Martes, 23 de abril de 2024

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Bienaventurados los maltratados por causa de Cristo (San Gregorio y San Hilario)

Bienaventurados los maltratados por causa de Cristo (San Gregorio y San Hilario)

por La divina proporción


Las Bienaventuranzas son un texto fundamental para la vida del cristiano. En ella se indica qué previo van a tener quienes se nieguen a sí mismo, carguen con su cruz y sigan los pasos del Señor. Porque seguir al Señor comporta siempre la incomprensión del “mundo” que representa a la sociedad humana. Seguir a Cristo conlleva desprecio y maltrato, porque él mismo lo dejó muy claro:

Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero como no sois del mundo, sino que yo os escogí de entre el mundo, por eso el mundo os odia. Acordaos de la palabra que yo os dije: “el siervo no es mayor que su señor”. Si me persiguieron a mí, también os perseguirán a vosotros; si guardaron mi palabra, también guardarán la vuestra. (Jn 15, 18-20)

Hoy en día la Iglesia ha olvidado que su presencia en la sociedad no puede ser un camino de rosas. La forma de saber que estamos con Cristo es el desprecio que padecemos. Pero que nos desprecien o nos maltraten por seguir al Señor debería ser causa de nuestra alegría interior y darnos paz. No debería de importarnos sentirnos fuera de las corrientes de moda y de lo políticamente correcto que se nos impone. ¿Qué importa que nos deshonren?

¿Qué importa que los hombres nos deshonren si nuestra conciencia sola nos defiende? Sin embargo, así como no debemos instigar intencionadamente las lenguas de los que maldicen para que no perezcan, así debemos sufrir con ánimo tranquilo las que son instigadas por su propia malicia, para que nuestro mérito crezca. Por ello se dice aquí: "Gozaos y alegraos porque vuestro galardón es muy grande en el Reino de los Cielos". (San Gregorio, homiliae in Hiezechihelem prophetam, 9)

Ser evangelizadores, como ya he dicho en algún post anterior, es ser profeta en medio de una sociedad que desprecia a Dios. Los profetas no vaticinaban el futuro, sino que señalaban el mal que corrompía a la sociedad y animaba al arrepentimiento a quienes se dieran cuenta. El profeta es testigo de Cristo y por eso, nunca es bienvenido entre quienes están empeñados en construir el mundo. Construir el mundo es construir Torres de Babel para llegar a Dios y que Dios deje de ser el que nos eleve hasta Él. Construir el mundo es crear estructuras humanas que sustituyan la Gracia de Dios e imponerlas como parte de nuestra vida. Podemos mirar a la Iglesia, que es santa, pero está compuesta por seres humanos llenos de pecados y errores. En Ella se mezclan santos con terribles pecadores y por eso mismo, es tan necesaria la justicia para que la santidad no sea el privilegio de unos pocos, sino una oportunidad para todos.

En la Iglesia actual, la justicia está arrinconada. Ya no se considera virtud ni se promociona que los cristianos seamos justos y santos. Por eso quien señala a la justicia como imprescindible, se le persigue y se le llama cosas como rigorista o fariseo. Hoy se promociona la complicidad disfrazada de misericordia y se nos ofrece como el remedio universal para lo que llaman una iglesia abierta. Pero Justicia es uno de los Nombres de Dios:

Así cuenta en la última bienaventuranza a todos aquéllos que sufren todas las cosas por Jesucristo (quien se llama justicia), se reserva el Reino de los Cielos a éstos, porque en el desprecio de las cosas del mundo son verdaderos pobres de espíritu. Por ello dice: "Porque de ellos es el Reino de los Cielos". (San Hilario, in Matthaeum, 4)

El Reino de los Cielos no es de este mundo, aunque nos vendan que podemos construirlo con nuestras manos. El Reino de los Cielos es el paraíso donde la Voluntad de Dios se cumple por voluntad de todos los que le pertenecen. El Reino de los Cielos es el lugar donde la justicia y la misericordia se unen en una palabra: Amor, que es otro de los Nombres de Dios.
 
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