Jueves, 18 de abril de 2024

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Es domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio del día

por Dentro, muy dentro de ti

Es domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio del día
 
5º domingo de Cuaresma
 
Para empezar: Retírate… Recógete… Silénciate… Es la hora del Encuentro con el Señor, tu Dios: te espera…, te está amando…, te escucha… Invoca al Espíritu Santo y déjate llevar por él a través de la Palabra y tu rumia y contemplación de ella…
 
Leer despacio el texto del Evangelio: Juan 11,1-45
 
En aquel tiempo, las hermanas de Lázaro le mandaron recado a Jesús diciendo: “Señor, al que tú amas está enfermo”. Jesús, al oírlo, dijo: “Esta enfermedad no es para la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella”. Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo se quedó todavía dos días donde estaba. Sólo entonces dijo a sus discípulos: “Vamos otra vez a Judea”.
Cuando llegó Jesús, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedó en casa. Y dijo Marta a Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá”. Jesús le dijo: “Tu hermano resucitará”. Marta respondió: “Sé que resucitará en la resurrección en el último día”. Jesús le dijo: Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?” Ella le contestó: “Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios; el que tenía que venir al mundo”.
Jesús, muy conmovido, preguntó: “¿Dónde lo habéis enterrado?”. Le contestaron: “Señor, ven a verlo” Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban: “¡Cómo lo quería!”. Pero algunos dijeron: “Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que éste muriera?” Jesús, sollozando de nuevo, llegó a la tumba.
Dijo Jesús: “Quitad la losa” Marta, la hermana del muerto, le dijo: “Señor, ya huele mal porque lleva cuatro días”. Jesús le replicó: “¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?” Entonces quitaron la losa, Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: “Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado”. Y dicho esto, gritó con voz potente: “Lázaro, sal afuera” El muerto salió, los pies y las manos atadas con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: “Desatadlo y dejadlo andar”. Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.
 
