Miércoles, 29 de noviembre de 2023

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Domingo de Ramos y de la Pasión del Señor (Ciclo A)

1. Introito – La celebración pascual

El misterio pascual en el Evangelio de Lucas (22-23) comienza con los preparativos para la celebración de la última cena y la traición de Judas: “Pero mirad: la mano del que me entrega está con la mía en la mesa. Porque el Hijo del Hombre se va según lo establecido; pero ¡ay de ése que lo entrega!”. Es en la fiesta por excelencia de los judíos que Jesús será inmolado como un cordero. Él es el verdadero cordero, en esta cena dejará a sus discípulos y a la realidad humano-divina por Él fundada (Iglesia) el memorial de su presencia hasta el final de los tiempos (Eucaristía). En esta última cena el Señor sigue el ritual del spascual, pero introduce una novedad: el pan y el vino serán a partir de ahora un signo de su cuerpo y de su sangre, es decir, alimento y bebida de salvación para toda la comunidad cristiana.

Jesús también predice el papel de Pedro después de la prueba: “Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para cribaros como trigo. Pero yo he pedido por ti para que tu fe no se apague. Y tú, cuando te recobres, da firmeza a tus hermanos” (Lc 22,31-32) y la traición de este discípulo: Señor, contigo estoy dispuesto a ir incluso a la cárcel y a la muerte. Jesús le replicó: Te digo, Pedro, que no cantará hoy el gallo antes que tres veces hayas negado conocerme” (22,33-34). Dos tipos de traiciones (la de Judas y la de Pedro) y dos tipos de reacciones –como sabemos– la de la culpa y el desespero y la de las lágrimas y el arrepentimiento.

2. Preludio – La oración

La prefiguración (Y salió Jesús como de costumbre al monte de los Olivos). La oración en el monte de los Olivos en el Evangelio de Lucas es uno de los momentos claves que precede el dramático misterio de la pascua del Señor. En este mismo lugar algunos siglos antes, David huye de la confabulación que han orquestado su hijo Absalón y sus amigos contra él con algunos de sus amigos. David humildemente asume esta persecución, pero escapa de la mano de sus enemigos con dolor y tristeza.

Jesucristo ha sido prefigurado por David en la antigua alianza, sin embargo, no huye, enfrenta como un manso cordero el odio y los planos malvados de los emisarios de sus enemigos, es decir, las autoridades religiosas de su época. Como David, Jesús es traicionado por Judas que se escandaliza del papel que ha asumido el Señor, ya que tiene como los otros, un proyecto mesiánico, por eso lo vende y lo entrega con un beso. ¿Cuántas veces nosotros no hemos hecho lo mismo? Escandalizados del sufrimiento y de la cruz lo traicionamos y abandonamos. ¡Dios no puede permitir tal cosa! ¡Dios se ha equivocado en mi vida! ¡Debo mostrarle a Dios como debe proceder…!

Los testigos (Y lo siguieron los discípulos). Según las otras versiones de los evangelios de Marcos (14,33) y Mateo (26,37) se especifica quiénes son estos discípulos, o sea, Pedro, Juan y Santiago. Estos tres hombres son los más próximos al Señor y habían participado de otros momentos cruciales de la vida pública de Jesús de Nazaret: La curación de la hija de Jairo (Mc 5,37) y la Transfiguración (Mc 9,2-13). El milagro que expresa su origen divino después de la curación de la hemorroísa y la revelación de su gloria en lo alto del monte Tabor, anticipando su victoria sobre la muerte.

El motivo de la oración (Orad, para no caer en la tentación). Al final del relato de las tentaciones de Jesús en el mismo Evangelio de Lucas (4,1-13), el autor afirma de una forma contundente: “Después de haber agotado cada tentación, el diablo se alejó de Él hasta el momento oportuno (fijado)”. ¿Cuál es la tentación? ¿A qué se refiere Jesús de Nazaret? La tentación es alejarse de la voluntad de Dios, es decir, no enfrentar la muerte por todo lo que genera y significa para la débil condición humana. También Jesús está expuesto a esta realidad. Semejante a nosotros en todo, menos en el pecado. En este caso la tentación es una prueba y una sugestión externa (del maligno) para escapar de la cruz.

Por tanto, para Jesús la verdadera tentación ocurre en esta ocasión ya que se aproxima el misterio de la muerte. No sabemos, pero entonces podemos imaginar que esta fue la hora decisiva del Señor (Recordemos la escena inicial de la preciosa película de Mel Gibson “The Passion” donde justamente aparece muy bien retratada esta idea). Nosotros sucumbimos fácilmente a la tentación, queremos siempre encontrar caminos alternativos para no hacer la voluntad de Dios, o sea, dar la vida por los otros, amar, perdonar y hacer el bien.

La postura de la plegaria (Y arrodillado, oraba diciendo: “Padre, si quieres, aparta de mí ese cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya”). En la versión del Evangelio de Mateo, el autor recuerda que Jesús se tiró con la cara por tierra (26,39), esta postura es la expresión de la máxima humildad de alguien que suplica algo a Dios (se hace polvo con el polvo, nada con la nada). Lucas dice que el Señor estaba de rodillas, de cualquier forma, esta posición corporal indica también –además de ser un gesto penitencial– la indigencia de un hombre que asume la necesidad, la pobreza y la miseria humana. De rodillas le pide a su Padre que le ayude, que le de fuerzas, que lo sostenga, que no lo abandone en el sufrimiento que precede la muerte en la propia cruz.

