Viernes, 29 de marzo de 2024

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En mi Getsemaní

En mi Getsemaní

por Canta y camina

Jerusalén, año 33 d.C.  Primer Viernes Santo de la Historia.
Una sala en una casa. Silencio. Penumbra. Miedo. Desconcierto. Frustración.
Los discípulos de Jesús de Nazaret están aturdidos, asustados, incrédulos… ¿Cómo es posible que esté muerto? Y además de qué manera, ¡crucificado como un ladrón o un asesino!
 
¡No se lo pueden creer! Algunos lloran, otros parecen enfadados. Tienen miedo de que los encuentren los soldados y les hagan lo mismo que a Jesús. Parece que se han olvidado de todo lo que les anunció y de todo lo que les enseñó a lo largo del tiempo. Pero es comprensible.
 
Otros, aun en medio de esas emociones y sentimientos, creen y esperan.

Él les dijo que esto iba a pasar. Y también que al tercer día resucitaría. ¿Cómo es posible que los demás hayan olvidado esas palabras?  Han sido testigos oculares de los milagros que hizo Jesús, de su poder sobrehumano. ¿Cómo pueden olvidarse?

También están asustados y desgarrados de dolor por dentro, pero confían en Jesús. Aún no ha llegado el tercer día, hay que esperar…
 
Madrid, año 2017. Viernes Santo.
Esta noche veré otra vez “La Pasión de Cristo” de Mel Gibson. Cada Viernes Santo lo hago. Por la noche, cuando todos se han ido a dormir pongo el DVD, cuaderno y boli en ristre, y hago mi oración mientras veo la película.

Y cada vez el Señor me inspira cosas nuevas. Porque está vivo y pasó por aquello y quiero compartirlo con Él y Él conmigo.

Yo creo realmente que Cristo resucitó. Si no fuera verdad, no solamente “vana sería nuestra fe” (I Corintios, 15,14) sino que toda mi vida sería una tomadura de pelo, ya que soy cristiana y procuro vivir cada día como discípula de Cristo. Trato de comportarme según sus enseñanzas, rezo, recibo los sacramentos que Él instituyó, continúo recibiendo formación cristiana, he bautizado a mis hijos, les procuro a ellos esa formación para que vayan recibiendo los sacramentos, etc., etc., etc.

Aquellos que me conocen dirán: pues no sé por qué te llenas la boca diciendo esas cosas porque yo te conozco y tienes muchos defectos y a veces haces daño a la gente, y eres súper imperfecta y… 

Es verdad. Tengo no sólo defectos sino pecados. Y si no fuera por Jesús de Nazaret mi vida sería un asco. Porque lo que Él hace es precisamente recoger del fango del mundo a las personas que reconocen que tienen pecados, que no son perfectas, que tienen debilidades y que hacen cosas mal pero que han visto en Él una oportunidad de cambiar, de mejorar como personas, de poder ser tenidas en cuenta, amadas, perdonadas y fortalecidas en sus debilidades.
Por eso si todo esto fuera una invención… ¡menuda m... merluza!

Pero vamos a ver: las mentiras no se sostienen eternamente, caen por su propio peso (mejor dicho por su falta de peso). Y de Jesús de Nazaret se lleva hablando más de 2000 años. Y la Historia se divide en  a.C. y d.C..   Así que no es en absoluto descabellado creer en Él.

Fe, según el Diccionario de la RAE, en su 2ª y 5ª acepciones significa: 2. f. Conjunto de creencias de una religión. 5. f. Creencia que se da a algo por la autoridad de quien lo dice o por la fama pública.
Y según el diccionario de mi estantería: Creencia en algo sin necesidad de que haya sido confirmado por la experiencia o la razón, o demostrado por la ciencia.

De toda la vida fe es creer en algo que no se ve y que no se puede demostrar.

Y claro, los discípulos de Jesús y sus contemporáneos casi que no necesitaban tener fe porque le veían, oían, tocaban, hablaban con Él, comían con Él…  Vale que sería raro ver al carpintero del pueblo hacer milagros y oírle decir las cosas que decía, pero ¡jolín, lo estaban viendo! Negar lo que veían era casi más difícil que creérselo.
 
Nosotros sí que necesitamos la fe. Nunca hemos visto a Jesús, no sabemos qué aspecto tiene. No sabemos de qué color son sus ojos ni cómo suena su voz. Pero aquí estamos, queriendo seguirle y serle fieles. Dando testimonio. Procurando actuar según su enseñanza.

Claro que hay que ver cómo es esa fe: si es una fe madura, con raíces profundas y cimentadas sobre roca o si es una fe infantil, superficial, apoyada en el sentimiento.
 
Esto que escribo hoy no es nuevo ni soy la primera persona que se lo plantea y tampoco seré la última. Otros han hablado del tema antes que yo y de forma mucho más bonita.

El padre Eduardo Meana lo expresó en forma de canción, bellísimamente interpretada por Mª José Bravo. Aquí  dejo la muestra. Dedica unos minutos a examinar tu fe. 

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