Contemplar…, y Vivir…
 
[El camino cuaresmal está ya muy avanzado. Precisamente este domingo está caracterizado por la resurrección de Lázaro. Justo después de este gran “signo” realizado por Jesús, muchos creyeron en él, pero el Sanedrín decidió acabar con Él; e incluso con Lázaro, que era la prueba viva de la divinidad de Cristo, Señor de la vida y de la muerte]. Nos disponemos, pues, a contemplar algunos pasajes del texto.
1º La amistad de Jesús con Lázaro, Marta y María. Era grande aquella amistad; el texto en sus términos es muy claro: “Señor, al que tú amas está enfermo”… Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro… Jesús, muy conmovido… Jesús se echó a llorar… Los judíos comentaban: “¡Cómo lo quería!”… Amistad, afecto, amor, conmoción, llanto vivido y reconocido… Así es el corazón de Cristo, divino, sí, muy divino; pero también totalmente humano… Contémplalo despacio: también, así, te quiere a ti…, con ese afecto, con ese amor, y a veces, -¡sí!-, con ese mismo llanto. Contémplalo para convencerte de ello. “En él Dios y hombre se encontraron perfectamente, sin separación y sin confusión. Él es la imagen, más aún, la encarnación de Dios, que es amor, misericordia, ternura paterna y materna, del Dios que es Vida” (Benedicto XVI). Pregúntate a corazón abierto: ¿cómo es mi amistad y relación con Jesús? ¿Cómo va?... O pregúntale: ¿Cómo tú, Jesús, ves y sientes mi amistad?... ¡Calla y contempla!… ¿Tienes compasión, lloras, cuando Jesús, tu Amigo fiel sufre? Sufre hoy también en sus miembros, que somos todos nosotros; ¡y cuánto sufre! ¿Qué haces por Cristo en ellos?
2º El diálogo de Jesús con Marta. Es un diálogo lleno de amistosa confianza, dolorido y hasta muy normal en esa circunstancia. Pero todo cambia cuando Jesús le dijo: Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre.
Contempla a Jesús y Marta hablándose, y tú sitúate al lado. Mira, escucha, no pierdas palabra. Además, hoy, ahora, tú eres Marta; Jesús te habla a ti: Yo soy la resurrección y la vida…: Sí, sí, escúchalo bien y dalo vueltas en tu mente y en tu corazón sin resistencia alguna. Son las palabras del Amigo, Jesús-Verdad. ¿No te da alegría? ¿No te llena de alegría lo que es Jesús para ti, para todos? Yo soyla resurrecciónla vida… Esto está muy hondamente arraigado dentro de ti, déjalo que salga a flote y que  inunde todo tu ser… Te sentirás distinto…, mejor… lleno de paz… Tanto más que, incluso entre los cristianos, la fe en la resurrección y en la vida eterna con frecuencia va acompañada de muchas dudas. ¿Las tienes tú? Es que, en definitiva, se trata de una realidad que rebasa los límites de nuestra razón y exige un acto de fe. Por eso te dice Jesús: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. Vuélvelas a oír y sentir dentro de ti…Esa es la gran novedad de la vida, de tu vida…, si quieres…, si crees… Es la verdadera novedad, que irrumpe y supera toda dificultad. Cristo derrumba el muro de la muerte; en Él habita toda la plenitud del Dios, que es Vida, Vida Eterna. Esa que quiere y puede llenarte a ti ahora mismo y siempre… Consiente en ello… Él está sobre la muerte; la muerte física, ante Dios, es como un sueño, cuyo despertar es Vida Eterna. ¿No te llena de alegría?...
Todavía Jesús añade: ¿Crees esto? Ella le contestó: “Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios; el que tenía que venir al mundo”. Contempla y deja resonar muy dentro de ti la pregunta de Jesús: ¿Crees esto?”… Una pregunta personal, muy personal. ¡Y decisiva! Una pregunta que nos supera, sí, porque supera nuestra capacidad de comprender, y nos pide sin más y con serenidad, abandonarnos a Él, como Él se abandonó al Padre. ¿Qué vas a hacer? Ese abandono es lo mejor que te puede suceder, es un acto puro de fe, de esperanza y de amor… ¿Qué respuesta das?... Ahí tienes la de Marta, es ejemplar: Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo… ¡Sí, oh Señor!: también yo creo, a pesar de mis dudas y de mis oscuridades; creo en ti, porque tú tienes palabras de vida eterna; quiero creer en ti, porque me das una esperanza fiable de vida más allá de la vida, de vida auténtica y plena en tu reino de luz y de paz.
3º Jesús resucita a Lázaro.  “Quitad la losa”… “Señor, ya huele mal…” “Lázaro, sal afuera”… “Desatadlo y dejadlo andar”. Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo: Padre, te doy gracias… Contempla la acción: lo que Jesús hace y dice… No se oye una mosca, pese a la gente que allí hay. Ni se oye un respiro. Suspense total. ¡No es para menos!, ¿verdad? Está claro: Jesús, la Resurrección y la Vida, tiene todo Poder sobre la muerte y la vida… También sobre mi muerte y mi vida. ¿No me voy a fiar de Él y creer de verdad y definitivamente en Él como el Señor de todo mi ser, mi único y definitivo Señor? Te toca a ti ahora levantar los ojos al cielo, que es lo mismo que llevarlos a tu interior, y decir: “Padre…te doy gracias…Padre, creo y sé que tú haces maravillas…” Y aguarda, con paz y confianza, la maravilla que Él quiere operar en ti, dentro, muy dentro de ti… La percibirás con fuerza y luz en la Pascua que ya se avecina… Será también tu Pascua… Tu corazón y tu vida será una hoguera encendida y luminosa que dará luz y calor a todo el que te acerques o espera algo de ti.
 
Para terminar: Según tu tiempo y con libertad, recoge algunos de los sentimientos o movimientos que más hayan podido resonar de algún modo en ti… Ahora, y también en otros momentos, ponlos en las manos del Señor… Trata con Él sobre ellos… Acláralos con Él… Pregúntale o respóndele… Y no olvides esto: Los bautizados en Cristo, llevamos en el corazón la certeza de que nuestras vidas enfermas no son para la muerte, sino para la Vida con Cristo y para la gloria del Padre.
 
 
 
 
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