Jamás podremos imaginar el grado de sensibilidad en la humanidad asumida por el Verbo de Dios que se hace carne en el seno de María. Dios no le evitó a su Hijo el sufrimiento y no intervino para alterar los hechos. Esta escena también nos recuerda que sin la oración no podemos asumir la cruz que nos acompaña en la vida (marido, esposa, hijos, matrimonio, sacerdocio, sexualidad, enfermedad, limitaciones de la vejez, pobreza, temperamento, etc.) y todas las cruces circunstanciales de cada día. Jesús mismo necesitaba de la oración y mucho más en esta ocasión y nosotros, ¿cómo pretendemos vivir y respirar la fe cristiana sin la oración?

La consolación divina (Y se le apareció un ángel del cielo que lo animaba). Este detalle extraordinario nos recuerda la escena del relato de las tentaciones, pero con la variante del Evangelio de Mateo (4,11), que dice que al final de ese proceso cuando el diablo se alejó, los ángeles se aproximaron y lo servían. Los ángeles o el ángel –seres sobrenaturales– que fueron creados por Dios y que forman parte de las realidades espirituales, deben haber contemplado estupefactos ese misterio: Dios hecho hombre que sufre y debe padecer como un criminal el suplicio de la Cruz. Esto no lo pueden entender y supera completamente la realidad de las cosas espirituales que les es permitido conocer.

Los ángeles del cielo habían visto atónitos el evento inaudito de la Palabra eterna que había dejado la gloria divina y entrado en la historia de los hombres con un cuerpo mortal. Ahora contemplan a un Jesús débil y aparentemente derrotado que enfrenta el combate final. El ángel lo consuela pero no lo anestesia, lo anima pero no lo puede privar del dolor, pero sí lo ayuda a confiar en Dios Padre a pesar del sufrimiento. Nosotros en la fe tenemos memoriales que nos consuelan, la Palabra que nos consuela y los sacramentos que nos nutren para poder entrar y aceptar el sufrimiento que Dios permite en nuestras vidas.

El combate final (En medio de su angustia oraba con más insistencia. Y le bajaba el sudor a goterones, como de sangre, hasta el suelo). La tensión psicológica llega a un punto extremo, los vasos sanguíneos del rostro del Señor se revientan y en su sudor aparece visible la sangre. La sangre representa la vida por excelencia, en este momento comienza su sacrificio (hace sagrada su entrega libre como expresión del amor del Padre) y su expiación (realiza un acto medicinal de reparación por el mal de la humanidad). El cordero que será degollado entra en el misterio de la muerte ofreciendo la propia vida.

Jesús vive plenamente la preocupación, el estrés y la angustia ante la inminencia de la muerte que se aproxima. Palpita en todo su ser (psique y cuerpo) el peso que debe soportar, el mal en todas sus manifestaciones y la porquería de la humanidad a lo largo de los siglos que será derramada sobre su condición humana santa e inmaculada. Nosotros somos incapaces de perdonar, de cargar con las injusticias y pecados de los demás, tenemos tantas pretensiones, no podemos sufrir y servir. Orgullosos y egoístas.

La indiferencia y pusilanimidad de los testigos (Y, levantándose de la oración, fue hacia sus discípulos, los encontró dormidos por la pena y les dijo: ¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para no caer en la tentación). Al final de la oración –que es un combate– Jesús se levanta y debe continuar el itinerario en el drama de la pasión que se aproxima, pero nota que sus más estrechos colaboradores duermen (por la pena o por la tristeza), es decir, ellos también han escuchado y notado que la confabulación contra su Señor está en acto, pero también son frágiles y cobardes.

Jesucristo tiene que convivir con esta actitud de los apóstoles que duermen en un momento tan importante de su vida. Han estado preocupados por tantas cosas y tienen otros intereses. En esa hora solo quieren dormir (e ). Nosotros no somos diferentes, tenemos las mismas pretensiones de los discípulos (quién es el mayor), le tenemos una repulsa al sufrimiento y nos escandaliza la cruz. ¿Cuántas veces nos alienamos para no encarar la realidad que nos acompaña o anestesiamos la conciencia para no aceptar la brutalidad, fealdad y las hediondeces de la vida?

3. El clímax – La ejecución del drama de la pasión

El drama de la pasión se desarrolla a través de la prisión injusta del Señor, Pedro lo niega tres veces, es conducido al sanedrín, es procesado por Pilatos, es conducido al fantoche de Herodes y después es condenado a la muerte en la cruz, pero previamente lo flagelaron, lo coronaron con espinas, lo ridiculizaron y lo torturaron con sevicia. En la versión de Lucas hasta el último momento expresa su amor y su perdón a un ladrón arrepentido y expira entregando su espíritu.

¡Muere el hijo de Dios! ¡Da la vida por los pecadores la Palabra hecha carne! ¡A partir de ese momento no habrá nada en la historia de la humanidad que se pueda comparar a este hecho! El amor es un acontecimiento inédito, irreversible e inconmensurable, gratuito e infinito, es decir, Dios que entrega a su único Hijo para salvar a los hombres malvados y pecadores (por ti y por mí) de la esclavitud del pecado, del miedo y de la seducción del mal (demonio). ¿Cómo no llorar?, cómo no conmoverse?, ¿cómo no convertirse? ¡Quien cree en este misterio y se deja transformar por la gracia ya está salvado!

¡Pero esta no es la última palabra! Habrá un giro anunciado, no inesperado. No es la muerte con sus tentáculos la que definirá la vida de los que creen en Jesús de Nazaret.

 

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