Viernes, 29 de marzo de 2024

Religión en Libertad

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[21.10] 05. ¡Vaya mentira tan mal pergeñada!

por Victor in vínculis


Colegio de los padres claretianos de Barcelona y  templo del Corazón de María, en una imagen de antes de la persecución religiosa (1929).

La escritora Tània Balló y el historiador Gonzalo Berger han publicado en Espasa los diarios ocultos de Pilar Duaygües una barcelonesa de 15 años: Querido diario: hoy ha empezado la guerra.

Me ha costado encontrar un ejemplar en estos días, parece que Barcelona está preocupada en otras cosas. La señorita que me ha atendido en unos grandes almacenes [en otros tres sitios, mi gozo se sumió en un pozo] ha necesitado tiempo para encontrarlo -pensando yo que estaría en novedades (salió el martes a la venta)- y al fin, ha dado con él.

Tras los titulares de las entrevistas a los coautores, había que ponerse a ello. Sin dudarlo. El Confidencial extrae del diario de la joven (con quien se ha tenido la desfachatez de compararla con Ana Frank) el encabezamiento: 19 de julio del 36: “Ha sido un día horrible… Los curas disparan contra el cuartel”

A este nuevo historiador (desconocido para el gran público) el periodista le pregunta:

Para conocer la realidad histórica, ¿qué es más valioso, un testimonio como el de Pilar o un ensayo escrito con la distancia suficiente del paso del tiempo?

Y Gonzalo Berger contesta: Con la historia se atreve cualquiera. Hay mucha gente que no tiene formación de historiador y que escribe libros de Historia y, sobre todo, con los contenidos digitales cada vez hay más gente que opina o da por hecho cosas que no ha documentado o que no ha analizado de forma correcta y ahí es donde adquiere aún más valor este diario, que no deja de ser una instantánea de lo que ella ve o percibe a su alrededor.

Muchas gracias; pues eso, que con su respuesta ya nos ha contestado.

Y ahora, el centro de la polémica. De nuevo responde Berger a la pregunta.

¿Qué pasajes ha encontrado en estos diarios como ejemplo para combatir ese revisionismo?

En el caso del 19 de julio es muy evidente; se ha construido un relato posterior a la Guerra Civil, sobre todo durante el franquismo, en relación a la violencia contra los religiosos en el cual ellos son víctimas por sistema de la violencia revolucionaria. En el diario de Pilar, por el contrario, -ella vive enfrente de un convento- y explica claramente, al momento, unos minutos después de que suceda, cómo esos curas están disparando y causan 30 ó 40 muertos en un cuartel que está justo al lado. Así que aquí el relato cambia completamente; de una historia que se construye durante el franquismo en la que unos milicianos capturan a curas inocentes y los ejecutan a unos curas que están disparando a unos militares que son fieles a la República y que se enfrentan a ellos. Esta fuente no tiene por qué ser la que explique todo el conjunto de la Guerra Civil, sino que la visión que aporta Pilar de lo que pasa en su casa y en su calle nos ayuda a entender mejor cómo se ha construido ese relato.

Sí, claro, joven… pero el titular ya nos lo ha servido… y corre como la pólvora por internet.

Bien, es fácil comparar con artículos de la época, y desmontar el titular de la entrevista, la respuesta de Berger -con lo que realmente aconteció- y la afirmación de esta joven que nada tiene que ver con sus dos líneas demoledoras [yo ni entro a valorar el Diario, ni juzgo nada más del mismo].
 

El texto de la polémica
Domingo, 19 de julio de 1936
Hoy ha sido un día horrible. El 19 de julio del año 1936 quedará grabado en la historia. Por la mañana me despertaron unos tiros a las cinco, pues teníamos que ir a la playa y mamá no nos dejó. Es natural, pues se presentaba el día malo y tan malo. Las ametralladoras iban, bombas por aquí, tiros por allá, etc. Se oía muy bien cómo se derrumbaban las casas en donde las tiraban… No podíamos estar en el balcón porque disparaban balas… Por la tarde dormí un poco, pero no se podía por el ruido: resulta que vivimos al lado de los frailes, de la iglesia y de su imprenta. Los curas con ametralladoras, escopetas y revólveres hacían fuego contra el cuartel que está al lado y claro está un […]. Jugamos con los vecinos en la escalera al parchís. Ya tarde echaron las bombas (que resonaron por toda la casa) y prendieron fuego en la iglesia y colegio e imprenta, pero no podíamos salir por las balas. Los frailes lograron escapar no sé por dónde, por alguna puerta secreta. Cogieron a uno. No solo ardían esta iglesia y convento, sino todas las de Barcelona. Se veían muy bien las llamas… (pág. 20-21).

