Bautismo de Nuestro Señor Jesucristo
Termina el tiempo litúrgico de la Navidad con la conmemoración de Bautismo de Nuestro Señor Jesucristo por San Juan Bautista en las aguas del río Jordán. Allí predicaba el precursor y administraba un bautismo, signo de penitencia y conversión a los pecadores que acudían a él. ¿Por qué quiso recibir Jesucristo este Bautismo del que no tenía necesidad? El propio San Juan manifiesta su extrañeza: «Entonces vino Jesús al Jordán desde Galilea para ser bautizado por Juan. Pero éste se resistía diciendo: Soy yo quien necesita ser bautizado por ti ¿cómo vienes tú a mí?»
1. Comenzar su oficio de predicador y maestro, dándonos ejemplo de humildad: con ser purísimo y sin mancha quiso pedir el mismo bautismo que recibían los pecadores.
2. Para obrar primero lo que había de enseñar. Y como pensaba predicar un nuevo bautismo de agua y Espíritu Santo quiso recibir primero éste, de solo agua, diferente y completamente inferior a aquél, para que así ninguno rechazara recibir su nuevo bautismo que es mucho más precioso.
El Bautismo que instituye Cristo es muy diferente del de San Juan, concediéndole la virtud y eficacia que se representaban en tres señales milagrosas que ocurrieron en aquella ocasión:
1. Abrirse los cielos: El Bautismo nos abre las puertas del cielo cerradas por el pecado original.
2. Apareció el Espíritu Santo en forma de paloma: El Bautismo cristiano nos da la gracia y dones del Espíritu santo.
3. Se oyó una voz: «Éste es mi Hijo amado...»: El Bautismo nos hace hijos adoptivos de Dios, agradables a sus ojos, con fe y conocimiento de la Santísima Trinidad en cuya virtud y nombre se administra el Sacramento del Bautismo.
Dos propósitos en este día:
— Agradecer a Dios el don de nuestro propio Bautismo.
— Procurar que lo reciban pronto quienes dependen de nosotros