La tuna y el Opus

¿La tuna es una secta?: no, aunque quien se apunta permanece en ella para siempre y dé algo de miedo ver a un tuno pasado de años tocar la pandereta con el pie. Cierto que visten todos igual, pero en eso no se diferencia de los empleados de El Corte Inglés. Y quien dice Corte Inglés dice PSOE, cuyos dirigentes gastan en los mítines, invariablemente, pantalón vaquero y camisa blanca. O PP, que apuesta por el pantalón chino y el jersey de pico. La tuna, como los partidos, se forma a partir de gentes con gustos similares y criterios parecidos, pero ni la tuna lava el cerebro a la compostelana ni la compostelana borda cintas para la capa del tuno que adora por orden del gran hermano, el alumno de la bandurria que repite curso desde los 60.
Entonces, ¿por qué hay unanimidad en definir al Opus como secta? Si es porque sus miembros son una piña no hay ninguna evidencia científica que demuestre que el carisma colectivo anula la voluntad individual. Si es porque tiene un discurso extremo, el catolicismo lo es por definición, ya que propone un cambio radical del hombre: no se puede poner vino nuevo en odres viejos. De modo que ese discurso no es privativo del Opus. Quien asista a charlas de numerarios de la Obra no encontrará sustanciales diferencias con los sermones de los curas rojos porque, aunque el numerario no mencione específicamente las cuestiones sociales y el cura rojo se centre en ellas, ambos transmiten el mensaje de Jesucristo, en el que, por su dimensión espiritual y humana, encajan tanto San Josemaría como San José obrero.
Puesto que la definición de secta no se sostiene, habrá que sopesar que si laicismo descalifica al Opus es porque considera que invade sus dominios. A los jesuitas, dominicos y franciscanos no les aplica el estigma porque ninguna de estas órdenes está entretejida en los pliegues de la sociedad laica. Están en el mundo, pero no son del mundo. Me explico: es más común tener un amigo del Opus que una tía monja. Además, la tía monja no se mete en política mientras que el amigo del Opus no sale de ella. La metástasis de la Obra en el cuerpo social pone en guardia al laicismo, que, por una cuestión de competencia territorial, trata mejor a las órdenes que evangelizan en África que a las que hablan de Dios en una cena de empresa.