Lunes, 20 de julio de 1936
Lo mismo que ayer, al levantarme, nos despertaron también los tiros y fuimos a casa de Luisa (la vecina de al lado) a ver lo del fuego, pues aún había. Los muchachos subieron a donde vivían los curas y sacaron las gallinas, colchones, mucha ropa, cajas de galletas, un barril de vino, gaseosas y otras cosas (cómo se ve la vida que llevaban; los odio, ellos han sido la causa de haber tantos muertos y heridos en esta revolución)… (pág. 21).

 
Dónde vivía nuestra joven protagonista

¡Vaya! ¡Qué casualidad! ¡Mira que es grande Barcelona ciudad!… pues “los curas que disparan” -a los que se refiere Pilar- no son curas sino religiosos, y ¡qué Providencia! a algunos de ellos la Iglesia Católica los beatifica pasado mañana.

Pilar Duaygües Nebot inicia el 28 de enero de 1936 su diario personal y anota: “Actualmente habito en la calle Padre Claret, 94, 6º 1º, en Barcelona” (pág. 8).
 

Así que me he traslado a dicha calle Padre Claret hoy Carrer Sant Antoni Mª Claret. Y, ¡oh!, sorpresa: enfrente se encuentra actualmente el Colegio Claret de Barcelona y la parroquia Corazón de María de los Misioneros Claretianos.
 

Y claro, yo solo os ofrezco estas “piezas” periodísticas. En primer lugar, lo que fue publicado en el órgano oficial de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), un periódico llamado L´Humanitat, dos días después (21 de julio de 1936). ¡Demasiadas coincidencias!

“La noche del 19 de julio, los frailes del convento del Sagrado Corazón de la Avenida P. Claret hicieron fuego contra los milicianos, como consecuencia de ello, cayeron algunos ciudadanos, entre ellos una pobre anciana. Cien fusiles se dirigieron contra el monumental convento. Desde éste disparaban. A las cuatro de la tarde, una muchacha de aquel barrio acudió a prestar sus servicios de enfermera. Cuatro milicianos se dispusieron a acompañarla. El coche tomó la línea recta. La muchacha y los milicianos dejaron allí sus vidas. A las diez de la noche, observando un movimiento sospechoso, diez hombres se adelantan al convento. A poco de andar, un grito horrible salió de siete gargantas y siete milicianos cayeron carbonizados al tocar un cable de alta tensión. Las ametralladoras del convento no cesaban. Por fin se pusieron algunos bidones de gasolina al lado del edificio. Este fue incendiado y callaron las ametralladoras. Pero los criminales ya habían huido. Debieron salir por algún subterráneo”.

Solidaridad Obrera, aprovechando el hilo de su compañero L´Humanitat, se despacha así:

 

“Al anochecer del domingo, el artillero (que había disparado contra el convento de los PP. Carmelitas) transportó la pieza a la Diagonal frente al convento del P. Claret, donde resistía un grupo de fieles. A la vista del cañón, no hubo más resistencia y nuestro artillero salió en dirección a Sants, donde colocó la pieza en la calle Galileo y, al amanecer, rindió la iglesia de aquella barriada”.

El argumento no podía ser más endeble, si bien se procura su mayor difusión. Y en el periódico francés L´ouvre, del 12 de septiembre de 1936, algo hipócritamente se lee:

“No puede pedirse comedidamente a unos hombres que han visto caer a sus seres queridos por las balas facciosas disparadas desde un campanario (…). Hasta los hombres que no tienen fe asocian a la iglesia, casa de oración, ideas de dulzura y de paz. ¿Qué han de pensar cuando de repente la casa de oración se convierte en casa de asesinato?”.

Zanja Fernando Gómez Cantón en La Iglesia de los Mártires. Primera parte. Cataluña, prisionera 1936-1939 (Barcelona, 1989), diciendo:

Fácilmente se puede contrastar la verdad con la mentira: aquellos mozalbetes dejando libres a quienes nada les habían hecho; y aquella comisaría de Gracia haciendo otro tanto; el cabecilla confesando haber disparado él; aquel artillero no viendo resistencia y saliendo para “rendir” otro semejante fortín: la iglesia parroquial de Sants. Y más fácilmente puede verse que los verdaderos fortines desde donde se disparó ciertamente -Capitanía General, la Maestranza de Artillería y las Dependencias del Gobierno Militar – y que también ciertamente no eran casas de oración, ni mucho menos fueron pasto de las llamas”.


Vamos por partes, porque esto es lo que sucedió en verdad.

La Congregación Mártir

Ayer ya recordábamos que la Congregación de Hijos del Inmaculado Corazón de María precede en número a las demás, siendo bendecida con doscientos setenta y uno (271) de sus miembros sacrificados in odium fidei, por lo que, con razón, se le llama Congregación Mártir.

Escuchemos ahora lo que Hispania Martyr nos había preparado para este día que precisamente coincide con los mártires claretianos de Barcelona.

