Demos paso a sus consejos. Son prácticos, pues están al alcance de todos. Al final de cada uno, hemos apuntado una breve reflexión:
“Es mejor ceder que romperse; con prudencia, educación y cierto sentido común, muchos problemas se pueden evitar”[1].
Se dice que “el sentido común es el menos común de los sentidos”; sin embargo, cuando se practica el discernimiento, propio de la fe y enriquecido por los aportes de San Ignacio de Loyola que el papa Francisco ha querido retomar, todo cambia y, entonces, se obtiene, favoreciendo la comunicación que es la clave para evitar los malentendidos que destruyen las relaciones entre las personas.
“Nunca gastes más de lo que tienes, ni siquiera todo lo que ganas: el ahorro ayuda a los matrimonios a evitar muchos problemas. Pero no seas avaricioso; proponte ser de un medio feliz, manteniendo una posición social decente y digna, no viviendo en el lujo, aún si llegas a ser rico. Deja que los pobres sean parte de tus gastos cotidianos, y Dios nunca te fallará”[2].
No se trata de buscar el pauperismo (DLE: Situación persistente de pobreza), pensando en que mientras peor nos vistamos o más nos limitemos conseguiremos vivir mejor la fe. Como dice la Sra. Armida, todo con medida. Ella propone criterios de austeridad que permitan progresar, tener buenos momentos recreativos, pero sin tirar el dinero a la basura, llenándonos de cosas innecesarias. Se vale crecer y buscar un mejor trabajo, siempre que tengamos en mente a los más necesitados.
“No limites tu piedad a observancias externas sino, más bien, a la práctica de las virtudes, siendo paciente en la adversidad, resignado en los eventos adversos de la vida”[3].
La fe incluye gestos, pero no puede reducirse a la piedad exterior, de palabra, sino que debe darse sobre la realidad. Hablar mucho de Dios y, por ejemplo, caer en la corrupción, de nada serviría, porque son dos puntos incompatibles. Practicar el Evangelio es la base de todo lo demás. Y frente a las dificultades, paciencia, acción y confianza. Paciencia, porque hay que superar el estrés inicial. Acción, porque no se trata de echarle la culpa a Dios o de olvidar lo que nos corresponde y confianza en el sentido de tener la certeza de que luego de haber hecho todo lo que estaba en nuestras manos para poder salir del problema, se activará su ayuda.
Conclusión:
La Venerable Concepción Cabrera de Armida, fundadora de las Obras de la Cruz, desde su humanidad y buen tino al evaluar la vida, nos enseña el papel de la fe cuando nos decidimos a tomarla en cuenta en todo momento. Sin duda, un ejemplo para todos nosotros que vamos asimilando el Evangelio en medio del mundo.
Fuentes consultadas:
“Cartas de una madre de familia”, Publicado por Ediciones Cimiento, México D.F., 1986.
http://www.autorescatolicos.org/misc03/esthersousa02.pdf