenar, uno de los asesinos saca del bolsillo dos orejas humanas y dice al tabernero: Esto para aperitivo.