22 Misioneros mártires en Barcelona
En noviembre de 1859 la Congregación claretiana instalaba en Gracia, entonces pueblo separado de Barcelona, su segunda casa y colegio, de la que en la revolución de 1868, serían expulsados.

En la Semana Trágica de 1909 ardieron en Barcelona medio millar de edificios religiosos, entre ellos el colegio de los Misioneros claretianos, que, reconstruido en 1913, en la intentona del 6 de octubre de 1934 estuvo a punto de ser destruido de nuevo, como cuenta un religioso: «En estos días hemos tenido que dormir fuera de casa; y suerte que las autoridades hicieron salir los soldados - del Cuartel de Caballería sito una calle más arriba - para vigilar; si no, hubiera sido pasto de las llamas».

Claretianos en Barcelona en 1936
La Congregación contaba en Barcelona con dos comunidades: la de la calle del Padre Claret del barrio de Gracia con la Curia Provincial, el colegio y el santuario del Corazón de María, y la de la calle Ripoll, junto a la Vía Layetana, dedicada al apostolado de la prensa, la editorial Coculsa, y la predicación.

Tras el triunfo del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936 se vivía en un clima prerrevolucionario, y los superiores dispusieron que los religiosos, al hacerse la cédula personal, en lugar de poner sacerdote, o religioso, pusieran maestro, y en el Colegio llevaran bata blanca de profesor en vez de sotana.

“Si es necesario dar la vida, la daremos”
Una semana antes del estallido de la persecución, el Superior Provincial P. Alberto Goñi en el sermón del domingo lanzaba desde el púlpito del santuario esta premonición: “Si es necesario dar la vida, la daremos.” Catorce de sus misioneros la iban a cumplimentar, así como ocho de los nueve de la comunidad de calle Ripoll.

En julio de 1936 ya se palpaba la revolución, y el 18 por la tarde se presentaron algunos militares del vecino cuartel de Caballería de Dragones de Santiago pidiendo confesión “porque no sabemos qué será de nosotros mañana en que ha de haber un levantamiento militar”.

Así sería, y a las tres de la madrugada del domingo 19 los soldados salieron del cuartel, y hacia las cinco resonaban disparos de fusil y ráfagas de ametralladoras. A las diez tuvo lugar en el Santuario la última misa pública con un solo oyente. La comunidad pasó la mañana en oración recibiendo noticias de quema de iglesias y conventos, y cuando vieron circular autos con milicianos armados tocando el claxon y enarbolando banderas anarquistas, supieron que la revolución triunfaba.

En vano los religiosos pedirían protección a los cuerpos de seguridad, que, en especial los Guardias de Asalto, hacían causa común con los patrulleros. Vistieron traje seglar dispuesto en previsión, y se indicó a cada uno domicilio seguro donde dirigirse. Se intentó en vano llevar a los enfermos y ancianos a un hospital, y con su cuidador, el hermano Cascales, se quedaron para atenderles el superior provincial Padre Goñi, y su consejero Padre Fabregat. Los demás fueron saliendo de la casa por grupos por una puerta lateral, ya entre disparos. 
 

Incendio del convento, santuario y colegio
Las turbas, escoltadas por Guardias de Asalto, intentaban invadir la casa y la iglesia, y hacia las siete de la tarde los cocteles molotov lanzados contra las ventanas rompieron sus cristales y propagaron el fuego. El Provincial dio la absolución general. Los revolucionarios que habían emplazado un cañón ante el convento, lograron entrar, prendiendo fuego, y a medida que avanzaban las llamas, los cuidadores con los enfermos pasaban de una a otra dependencia, hasta que la humareda les obligó a entregarse.
Al Padre Montaner, que fue a su encuentro, los asaltantes le preguntaron: ¿Quiénes sois? , y éste respondió: “somos nueve misioneros enfermos y ancianos, los únicos que hemos quedado, nos entregamos a vosotros y solo os pedimos perdonéis nuestras vidas”. Fueron llegando, los sanos llevando a los enfermos. Los sacaron al patio y sometieron a registro, mientras un vejete anarquista decía a sus jóvenes correligionarios: “Si fueseis de mi parecer, a estos frailes habría que fusilarlos aquí inmediatamente”. No prosperó su propuesta, y los llevaron a la comisaría de policía. Al día siguiente, en vista de su inocencia, el comisario les dejaba libres, y los enfermos fueron trasladados a la clínica Victoria. La iglesia había quedado a salvo por sus puertas blindadas, pero de madrugada volvieron las turbas con barras de hierro y mazas, logrando desvencijar una de ellas, y entrando en tumulto, destrozaron cuanto encontraban. Con los bancos y todo lo que podía arder prendieron fuego a la pira.
 
En fin, no molesta que una muchacha de quince años desbarre en sus apreciaciones sino que se dé pábulo por parte de un historiador ¿?
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