Jueves, 28 de marzo de 2024

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“El bautismo del Señor”, por Andrea del Verrocchio

“El bautismo del Señor”, por Andrea del Verrocchio
El Bautismo del Señor. Por Andrea del Verrocchio.

por En cuerpo y alma

 

            Una de las realizaciones pictóricas más bonitas del Renacimiento, por entonces muy incipiente, es la que se conoce como “El bautismo del Señor”, obra de ese gran genio renacentista que fue el pintor, escultor, arquitecto y hasta ingeniero florentino Andrea del Verrocchio, con el taller más importante de su época, por el que pasarán maestros de la talla de un Ghirlandaio, maestro a su vez de Miguel Angel; de un Perugino, maestro a su vez de Rafael; y el mismísimo Leonardo en persona.

             Pues bien, en su maravilloso “Bautismo del Señor” comparten lienzo, y en realidad, compiten en belleza, dos infantiles angelitos, a cual más notable.

             El uno, como es natural porque para eso es su obra, está pintado por el mismo Verrocchio, jefe y dueño del taller en el que recibe su primera formación ese bastardillo de Vinci que es Leonardo.

             El otro es de factura muy diferente, algo que no se le escapa ni al más profano espectador de arte, y gracias al gran biógrafo de los primeros maestros del Renacimiento que es Giorgio Vasari, sabemos que procede de los pinceles del mismísimo Leonardo, al que su generoso maestro daba así una gran oportunidad artística, siendo reconocido de hecho, al día de hoy, como la primera de las no muchas obras, ni siquiera veinte, -nada que ver su productividad con la de un Miguel Angel, un Rembrandt o un Rubens- que realizó Leonardo.

             Es una especie de lugar común, un protocolo generalmente aceptado para pasar por auténtico “connaisseur”, acercarse a la obra y concentrar la mirada en el angelito de la izquierda, el que contempla extasiado al Señor con esa mirada penetrante y profunda tan “made in Vinci”, producto de esos ojos leonardescos de color indefinido y mirada inquietante que caracterizan muchas de las obras del maestro vinciano, como su Salvator Mundi, su San Juan Bautista y tantas otras.

             Pero a mí, fíjense Vds. lo que son las cosas, el que me encanta, el que me emociona, el que me fascina, es, precisamente, el otro angelito, el de Verrocchio. Ese sí que está vivo. Ese sí que habla con los ojos, a pesar de ser mucho menos bonitos que los del angelito de Leonardo… y lo dice todo. Sin pronunciar palabra, que para eso no es más que de "óleo endurecido", parece que increpara al celestial compañero, con palabras como “pero tú de qué vas”, “¿te crees el más guapo?”; o incluso “¿pero quién me ha invitado a mí a este bautizo? " o "¿qué pinto yo en este lienzo?”.

             Pocas miradas en la historia del arte tan explícitas, tan evocadoras, tan expresivas, tan maravillosamente vivas, como aquélla que el angelito de Verrocchio propina al de Leonardo. Pocas obras en las que una simple mirada sea capaz de decir tantas cosas. El angelito de Verrocchio no necesita ni hablar, con sus ojos lo expresa todo… celos, resignación, sorpresa, incredulidad, hasta cierta incomodidad de hallarse en semejante óleo, compartiendo escena con un ser tan insultantemente exhuberante…

             Y al mismo tiempo, cuánta humildad en el mejor docente que ha tenido el Renacimiento, Verrocchio, al permitir que su angelito mire al del discípulo de aquella manera extraordinaria, reconociendo su excelsa belleza, su genialidad pictórica…

             Sí, definitivamente, el ángel magistral no es el bellísimo y sacrosanto que pintó Leonardo, el bello, el celestial, el pluscuamperfecto, no… El ángel magistral es el pequeño y ruin, humano y pecador de Andrea del Verrocchio… Aquél en el que el gran genio del Renacimiento, siempre postergado, maestro de todos, parece retratarse a sí mismo y reprendernos: “y a mí, ¿por qué me habéis olvidado?”.

             Que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos. Como el que hizo Verrocchio a cuantos tuvieron la dicha y la fortuna de pasar por su taller, en el que nació el Renacimiento, y a la Humanidad entera haciendo posible tanta belleza y su contemplación.

  

 

            ©L.A.

            Si desea ponerse en contacto con el autor, puede hacerlo en encuerpoyalma@movistar.es. En Twitter  @LuisAntequeraB

 

 

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